por Meritxell Freixas
Cuando el
pasado mes de febrero el Consejo Nacional de Educación (CNED) puso en dudala enseñanza de la asignatura de filosofía en 3º y 4º medio,
inmediatamente se reabrió el debate sobre la importancia de esta materia en los
colegios y liceos.
Colectivos
de profesores y estudiantes se activaron para defender el derecho a la
filosofía en las aulas y la campaña impulsó también un aumento del interés por
la serie catalana “Merlí”, que relata las pericias de un profesor de filosofía
de un liceo de Barcelona y de sus alumnos. “Quiero que os empalméis con
la filosofía”, larga el docente nada más pisar el aula durante su primera
clase. “Merlí” plantea algunos de los desafíos que enfrenta el sistema
educativo actual, los problemas de la adolescencia y la respuesta que la
filosofía puede dar ante algunas de las crisis que transitan los personajes.
Precisamente, Francesc
Orella (Barcelona, 1957), el actor protagonista que interpreta a Merlí
Bergeron, el polémico docente, fue una de las voces que se posicionó en defensa
de mantener esta asignatura en la malla curricular chilena. Orella no dudó
en participar de la campaña #DerechoALaFilosofía levantada por la Redde Profesores de Filosofía de Chile. “Recibí un
correo de un profesor de filosofía [de Chile] que era fan de la serie y luego
me explicó que, en su país, se querían cargar a la filosofía. Me propuso que si
quería colaborar con un pequeño video con
su movimiento de defensa para mantener la filosofía. Evidentemente, me sumé”,
explica el actor catalán a El Desconcierto.
La serie,
de tres temporadas y 40 episodios, se estrenó en la Televisión de Cataluña
(TV3) en septiembre de 2015, y posteriormente dio el salto a Netflix, a finales
de 2016. Desde entonces, su éxito en Suramérica ha sido incuestionable.
¿Cuáles
son las claves del éxito de “Merlí”?
Es una
carambola de aciertos. De partida, la ‘bíblia’ de la serie –el argumento
principal– es muy atractivo y novedoso. Trata la enseñanza de la filosofía a
los adolescentes y la vincula a cuestiones de actualidad, que no sólo afectan a
los adolescentes, sino a toda la sociedad. Lo hace a través de un profesor
provocador, diferente, crítico, gamberro y con muchas virtudes y defectos. El
personaje era muy atractivo. También influyó cómo se escribieron los diálogos,
las tramas. El hecho de hacer en cada capítulo un filósofo y a partir de las
reflexiones de estos pensadores trabajar un tema concreto, que combine
humor con temas más serios y drama, es pedagógico sin ser pretencioso. El otro
gran éxito fue el equipo artístico y técnico. La energía y la entrega también
fue total e hizo que todo rodara muy bien.
¿Qué
pensaste el primer momento que cayó en tus manos el guión que hablaba sobre un
profesor de filosofía?
Al
principio fue una sorpresa y encontré muy original que el personaje central
fuera un profesor de filosofía. Me atrajo. Luego cuando leí los guiones y me
hicieron la propuesta ya me di cuenta que era muy interesante de hacer. Intuí
que podía ser una novedad en TV3 y gustar a la audiencia. Lo que no sabía fue
el éxito que tendría. Fueron muchos elementos que daban que pensar que si se
hacía bien podía gustar. Tratamos de cuidar el material que teníamos entre
manos.
Más allá
del éxito, es evidente que la serie ha despertado un interés de los jóvenes por
la filosofía. ¿Cuál es para ti la importancia de esta asignatura en las aulas?
Ha sido
fantástico comprobar que después de la primera temporada hubo un aumento en las
matrículas de la carrera de filosofía. Lo encuentro cojonudo. Creo que las
asignaturas humanistas están maltratadas desde hace tiempo. El sistema
educativo ha potenciado desde siempre las materias más técnicas y científicas,
está todo enfocado hacia la producción. Las asignaturas humanistas o artísticas
son las de segundo o tercer orden. En concreto, la filosofía -que parece que no
sirve para nada, que no tiene una salida laboral clara- es una asignatura
incómoda porque motiva a la reflexión y análisis crítico del ser humano, de la
vida y de la sociedad en la que vivimos. Enseña a tener espíritu crítico y un
criterio propio sobre las cosas, a cuestionar todo y no creernos todo lo que
nos venden. Y eso incomoda y molesta mucho a los poderes fácticos. El acierto
de la serie ha sido volver a poner en valor el tema de la filosofía, pero
también la enseñanza y el trabajo de los profesores.
¿En qué
sentido?
Creo que
hacen un trabajo muy importante, tienen mucha responsabilidad, sobre todo en
las edades de la serie, en las que los adolescentes son una esponja y es muy
importante lo que se les mete en la cabeza y el tipo de educación que reciben.
Que a esta edad se les plantee que la filosofía se debe aplicar a la vida real
para cuestionarse las cosas lo encuentro cojonudo. El acierto de la serie es
que recupera la filosofía como materia interesante y necesaria para una
sociedad a la que quieren meter todo con calzador, nos convierten en ciudadanos
pasivos y consumidores. Lo que la filosofía propone es ser ciudadanos activos y
críticos.
¿Preparaste
tu interpretación leyendo alguno de los autores de la serie?
No,
porque ya tuve mucho trabajo para memorizar los guiones. La primera temporada,
en el 85% de las secuencias aparecía Merlí. O sea, el volumen de texto y guión
para memorizar fue acojonante. Tras la jornada de grabación, que era hasta
media tarde, yo tenía que seguir mi trabajo en casa para memorizar lo del día siguiente.
El ritmo de trabajo ha sido muy alto. Después, cuando le tomé el ritmo y la
serie me ofreció la posibilidad de conocer filósofos contemporáneos que
desconocía, sí que me interesaron algunos de ellos e hice algunas lecturas
aparte de algunos de ellos. Fue como un reciclaje.
Sobre los
temas que se abordan y que son parte de la agenda social y política en Chile,
destaca, por ejemplo, la trama del personaje de Oksana, que tiene un hijo. En
un momento determinado, a propósito de su caso, se plantea el debate del
aborto. ¿Qué opinas sobre esa discusión?
Soy
partidario absolutamente de que las mujeres decidan sobre su maternidad. Lo
tengo clarísimo: soy pro aborto. La maternidad tiene que ser deseada en tres
causas y en todas las demás. Es un tema que los adolescentes tienen que tener
muy claro para enfocar sus relaciones sexuales y tiene que hablarse en familia,
al colegio y donde sea. Los adolescentes tienen que tener información sobre eso
y poder ser libres para decidir sobre sus vidas y sus cuerpos.
Hay un
capítulo dedicado a Judith Butler en el que se aborda la transexualidad a
partir del personaje de Quima. Éste tema ha traspasado mucho a la opinión
pública en el último tiempo, sobre todo después del Oscar a “Una Mujer
Fantástica”. Se ha visto claramente que la producción cultural puede influir en
la agenda política. ¿Qué opinas de este rol que tiene la industria audiovisual?
Es
evidente que el cine y la televisión llegan a mucha gente y los que nos
dedicamos a esto tenemos esta posibilidad y responsabilidad. Es un privilegio
tener la oportunidad de influir en decisiones, sobre todo en esta materia.
Ahora, hay que utilizar bien los medios, porque es positivo que en la sociedad
se hable de lo que es tabú. Tendríamos que estar al servicio de la buena
información, de la información neutra y del debate. A parte de entretener y
emocionar, en ficción también tenemos este objetivo de concientizar y crear
opinión.
¿Qué
opinas de las críticas que tildaron a la serie de machista y “macho centrista”,
argumentando que las mujeres tenían roles muy secundarios, criticando algunos
diálogos concretos y calificando al personaje de Merlí de “macho alfa”?
Me hace
reír un poco. Las otras temporadas [segunda y tercera] desminiteron estas
primeras opiniones. Para mí ‘machista’ no es la palabra. Yo distingo ‘machista’
de ‘masculinizante’. Es cierto que hay más chicos que chicas en el aula y
hubieron más tramas masculinas, pero después estos se fue matizando. Como
personaje, Merlí no es machista, sino que es un tipo de hombre que existe en
nuestra sociedad, un mujeriego, un Peter Pan o lo que quieras. Pero no es para
ensalzar el machismo, sino para retratar un tipo de hombre que existe en
nuestra sociedad y cultura, sin entrar a juzgar si esto es bueno o no. El
espectador es suficientemente adulto como para sacar sus propias conclusiones
sobre este tipo de comportamiento y de hombre. A unos les dará risa y a otros
no, el espectador es libre de opinar. No estamos en un parlamento, no es una
cuestión de paridad, es una serie de ficción que refleja la sociedad.
¿Qué
opinas del reflejo que la serie entrega al mundo de la sociedad catalana de
hoy? Existió una polémica por la militancia independentista del personaje de la
profesora de inglés.
Me parece
perfecto porque la situación en Cataluña también es un tema de actualidad. La
serie ocurre en Barcelona, en la Cataluña actual y los problemas de nuestra
sociedad aparecen, quizás de forma tangencial, pero están, como el tema del
independentismo. La serie no ha hecho bandera de nada, ni de una cosa ni de
otra. Está esta profesora y luego otro que se ríe de ella. Que este debate haya
traspasado fronteras y océanos y haya tenido el eco tan brutal es buenísimo
porque da a conocer la realidad de nuestro país. He dado unas 40 entrevistas
a medios argentinos y siempre me preguntan sobre esto: la lengua, el movimiento
independentista… Además, es muy positivo para el audiovisual catalán y para
mostrar el nivel de nuestros profesionales.
¿Qué es
lo que más rescatas de esta experiencia, con qué te quedas?
Ha sido un regalo para mí. Es una
serie que me cayó en un momento determinado de mi vida profesional y personal,
con una edad determinada. A nivel personal y como actor, trabajar con gente
joven, hablar de los temas que se hablaron, reflexionar sobre el ser humano y
sobre la vida como un objetivo del personaje me ha llenado mucho. Merlí me
acompañará mucho tiempo.
(El Deesconcierto / 9-7-2018)
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