domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (40)


LA SORDERA DE LIGUSTRINO CAMPANA



El que supo ser sordo, fue Ligustro Campana, el casau con Clerica Plaza.

Quedó sordo dende una vez que en el boliche El Resorte se durmió parau contra el mostrador, y le clavaron las chancletas contra el suelo del lau del talón. A lo que se dispertó, fue a caminar y no pudo y del susto se ensordeció.

Una tapia aquel crestiano. La mujere no hallaba forma e dispertarlo de mañana. Le ponía al lau del catre cuatro gallos, güenos cantores y puntuales, media docena e teros y tres despertadores. Cuando dentraba a clariar, sonaban todos juntos a la vez de golpe. La mujer pegaba cada salto que se reventaba contra el techo, y Ligustro Campana ni parpadiaba. Pa la siesta, similar. Ella traía unos gurises medios diablos pa que golpiaran latas, le pisaba la cola al gato al lau del catre, le chumbiaba los perros, y el hombre como si nada. Ricién a la segunda o tercera vez que lo zambullían en la cachimba se ricordaba.

Cuando Ligustro Campana andaba entre gente, pa disimular la sordera de tanto en tanto chistaba.

Una güelta, en el boliche El Resorte, taban la Duvija, Lamentable Jeje, el tape Olmedo, el pardo Santiago y Ligustro Campana, cuando va y cae un guitarrero y cantor. Saludó, pidió una copa y permiso, acomodó un cajón de cerveza como pa estribar, y después del segundo trago dentró a templar.

Ligustro Campana, sordo y todo, calculó que era guitarrero por el instrumento. Pa ganar el tirón y que el otro no se diera cuenta que era sordo, fue y le dijo:

-Desculpe paisano, pero me gustaría escuchar una milonguita si es conocedor.

Todos se miraron. El guitarrero dijo que cómo no encantau y arrancó con una milonga campera que era un lujo. Ligustro Campana lo miraba sonriendo, y chistó dos veces por las dudas. Cuando del hombre terminó le dijo:

-Muchas gracias paisano, linda milonga. Lástima la bordona; ta baja de tono.

-Pudiera, sí señor -dijo el guitarrero-; con la humedá miente un poco. -Y repasó el clavijero.

Fue por áhi cuando el tape Olmedo agarró al parto Santiago, lo llevó pa un rincón y le dijo:

-Mire don Santiago -le dijo- a mí qué quiere que le diga me parte el alma verlo al hombre, sordo, y haciendo papelones pa disimular. Que en una, fijesé, es capaz que el guitarrero se da cuenta y le pega de callau.

-Y si le pega hablando es lo mismo -señaló el pardo.

-Yo creo que si nosotros fuimo los que le clavamo las chancletas, nosotros le tenemo que destupir las orejas.

En un acuerdo los dos, agarraron una escopeta, se le arrimaron de atrás, dispacito, al ñudo porque era sordo, y apuntando pal techo le dispararon los dos cartuchos contra la oreja. El guitarrero, que taba metido en un estilo, pegó el salto y echó mano. Ligustro Campana se sacudió, oyó como un chiflido en las orejas, y después todo clarito.

Una alegría aquel crestiano, que saltaba en una pata. Cuando le contaron al guitarrero eran las risas. Dentraron a tomar un vino pal festeje, y allá pa la madrugada Ligustro Campana se fue pa las casas. Medio mamau no quiso dispertar a la mujer.

Cuando venía clariando, los gallos, los teros y los dispertadores dentraron a sonar todos juntos a la vez de golpe.

Se ha llevau un susto Ligustro Campana, que ahí anda el pobre, ensordecido como una tapia.

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