domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (15) - JOSEPH CAMPBELL


4 / EL OMBLIGO DEL MUNDO (3)

El Ombligo del Mundo es ubicuo. Y como es la fuente de toda la existencia, produce la plenitud mundial del bien y del mal. La fealdad y la belleza, el pecado y la virtud, el placer y el dolor, son igualmente producidos por él. “Para el dios, todo es bello, bueno y justo -dice Heráclito--, los hombres, por el contrario, tienen unas cosas por justas y otras por injustas”. (54) De aquí que las figuras a que se rinde culto en los templos del mundo no sean de ninguna manera siempre bellas, siempre benignas o ni siquiera necesariamente virtuosas. Como la deidad del libro de Job, trascienden las escalas de los valores humanos. Del mismo modo la mitología no destaca como su héroe más grande al hombre meramente virtuoso. La virtud no es sino el preludio pedagógico de la visión ulterior culminante, que está más allá de cualquier pareja de conceptos. La virtud oprime al yo centrado en sí mismo y hace posible la centralidad transpersonal, pero cuando eso ha sucedido ¿qué habrá después del dolor y del placer, del vicio o de la virtud, ya sea de nuestro yo o de otro? Se percibe entonces la fuerza trascendente que vive en todos, que en todos es maravillosa y que merece nuestra profunda obediencia en forma absoluta.

Porque como dijo Heráclito: “Lo distendido vuelve a equilibrio; de equilibrio en tensión se hace bellísimo coajuste, que todas las cosas se engendran de discordia.” (35) O, como también ha dicho el poeta Blake: “El rugir de los leones, el aullar de los lobos, la cólera del mar huracanado y la espada destructiva, son trozos de eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre.” (56)

Esta dificultad puede observarse vívidamente en una anécdota de Yoruba (África Occidental) contada de Edshu, la divinidad engañadora. Un día, este extraño dios caminaba por un sendero en medio de dos campos. “Vio un labriego trabajando en cada uno de ellos y se propuso jugar con los dos. Se puso un sombrero que era rojo de un lado y blanco del otro, verde por delante y negro por detrás, (estos son los colores de las cuatro direcciones del mundo; Edshu es la personificación del centro, del axis mundi, del Ombligo del Mundo); de manera que cuando los labriegos regresaron a su aldea, uno le dijo al otro: ‘¿Viste pasar ese viejo con el sombrero blanco?’, el otro contestó: ‘El sombrero era rojo’. Y el primero dijo: ‘No, era blanco.’ Y el primero dijo: ‘No, era blanco.’ ‘Era rojo’, insistió su amigo, ‘lo vi con mis propios ojos’. ‘Debes de estar ciego’, declaró el primero. ‘Debes estar borracho’, contestó el otro. La disputa creció y llegaron a los golpes. Cuando iban a acuchillarse fueron llevados por sus vecinos ante el juez. Edshu estaba en medio de la multitud que presenciaba el juicio y cuando el juez no pudo decidir de qué lado estaba la justicia, el viejo engañador se desenmascaró, expuso lo que había hecho y mostró el sombrero. ‘No tenían más remedio que pelear’, dijo. ‘Así lo quise yo. Sembrar la discordia es mi más grande júbilo.’” (57)

El moralista se llenaría de indignación y el poeta trágico de compasión y temor; la mitología rompe la vida entera de una vasta y horrible Divina Comedia. Su risa olímpica no tiene nada de escapista, sino que es dura, con la dureza de la vida misma, que podemos suponer es la dureza de Dios, el Creador. La mitología en este sentido hace que la actitud trágica aparezca hasta cierto punto histórica y del juicio meramente moral limitado. Esta dureza se equilibra con la seguridad de que todo lo que vemos no es sino el reflejo de una fuerza perdurable, a la cual no alcanza el dolor. Por eso estas fábulas son despiadadas y no conocen el terror; están penetradas del júbilo de un anonimato trascendente que se mira a sí mismo en todos los egos combatientes y centrados en sí que nacen y mueren en el tiempo.


Notas

(54) Heráclito, Fragmento 102.
(55) Heráclito, Fragmento 8.
(56) William Blake, The marriage of Heaven and Hell, “Proverbs of Hell”.
(57) Leo Frobenius, Und Afrika sprach… (Berlín, Vita, Deutsches Verlagshaus, 1912), pp. 243-45. Compárese con el episodio asombrosamente similar de Odin (Wotan) en la Edda en prosa, “Skáldskaparmál” I (“Scandinavian Classics”, vol. V; Nueva York, 1929, p. 96). Compárese también el mandato de Yavé en Éxodo, 32:27: “Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.”

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