NO MÁS OBRAS MAESTRAS (6)
La música afecta a las
serpientes no porque les proporcione nociones espirituales, sino porque las
serpientes son largas y se enroscan largamente en la tierra, porque tocan la
tierra con casi todos los puntos del cuerpo, y porque las vibraciones musicales
que se comunican a la tierra las afectan como un masaje muy sutil y muy largo;
y bien, propongo tratar a los espectadores como trata el encantador a las
serpientes, llevarlos por medio del organismo a las nociones más sutiles.
Primero por medios
groseros, que se refinarán gradualmente. Esos medios groseros inmediatos
retendrán al principio la atención del espectador.
Por eso en el teatro de
la crueldad el espectador está en el centro, y el espectáculo a su alrededor.
En ese espectáculo la
sonorización es constante: los sonidos, los ruidos, los gritos son escogidos
ante todo por su calidad vibratoria, y luego por lo que ellos representan.
Entre esos medios que se
refinan gradualmente interviene en su momento la luz. La luz que no sólo
colorea o ilumina, pues también tiene fuerza, influencia, sugestión. Y la luz
de una caverna verde no comunica al organismo la misma disposición sensual que
la luz de un día ventoso.
Tras el sonido y la luz,
llega la acción, y el dinamismo de la acción: aquí el teatro, lejos de copiar
la vida, intenta comunicarse con las fuerzas puras. Y ya se las acepte o se las
niegue, hay sin embargo un lenguaje que llama “fuerzas” a cuanto hace nacer
imágenes de energía en el inconsciente, y crímenes gratuitos en la superficie.
Una acción violenta y
concentrada es una especie de lirismo: excita imágenes sobrenaturales, una
corriente sanguínea de imágenes, un chorro sangriento de imágenes en la cabeza
del poeta, y en la cabeza del espectador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario