EL CATRE
Hombre que supo tener
catre mañero, aura que dice, Teróflico Mocheta, el casau con Salvada Cuerda,
que se le fue con un tropero y después la gente comentaba: “¡Parece mentira,
don Teróflico, un hombre que parecía que tenía cuerda pa rato!”
Lindo catre sin
dispreciar. Lo había hecho el mesmo Teróflico, pa la cuestión del casorio.
Catre e tijera, madera e ñandubay, que la estuvo trabajando como dos meses y le
sobró pa un banquito petisón y una tranca pa la cocina.
Catre e dos plazas, que
la lona se la compró a un circo que se fundió cuando al mago le salió mal una
prueba, y hizo desaparecer los liones.
Pero una noche, después
del paso del tropero, cuando Teróflico dormía a pata suelta, va y siente como
que el catre se le mueve. Sueño pesau, cansau el hombre, dejó la cosa pa
priocuparse al otro día.
Cuando se dispierta, que
ricién venía queriendo clariar, estira la mano así pa este lau ande tenía que
estar el farol, y nada. Estira la otra pal lau de la paré, y no la halla.
Desorientau como quien se
despierta en rancho ajeno, demoró en darse cuenta que el catre se le había
corrido pa la mitá de la pieza. Lo arrimó e nuevo, no dijo palabra, pero quedó
priocupau.
Pal mediodía, después de
haber trajinau en los quehaceres, Teróflico se fue a despuntar un sueñito.
Hombrfe de sestiar corto, se quitó nomás que las alpargatas y se tendió en el
catre. No había terminau de acomodar la persona, cuando el catre amagó a
cerrarse, se abrió de golpe y al estirar la lona lo sacó limpito. ¡Malo
Teróflico! Manotió un rebenque y le llevó la carga, pero el catre no sólo que
le hizo frente, sino que lo atropelló y lo pisó con una pata e ñandubay. ¡En un
grito Teróflico!
Pa la nochecita,
Teróflico dentro al rancho chiflando un estilito, como si nada hubiera pasau.
Comió, se quitó el chaleco y lo diba bombiando de reojo al catre. Cuando se le
arrimó, va el catre y se le para e manos. Teróflico, que no lo había facilitau,
le sacó el cuerpo, lo manotió de un costau y se le trepó. ¡En los jamases se
vio un catre bellaquiar de esa manera! A los bufidos ganó la puerta, medio se
cerró pa salir y enderezó pal alambrau, se sentó en los garrones y Teróflico
priendido y a los gritos. En un corcovo el hombre quedó desacomdau, y en una
costalada Teróflico voló y fue a caer en un bañadero e patos.
Llegó al boliche El
Resorte hecho una disgracia.
Taban tomando unos
vinitos la Duvija, el pardo Santiago y Sureste Nones. A lo que lo vieron todito
embarrau, va Dufeliz Recontra y le priegunta:
-¿Vino de asrratro don
Teróflico, o hace mucho que no se lava?
La Duvija se ofreció pa
pasarle una escoba, de mientras el hombre diba contando la custión del catre.
Cuando concluyó, Dufeliz Recontra se persinó y dijo:
-¡Dios me perdone don
Teróflico, pero ese catre ta embrujau!
-Yo tengo vistos casos
movidos -dijo la Duvija- pero así de pa fuera nenguno.
-El asunto es medio
estraño, sí señor -opinó el tape Olmedo- porque el ñandubay lo que tiene es que
es más bien quietón.
-Y digo yo, don Teróflico
-dijo el pardo Santiago- ¿no será que usté anda muy mamau?
-No señor -dijo medio
amoscau Teróflico Mocheta-; dende que pasó por el pago aquel tropero, lo vine
notando medio rarote. No hay más que quedó como resentido: estraña a la mujer.
Dispués Teróflico dormía
en el suelo y el catre quietito, en un rincón, con la lona que se le diba
amojosando. Hasta que una mañana, se dispertó y lo halló con las cuatro patas
pa arriba.
Esa tarde, Teróflico Mocheta
comentaba en el boliche:
-¡Parece hasta mentira
señor! ¡Ñandubay y todo, salió más flojote que mucho crestiano; se quedó, como
un pajarito!
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