domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (20) - JOSEPH CAMPBELL


1 / LA LLAMADA DE LA AVENTURA (4)

“Cierto día el futuro Buddha deseó ir al parque y le dijo a su cochero que alistara la carroza. El hombre trajo una carroza elegante y suntuosa y después de adornarla ricamente, colocó en los arneses cuatro hermosos caballos de la sangre de Sindhava, tan blancos como los pétalos de los lotos blancos, y anunció el futuro Buddha que todo estaba preparado. El futuro Buddha subió a la carroza que era como un palacio para los dioses y se dirigió al parque.

‘El momento de la iluminación del príncipe Siddhartha se acerca -pensaron los dioses- debemos hacerle una señal’, y convirtieron a uno de ellos en un anciano decrépito, con los dientes rotos, el cabello gris, el cuerpo torcido e inclinado, que se apoyaba en un bastón y temblaba, y se lo mostraron al futuro Buddha, pero en forma que sólo él y el cochero pudieran verlo.

Entonces el futuro Buddha dijo a su cochero: ‘Amigo, dime quién es este hombre. Ni siquiera su pelo es como el de los otros hombres.’ Y cuando oyó la respuesta, dijo: ‘Vergüenza de nacer, si todo aquel que ha nacido ha de volverse viejo.’ Y con el corazón agitado regresó y ascendió a su palacio.

‘¿Por qué ha regresado mi hijo tan pronto?, preguntó el rey.

‘Señor, ha visto a un viejo -fue la respuesta-, y porque lo ha visto quiere retirarse del mundo.’

‘¿Quieres matarme, que dices esas cosas? Que preparen inmediatamente unas representaciones para que las vea mi hijo. Si podemos lograr que disfrute del placer dejará de pensar en retirarse del mundo.’ Entonces el rey mandó que su guardia se extendiera media legua en cada dirección.

Otro día, que el futuro Buddha deseó ir al parque, vio a un hombre enfermo que los dioses le habían enviado y habiendo hecho la misma pregunta, regresó con el corazón agitado y ascendió a su palacio.

El rey hjzo la misma pregunta y dio la misma orden que había dado antes y aumentó su guardia y la colocó a tres cuartos de legua en redondo.

Y otro día que el Futuro Buddha volvió al parque, vio un hombre muerto que los dioses le habían enviado y habiendo hecho la misma pregunta, regresó con el corazón agitado y ascendió a su palacio.

Y el rey hizo la misma pregunta y dio las mismas órdenes que había dado antes y extendió la guardia de nuevo y la colocó una legua en redondo.

Y otro día en que el futuro Buddha volvió al parque, vio un monje, cuidadosa y decentemente ataviado, que los dioses le habían enviado y le preguntó a su cochero: ‘Dime, ¿quién es ese hombre?’ ‘Señor, ese es uno de los que se han retirado del mundo’, y el cochero empezó a cantar las alabanzas del retiro del mundo. La idea del retiro del mundo fue del agrado del futuro Buddha.’ (9)

Este primer estadio de la jornada mitológica, que hemos designado con el nombre de “la llamada de la aventura”, significa que el destino ha llamado al héroe y ha transferido su centro de gravedad espiritual del seno de su sociedad a una zona desconocida. Esta fatal región de tesoro y peligro puede ser representada en varias formas: como una tierra distante, un bosque, un reino subterráneo, o bajo las aguas, en el cielo, una isla secreta, la áspera cresta de una montaña; o un profundo estado de sueño; pero siempre es un lugar de fluidos extraños y seres polimorfos, tormentos inimaginables, hechos sobrehumanos y deleites imposibles. El héroe puede obedecer a su propia voluntad para llevar a cabo la aventura, como hizo Teseo cuando llegó a la ciudad de su padre, Atenas, y escuchó la horrible historia del Minotauro; o bien puede ser empujado o llevado al extranjero por un agente benigno o maligno, como Odiseo, que fue transportado por el Mediterráneo en los vientos del encolerizado dios Poseidón. La aventura puede comenzar como un mero accidente, como la de la princesa del cuento de hadas; o simplemente, en un paseo algún fenómeno llama al ojo ocioso y aparta al paseante de los frecuentados caminos de los hombres. Los ejemplos se multiplican, ad infinitum, desde cualquier rincón del mundo. (10)


Notas

(9) Reproducido con el permiso de los editores de Henry Clarke Warren, Buddhism in Translations (Harvard Oriental Series, 3; Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1896), pp. 56-57.

(10) En la sección anterior y a través de las siguientes páginas, no he intentado agotar las evidencias. Haberlo hecho en la forma en que, por ejemplo, lo hace Frazer en La rama dorada hubiera alargado prodigiosamente mis capítulos, sin aclarar la línea básica del monomito. En vez de eso, doy en cada sección unos pocos ejemplos destacados de un grupo de tradiciones representativas ampliamente difundidas. Durante el curso de mi trabajo, cambio gradualmente mis fuentes de información, para que el lector pueda apreciar las cualidades peculiares de los diferentes estilos. Cuando el lector llegue a la última página habrá revisado un número inmenso de mitologías. Si deseara comprobar las citas de cada sección del monomito, sólo necesita consultar algunos de los volúmenes enumerados en las notas y revisar unas cuantas de las múltiples fábulas, que han servido como fuentes.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+