13 / LA LECCIÓN DEL PERDÓN (6)
DK
Elisabeth Mann todavía
tiene que perdonarse a diario por una de esas situaciones trágicas en las que
nos planteamos “¿Y si…?” y en la que se vio inmersa cuando era muy joven.
Cuando ella y su familia
llegaron a Auschwitz, los colocaron frente a unos soldados armados que
preguntaron a Elisabeth qué edad tenía su hermano. Ella les respondió que tenía
trece años y les contó con orgullo que, según la tradición judía, ya era un
hombre.
Cuando se enteró de que a
los hombres los enviaban de inmediato a la cámara de gas y a los niños les
perdonaban la vida, temió que su comentario hubiera llevado a su hermano a la
muerte.
“Ojalá se me hubiera
ocurrido decir que era más joven -confiesa Elisabeth-. Si no hubiera dicho su
verdadera edad, quizás aun estaría vivo. Si me hubiera callado, quizás habría
sobrevivido. Muchas veces siento que lo envié a la muerte.”
Incluso en la actualidad
Elisabeth echa de menos a su hermano pequeño y se pregunta “¿Y si…?”. Pero debe
continuar buscando el perdón en su corazón debido a su equivocado sentido de la
responsabilidad.
La mayoría de nosotros no
tenemos que enfrentarnos a cuestiones tan graves como la de Elisabeth Mann,
pero a menudo nos juzgamos y nos consideramos poco adecuados y malas personas.
La clave para perdonarnos a nosotros mismos consiste en darnos cuenta de que
habríamos actuado de una forma distinta si lo hubiéramos sabido hacer mejor.
Nadie piensa: “Vaya, este sería un buen error para cometer” o “Haré esto porque
así me sentiré realmente mal por haber herido a esa persona”. Cuando hacemos
las cosas creemos que actuamos de la manera correcta, de modo que tenemos que
perdonarnos por no saberlo todo. Incluso si hemos herido a alguien a propósito,
seguramente ha sido porque también nosotros nos sentíamos heridos. Si
pudiéramos haber elegido una alternativa mejor, es probable que lo hubiéramos
hecho.
Estamos en esta vida para
cometer errores, herirnos los unos a los otros de forma accidental y, de vez en
cuando, perder nuestro camino. Si fuéramos perfectos, no estaríamos aquí. Y la
única forma de aprender a perdonarnos es cometer algunos errores. Hacemos lo
que hacemos porque somos humanos. Y si hemos hecho algo tan terrible que nos
resulta imposible perdonarnos, siempre podemos entregarlo a Dios. Podemos
decir: “Dios, no puedo perdonarme a mí mismo todavía. ¿Puedes perdonarme y
ayudarme a encontrar el perdón en mi interior?”
Debemos recordar que el
perdón no es una tarea que se realiza una vez en la vida sino algo continuo. El
perdón es nuestro plan de mantenimiento espiritual; nos ayuda a sentirnos en
paz y a estar en contacto con el amor. Nuestra única tarea es volver a abrir
nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario