domingo

LA PATRIA QUE TE PARIÓ (EXPLICACIÓN DEL AMOR DE JULIO HERRERA Y REISSIG) - 9



HUGO GIOVANETTI VIOLA

primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018

obra de portada: Haugussto Brazlleim

EPISODIO 9: LATIGAZOS


Batata

César Miranda tuvo que agarrarse el sombrero con las dos manos para cuerpear la pampereada y al llegar a la casona donde vivía Julio Herrera Reissig lo encontró en la cochera de la planta baja, tocando Una lágrima.


-Aquí está el vil metal -esperó a que su ídolo terminara de desgranar el delirio de Gaspar Sagreras para depositar veinticinco pesos junto al farolito que entristecía la ex sala de los pintores el hombre-muchacho de bigote bondadoso. -Lamento la demora.

Entonces Julio apoyó la guitarra sobre un dressoir muy sucio y se paró a abrazar a su futuro albacea jadeando:

-Vos nunca llegás tarde y siempre vas a ser mi Seguro Cireneo, Saulo de la Hélade. Todavía estoy a tiempo para embozalar a los mormoradores que ahora me acusan de no ser capaz de asumir la capitanía alquileresca de mi hogar. ¿Qué te pareció el Decreto? Ya veo que estás más aterrado que el cuzquerío de Troya frente al Pelida en llamas.

-Es que no me habías dicho que pensabas publicarlo -se le perló la palidez al otro, sacando un ejemplar de La Razón que llevaba entubado en un bolsillo del paletó.

-Esta vez no hubo clemencia en Las Piedras, queridísimo César. Cuando el Hijo de Dios latigueó a los profanadores de la ekklesia supo que iban a pagar justos por pecadores. Y mi humilde trabajo podrá parecerle funambulesco a los elefantinos o a los denunciadores de tiquismiquis pero pertenece al reino. ¿Te molesta que sea una fiera fiel?

-Ya sabés que me ne frego. ¿Pero qué opina Julieta?

-Ella sabe refunfuñar sin arañar -se remangó el pantalón para encajarse un jeringazo el imperator. -Ayer estuve practicando un método de curación autoidentificatoria que me enseñó Blanes Viale mientras me retrataba sentado en este mismo canapé. Él había aprendido a aplicarlo gracias a un médium sufí que conoció en Mallorca.

-¿Un método espiritista?

-No. Un ejercicio imaginativo de psicologación. A saber: ¿en quién te convertirías si tuvieras que disfrazarte para salvar tu vida? ¿Cómo sería ese personaje? ¿Soportarías que ese hermano/otro/enemigo/fachada te observara y hablara con tu propia voz? ¿Dialogarías con él? ¿Qué es lo que quiere saber esta especie de Yo oscuro?

El seudonimizado Pablo de Grecia se empezó abanicar con el diario donde estaba publicado el Decreto y murmuró con miedo:

-¿Y pudiste visualizar a tu dióscuro?

-Sí. Era aquel monaguillo apodado Batata que alegró una misa de difuntos dejando caer abstraídamente las vinajeras en el Colegio Parroquial del Cordón. Y se armó un toletole terrible pero milagroso. Creo que en mis entretelas nunca dejé de ser ese santo indecente de trece años que escandalizaba sin piedad a los cuerdos.

-¿Y por qué te decían Batata?

-Algunos me decían Bata, también. No me acuerdo el motivo, aunque sé que ese Pólux es el ángel impoluto que ioniza electroluminiscentemente la travesía santélmica de mis desastres. ¿Pero no te parece mejor que alucinemos un rato hablando de negocios?


Decreto

-Abomino la promiscuidad de catálogo -leyó altisonantemente Botana, atrincherado en el rincón del Polo Bamba donde se reunía el séquito de admiradores del Bastardo en los años guerreros. -¡Solo y conmigo mismo! Proclamo la inmunidad de mi persona. Ego sum imperator. Me incomoda que ciertos peluqueros de la crítica me hagan la barba… Dejad en paz a los Dioses! Yo, Julio. Torre de los Panoramas.

Lucas Rosso había llegado el día anterior a Montevideo para empezar su vida de pintor à la page y mientras se sacaba el sombrerazo de dandy anarquista chistó:

-Esos son güevos. ¿Pero por qué lo firmó en la Torre de los Panoramas?

-Porque él sigue viviendo en su allí más alto. Me hace acordar a ese farero sueco que ahora se encastilló en la Isla de Lobos como un eremita -prendió un habanillo el servidor saravista que había visto morir a Justo Regusci en la misma carreta donde le serrucharon el brazo a Lucas.

-Sí, Jonás Erik Jönson: el adorador de la Virgen. Y le puedo asegurar que es un lector tan apasionado de la obra herreriana que hasta se da corte parloteando con el estilo torrista y todo.

-Entonces este Decreto va a deslumbrarlo -incrustó el ejemplar de La Razón en la humareda crepuscular del café el muchacho altisonante. -¿Y Florián por qué no vino?

-El tañidor de la estrellera quedó volando de fiebre y tosiendo como un cerbero. Pero estoy seguro de que cuando le muestre este pelotazo va a sentir que está bañándose en un sudor de rosas.

-Me enteré que ya compusieron una monodia con Julio.

-Y este domingo lo va a visitar para entregarle la segunda letra. El imperator le mandó un mensaje adelantándole que se titulará Luna blanca sobre una luna negra y que se trata de una despedida.

Entonces Botana contempló las hojas que arremolinaba el pampero en el Boulevard y sacudió una mueca lastimosa:

-Seguramente es una despedida para Soledad Luna, su hija. En julio ya cumple los nueve años.

-Caramba -demoró muchísimo en sacarse el único guante amarillo el nuevo artista cimarrón de la toldería. -No la hacía tan mayor.

-La niña es hija de la maestra María Eulalia Minetti y Julio les dedicó un soneto que tituló Camafeo galante y termina así:

Lejos de los siniestros arenales
en que desmaya la columna trunca
de la mortal desilusión, María,
alza la torre de tu fantasía
en los dominios supersustanciales
donde la luna no se pone nunca.

-Lástima que ese lugar sin Ananké sea una pura ilusión -suspiró el pintor manco.

Botana volvió a sondear el crepúsculo plateado pero no contestó.


Pedos

De golpe Julio bostezó poniendo los ojos en blanco y al desparramarse en el canapé le quedaron colgando unas botas tan desastrosas como las que había pintado Van Gogh en París veintitrés años atrás.

-¿Te acordás cuando Blanes Viale hizo traer una chaise longue para que descansara mientras le posaba? -sonrió muy ahogadamente el gigante que hedía a alcohol antiséptico. -Cómo amé este atelier que ahora va a transformarse en el depósito de nuestro néctar montañés. ¿Por qué estaré condenado a morir ebrio de ilusiones, César?

El hombre-muchacho de bigote piadoso se sentó atrás del farolito y trató de descifrar en voz alta una hoja muy borroneada:

-Vieux Carignon. Grands Vins Naturels de. El resto no lo entiendo.

-De Rousillon - Pyrénées - Orientales, France. Hoy no se me ocurrió otra imbecilidad más lucrativa que bajar a esta catacumba y redactar lo que irá impreso en las etiquetas de las botellas. ¿Me quedó muy pomposo?

-No. Suena elegantísimo.

-Pero vos todavía no creés en el negocio del medoc aguachento -se apretó la barriga para descerrajar un enorme pedo Julio. -Si te conoceré. ¿Eso te sonó elegante?

-Me sonó un poco al pedo -carcajeó recuperando el buen color Miranda. -Y ya sabés muy bien que los negocios que verdaderamente me interesan no son los del vil metal.

-¿Y eso lo vas a decir cuando hables en mi entierro?

Entonces el poeta-abogado agarró la pluma y la hizo chirriar con saña: Vivir en belleza, morir en gloria y renacer en inmortalidad, tal es tu destino.

-Aquí está lo que diría, pero no te lo voy a leer ahora -ladró parándose eléctricamente.

-No te enojes, hermano.

-Es que esta clase de imbecilidades no te las soporta nadie. Y creo que hoy ya alcanzó con el Decreto que vomitaste en la plaza de la toldería.

-Es verdad. Y te pido perdón expropiándole una cursilería al tarado de De Amicis: Ahora siento que no soy digno de besar tus plantas, mi Seguro Cireneo. Che: ¿por casualidad te enteraste si ya llegó de Maldonado el compinche de Sabino?

-Acabo de verlo en el Polo Bamba -volvió a sentarse el otro metiéndose La Razón enrollada en el bolsillo del paletó. -Llegó ayer y está viviendo en la casa de Florián Regusci.

-Es el que se quedó manco en la retirada de Paso del Parque.

-Sí. Lucas Rosso. Y ahora está decidido a volver pintar con el brazo izquierdo.

-Pobre.

-Pobres somos todos.

-¿Pero vos tenés fe en que vamos a poder vender el vino de Campá? Decime la verdad, carajo.

-Claro -se le volvió a perlar la palidez a Miranda. -Aunque sinceramente no creo que un grandioso porvenir pueda labrarse vendiendo un medoc exótico.

El imperator le contestó rajándose otro furibundo pedo y esta vez no se rieron.


Carta

-A mí siempre me costó creer en la gente -vació su ajenjo Lucas Rosso con mirada de lobo. -Pero la guerra me amputó la fe en todo. Y el año pasado me puse a estudiar francés nada más que para poder leer un libro vomitado por el Bajísimo que me prestó el sueco. Ahí está presentada en carne viva la irrefutable verdad a la que tenemos que resignarnos.

-Me imagino que son Les Chants de Maldoror -cabeceó Botana, avergonzado. -Y pensar que yo me quedé trancado en el tercer canto. A Julio lo deslumbran.

-De ahí la escandalizante paradoja de que el autor de tantos éxtasis bucólicos también nos haya arponeado con un epílogo más lautréamontiano que wagneriano.

-¿Y vos ni siquiera le apostás al espiritismo? -desvió la conversación el dandy que se consideraba burrero como güeso’e bagual.

-Yo en lo único que creo es en la invencibilidad de mi compinche Sabino Regusci -se le humedeció melancólicamente la ferocidad a Lucas. -Y a veces tengo que rezar una carta y un soneto que me mandó desde Buenos Aires para espantar la tentación de dinamitarme los sesos. Te puedo asegurar que esa fe quijotesca que él tenía es más fuerte que el diablo.

-Coño. ¿Y sería mucho atrevimiento pedirte que me muestres esos escritos?

-No precisás leerlos porque te los podría recitar de punta a punta -apoyó el muñón desbordado por la manga de tweed sobre la mesa el hombre de pómulos acalaverados. -Pero me juré no mostrarle jamás a nadie esa explosión de pureza que el mundo no se merece.

-Julio ha definido a Sabino como una especie de supernova de Kepler: De Stella nova in pede Serpentarii. Constelación Ophiuchus -contempló el azul cobalto azotado por el ventarrón portuario Botana.

-De ese descubrimiento me ha hablado muchas veces Jonás Erik Jönson, que también es astrónomo.

-Bueno, y el otro día se sentía tan desesperado por contactarse con la autoridad mesiánica del verdulero de la Boca que le rogó al sultán Checri Abi-Saab que lo localizara en el peri-sprit.

-¿Dónde? -graznó una carcajadita el manco de Paso del Parque. -Un cristiano visceral como el imperator tendría que saber que a Sabino solamente podríamos encontrarlo sentado a la derecha del Señor. En el caso de que la resurrección del Señor no fuera un cuento chino, bien sûr.

-Julio está componiendo al mismo tiempo una Psicologación morbo-panteísta y una Berceuse blanca donde su Narciso pretende divinizarse inmolándose en la hondura supersustancial de la Sine Labe Concepta, después de haberle hecho el amor blasfematoriamente a la requin antediluviana de Le Montévidéen.

-¿Y cómo se le hace el amor a la tiburona más satánica de este planeta infecto? -hizo una seña con su brazo zonzo para pedir otro ajenjo el pintor à la page.

-Excomulgando a latigazo limpio a la Ananké, Luquitas. Para eso vive Julio.

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