MANÍA DE GRANDEZA, ENFERMEDAD BURGUESA
Algunos escritores creen
infundir altura y grandeza a sus obras, hablando en ellas del cielo, de los
astros y sus rotaciones, de las fuerzas interatómicas, de los electrones, del
soplo y equilibrio cósmico, aunque en tales obras no alienta, en verdad, el
menor sentimiento de esos materiales estéticos. En la base de estas obras están
sólo los nombres de las cosas, pero no el sentimiento o noción emotiva y
creadora de las cosas.
COMUNISMO
INTEGRAL
Todo cuanto existe, digno
es de entrar en la obra de arte, porque todo goza de la inmanente dignidad de
la existencia. El arte no distingue cosa sucia o inferior. La distinción de
cosa sucia podrá venir del estómago. Lo de cosa inferior, del cerebro. El
corazón no tiene nada que ver en estas diferenciaciones. Un gran dolor, un
inmenso placer, hacen olvidar lo sucio y lo inferior, nivelándolo todo en
emoción.
Son muy ilustrativos, a
este respecto, el arte y la literatura soviéticos. El aliento vital que sube
por ellos desde el subsuelo y las entrañas sociales, está rectificando, como en
alambique de gran precisión, todo el sistema de valores estéticos y morales de
la historia. Es una ofensiva arrolladora de liberación y clarificación del
arte, impulsada y sostenida por diversos y nuevos factores sociales
revolucionarios, derivados, a su vez, de un vasto y radical desplazamiento de
las relaciones de la producción y del derecho.
Conjuntamente con las
costumbres, las ideas y los intereses, se sacuden bien al aire, cobrando salud
y gracia nuevas, las palabras, los colores, las formas, las sensaciones, los sentimientos.
Sobre todo, los sentimientos. Una nueva y hasta hoy desconocida psicología nace
en Rusia, más libre, más natural y más racional que la psicología burguesa.
¡Qué lejos del tartufismo, de la “delicadeza” convencional y ñoña y de la
vergüenza burguesa. En una pieza teatral, un hombre ordena el fusilamiento de
su hermano, en nombre del interés revolucionario. En una novela, una mujer
solicita y obtiene de las autoridades que el hijo que acaba de dar a luz, sea
suprimido, en virtud de haber nacido estropeado. En un cuadro de pintura,
figura un obrero en actitud de defecar, sentado en un confortable wáter-clos. En un “film”, hay un toro
negro y vigoroso, cubriendo a una ternera blanca y núbil. Etc., etc.
Qué lejos se está,
asimismo, del vicio, del crimen, de la pornografía literaria y artística y de
la “prostitución en forma de suplemento artístico” -que decía Lenin- del
capitalismo decadente, y hasta de la propia inventiva aristofánica (malicia o
tono subido sistemático, es decir, decadencia) y no digo ya de bestialidad,
regresiva y cínica, del Bajo Imperio y de las Babilonias refinadas de la
antigüedad. No hay que confundir la naturalidad humana, libre y racional de la
vida, con su desnaturalización infra-animal. Base de aquella es el pudor; fundamento
y apoyo de esta es la pudibundez de fachada o el “desnudismo” inventado
últimamente por la burguesía alemana y que no es otra cosa que el clásico
cinismo, a las buenas.
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