NO MÁS OBRAS MAESTRAS (5)
Propongo devolver al
teatro esa idea elemental mágica, retomada por el psicoanálisis moderno, que
consiste en curar a un enfermo haciéndolo adoptar la actitud exterior aparente
del estado que se quiere resucitar.
Propongo renunciar a ese
empirismo de imágenes que el inconsciente proporciona casualmente, y que
distribuimos también casualmente, llamándolas imágenes poéticas, y herméticas
por lo tanto, como si la especie de trance que provoca la poesía no resonara en
la sensibilidad entera, en todos los nervios, y como si la poesía fuese una
fuerza vaga de movimientos invariables.
Propongo recobrar por
medio del teatro el conocimiento físico de las imágenes y los medios de inducir
al trance, como la medicina china que sabe qué puntos debe punzar en el cuerpo
humano para regular las más sutiles funciones.
Quien haya olvidado el
poder de comunicación y el mimetismo mágico de un gesto puede instruirse otra
vez en el teatro, pues un gesto lleva su fuerza consigo, y porque hay además
seres humanos en el teatro para manifestar la fuerza de un gesto.
Hacer arte es quitarle al
gesto su poder de resonancia en el organismo; resonancia que (si el gesto se
hace en las condiciones y con la fuerza requeridas) incita al organismo, y por
medio de él a la individualidad entera a adoptar actitudes en armonía con ese
gesto.
El teatro es el único
lugar del mundo y el último medio general que tenemos aun de afectar
directamente al organismo, y, en los períodos de neurosis y de sensualidad negativa
como la que hoy nos inunda, de atacar esta sensualidad con medios físicos
irresistibles.
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