EL TEATRO Y LA CRUELDAD (2)
Intentaremos así que el
drama se concentre en personajes famosos, crímenes atroces, devociones
sobrehumanas, sin el auxilio de las imágenes muertas de los viejos mitos, pero
capaz de sacar a la luz las fuerzas que se agotan en ellos.
En pocas palabras,
creeremos que en la llamada poesía hay fuerzas vivientes, y que la imagen de un
crimen presentada en las condiciones teatrales adecuadas es infinitamente más
terrible para el espíritu que la ejecución real de ese mismo crimen.
Queremos transformar el
teatro en una realidad verosímil, y que sea para el corazón y los sentidos esa
especie de mordedura concreta que acompaña a toda verdadera sensación. Así como
nos afectan los sueños, y la realidad afecta los sueños, creemos que las
imágenes del pensamiento pueden identificarse con un sueño, que será eficaz si
se lo proyecta con la violencia precisa. Y el público creerá en los sueños del
teatro, si los acepta realmente como sueños y no como copia servil de la
realidad, si le permiten liberar en él mismo la libertad mágica del sueño, que
sólo puede reconocer impregnada de crueldad y terror.
De ahí este recurso a la
crueldad y al terror, aunque en una vasta escala, de una amplitud que sondee
toda nuestra vitalidad y nos confronte con todas nuestras posibilidades.
Para poder alcanzar la
sensibilidad del espectador en todas sus caras, preconizamos un espectáculo
giratorio, que en vez de transformar la escena y la sala en dos mundos
cerrados, sin posible comunicación, extienda sus resplandores visuales y
sonoros sobre la masa entera de los espectadores.
Además, abandonando el dominio
de las pasiones analizables, intentamos que el lirismo del actor manifiesta
fuerzas exteriores, e introducir por ese medio en el teatro restaurado la
naturaleza entera.
Por amplio que sea el
panorama no sobrepasa al teatro mismo, que para nosotros, en suma, se
identifica con las fuerzas de la antigua magia.
Hablando prácticamente,
queremos resucitar una idea del espectáculo total, donde el teatro recobre del
cine, del music-hall, del circo y de la vida misma lo que siempre fue suyo.
Pues esta separación entre el teatro analítico y el mundo plástico nos parece
una estupidez. Es imposible separar el cuerpo del espíritu, o los sentidos de
la inteligencia, sobre todo en un dominio donde la fatiga sin cesar renovada de
los órganos necesita bruscas e intensas sacudidas que reaviven nuestro
entendimiento.
Así pues, por una parte,
el caudal y la extensión de un espectáculo dirigido al organismo entero; por otra,
una movilización intensiva de objetos, gestos, signos, utilizados en un nuevo
sentido. El menor margen otorgado al entendimiento lleva a una comprensión
energética del texto; la parte activa otorgada a la oscura emoción poética
impone signos materiales. Las palabras dicen poco al espíritu; la extensión y
los objetos hablan; las imágenes nuevas hablan, aun las imágenes de las
palabras. Pero el espacio donde truenan imágenes, y se acumulan sonidos, también
habla, si sabemos intercalar suficientes extensiones de espacio henchidas de
misterio e inmovilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario