domingo

GOOD WILL HUNTING: LA REBELDÍA COMO MECANISMO DE DEFENSA



por Luciano Sívori

Una de mis escenas favoritas de la película Good Will Hunting es aquella en la que el protagonista (un inmenso Matt Damon en uno de sus primeros papeles) le cuenta al psicoterapeuta Sean (protagonizado por Robin Williams) la historia de “El cinto, el palo o la llave inglesa”. Le confiesa cómo su padre torturaba y abusaba físicamente de él, colocándole los tres elementos arriba de la mesa y luego diciendo: “elegí”.

Sean comenta que la elección más obvia (= menos dolorosa) es el cinto, pero Will le replica que usualmente elegía la llave inglesa. ¿Por qué? Porque, al final del día, daba lo mismo. El dolor era el mismo sin importar el arma. Creo que esta escena simple funciona como leitmotiv de la película y resume la esencia del personaje principal.

El legado de Will

Good Will Hunting es muchas cosas al mismo tiempo. Primero que nada, el drama dirigido por Gus Van Sant en 1997 puso en el foco de atención a dos grandes promesas actorales: Matt Damon y Ben Affleck, quienes no sólo protagonizaron, sino que además escribieron el guión (que se llevó, además, un premio de la Academia).

La película también retrata a los psicoterapeutas como personas cuidadosas y competentes. Y no nos olvidemos que presentó uno de los mejores trabajos actorales de Robin Williams, en uno de sus roles más fuertes y emotivos.

El argumento tiene lugar en Boston, Massachusetts. Will Hunting (Damon) es un chico revoltoso y confundido que trabaja como portero de una universidad. Cuando uno de los profesores descubre el extraordinario talento que tiene para las matemáticas, lo pone en contacto con un terapeuta amigo (Williams) para que pueda tratar con su personalidad agresiva y encaminar su rumbo. A excepción de su pequeño grupo de amigos, Will históricamente ha expulsado de su vida a todos los que le expresan el más mínimo cariño.

La rebeldía como mecanismo de defensa

Más allá de un montón de situaciones que se dan en la película (algunas cómicas, otras dramáticas), de su relación con su amigo Chuckie (Ben Affleck) o su amorío con Skylar (Minnie Driver), lo más jugoso está en las sesiones de terapia que tiene junto al personaje de Robin Williams.

Entre diálogos célebremente improvisados y grandes momentos reflexivos, Will comienza poco a poco a bajar sus defensas. Su carácter provocador y colérico tiene fundamentos: en un mundo que nunca le dio nada, que siempre lo maltrató, él utiliza la rebeldía como forma de supervivencia.

El clímax llega en la escena que representa uno de los impactos emocionales más poderosos de la película. En la oficina del Dr. Sean Maguire, él se acerca a Will y le dice, repetidamente, “No es tu culpa”.

No es tu culpa, no es tu culpa, no es tu culpa”. Sean sigue repitiéndolo, acercándose cada vez más, hasta que Will se quiebra y rompe en llanto, abrazando al terapeuta. Por primera vez en su vida alguien, un extraño, le ofreció amor y compasión. Por primera vez alguien fue un padre para él y lo eximió de la culpa con la que cargó durante toda su existencia. Es una escena hermosa.


El cinto, el palo o la llave inglesa

¿Por qué sentía Will que el abusó del padre era su culpa? Supongo que es más fácil vivir de ese modo, ¿no?

Es más fácil rebelarse contra todo y echarle la culpa a un mundo que castiga. El abuso lo marcó porque sucedió cuando él era un pequeño sin posibilidad de defenderse (física o mentalmente). Cuando somos niños, nuestros padres lo son todo: superhéroes, invulnerables, moralmente correctos, siempre con la razón de su lado. El abuso lo estigmatizó a tal punto de evitar su crecimiento, le generó miedo a lo íntimo y a las relaciones, lo volvió introvertido.

Con este no quiero decir que un abrazo y un par de palabras funcionaron como una curación mágica. Sabemos que no hay soluciones rápidas para superar un abuso. Pero la película es magistral a la hora de mostrarnos cómo Will ahora entiende quién es, quiere crecer, quiere verdaderamente ser mejor. Por eso también Chuckie (Ben Affleck) se pone contento al final de la película cuando va a buscarlo a su casa y no lo encuentra.

La historia del cinto, el palo o la llave inglesa en Good Will Hunting es la analogía perfecta para representar la vida del protagonista. Tres decisiones, todas malas. Ante el dolor que inevitablemente iba a sentir, Will elegía la llave inglesa, sufrir más, porque la vida igualmente no tiene sentido, porque en su cabeza es un inútil que merece castigo. A lo largo de toda su vida siempre siguió eligiendo la llave inglesa: el camino más doloroso.

Hasta entender que, en realidad, había otra opción: decir BASTA. ESTO NO ES MI CULPA.

(NusSocial /10-4-2018)

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