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JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (39)


EL CATRE

Hombre que supo tener catre mañero, aura que dice, Teróflico Mocheta, el casau con Salvada Cuerda, que se le fue con un tropero y después la gente comentaba: “¡Parece mentira, don Teróflico, un hombre que parecía que tenía cuerda pa rato!”

Lindo catre sin dispreciar. Lo había hecho el mesmo Teróflico, pa la cuestión del casorio. Catre e tijera, madera e ñandubay, que la estuvo trabajando como dos meses y le sobró pa un banquito petisón y una tranca pa la cocina.

Catre e dos plazas, que la lona se la compró a un circo que se fundió cuando al mago le salió mal una prueba, y hizo desaparecer los liones.

Pero una noche, después del paso del tropero, cuando Teróflico dormía a pata suelta, va y siente como que el catre se le mueve. Sueño pesau, cansau el hombre, dejó la cosa pa priocuparse al otro día.

Cuando se dispierta, que ricién venía queriendo clariar, estira la mano así pa este lau ande tenía que estar el farol, y nada. Estira la otra pal lau de la paré, y no la halla.

Desorientau como quien se despierta en rancho ajeno, demoró en darse cuenta que el catre se le había corrido pa la mitá de la pieza. Lo arrimó e nuevo, no dijo palabra, pero quedó priocupau.

Pal mediodía, después de haber trajinau en los quehaceres, Teróflico se fue a despuntar un sueñito. Hombrfe de sestiar corto, se quitó nomás que las alpargatas y se tendió en el catre. No había terminau de acomodar la persona, cuando el catre amagó a cerrarse, se abrió de golpe y al estirar la lona lo sacó limpito. ¡Malo Teróflico! Manotió un rebenque y le llevó la carga, pero el catre no sólo que le hizo frente, sino que lo atropelló y lo pisó con una pata e ñandubay. ¡En un grito Teróflico!

Pa la nochecita, Teróflico dentro al rancho chiflando un estilito, como si nada hubiera pasau. Comió, se quitó el chaleco y lo diba bombiando de reojo al catre. Cuando se le arrimó, va el catre y se le para e manos. Teróflico, que no lo había facilitau, le sacó el cuerpo, lo manotió de un costau y se le trepó. ¡En los jamases se vio un catre bellaquiar de esa manera! A los bufidos ganó la puerta, medio se cerró pa salir y enderezó pal alambrau, se sentó en los garrones y Teróflico priendido y a los gritos. En un corcovo el hombre quedó desacomdau, y en una costalada Teróflico voló y fue a caer en un bañadero e patos.

Llegó al boliche El Resorte hecho una disgracia.

Taban tomando unos vinitos la Duvija, el pardo Santiago y Sureste Nones. A lo que lo vieron todito embarrau, va Dufeliz Recontra y le priegunta:

-¿Vino de asrratro don Teróflico, o hace mucho que no se lava?

La Duvija se ofreció pa pasarle una escoba, de mientras el hombre diba contando la custión del catre. Cuando concluyó, Dufeliz Recontra se persinó y dijo:

-¡Dios me perdone don Teróflico, pero ese catre ta embrujau!

-Yo tengo vistos casos movidos -dijo la Duvija- pero así de pa fuera nenguno.

-El asunto es medio estraño, sí señor -opinó el tape Olmedo- porque el ñandubay lo que tiene es que es más bien quietón.

-Y digo yo, don Teróflico -dijo el pardo Santiago- ¿no será que usté anda muy mamau?

-No señor -dijo medio amoscau Teróflico Mocheta-; dende que pasó por el pago aquel tropero, lo vine notando medio rarote. No hay más que quedó como resentido: estraña a la mujer.

Dispués Teróflico dormía en el suelo y el catre quietito, en un rincón, con la lona que se le diba amojosando. Hasta que una mañana, se dispertó y lo halló con las cuatro patas pa arriba.

Esa tarde, Teróflico Mocheta comentaba en el boliche:

-¡Parece hasta mentira señor! ¡Ñandubay y todo, salió más flojote que mucho crestiano; se quedó, como un pajarito!

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