1º edición WEB / 2018
Succiona colmándose de placer por tan generoso gotear
de leche.
En el sonar del pecho materno lo vegetal y lo humano
se reúnen.
Aquellos brazos le acunaron el cuerpo, pequeño sitio
físico
que ha inaugurado dentro del nuevo espacio de la vida.
No desde sus ojos sino desde arriba, con el ver que se
ubica
por encima de la cabeza, observa la yema del pulgar
que aprieta
con suavidad el seno, ese armonioso rulo cayendo sobre
la oreja
y una entrañable parte del perfilado rostro.
Gira entorno. Todo resulta familiar. Su caliente
alegría emite sin ser vista
la fuerza amorosa que trae consigo. Siente desde
afuera, con el limpio y
preciso mirar que toma del mundo unos ínfimos datos:
el lóbulo carnoso,
el terso declive de la piel bajando el pómulo. Esa
presencia de mujer
percibida, el contenido humano que se abre es su
madre.
Cuando baja de la mágica conciencia,
el bebé duerme plácidamente
solo en la cuna.
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