OBREROS MANUALES Y OBREROS INTELECTUALES
En el sistema capitalista
de producción económica, resulta difícil determinar y medir en el obrero
intelectual, su función social de cooperación humana -de rendimiento, en términos
económicos. En el obrero manual, el trabajo es, por naturaleza, claro y
apreciable en cifras concretas. El esfuerzo es aquí susceptible de ser medido y
estimado con rigurosa exactitud. En el régimen taylorista de trabajo -perfeccionado
por el fordismo- existe una multitud de instrumentos científicos, destinados a
medir y valorar las diversas e innumerables labores de la producción en cadena.
El más sutil estremecimiento productor, realizado por el músculo, está
cronometrizado en números infinitesimales. Tratándose del trabajo o eficiencia
productiva del obrero intelectual, -del escritor, verbigracia- el caso ofrece
infinitas dificultades para su cronometrización y valorización consiguiente.
En primer lugar, la forma
subjetiva del trabajador intelectual escapa, al menos por ahora, al time study man y a todos sus diagramas y
cronómetros. En segundo lugar, ni siquiera es posible atenerse al volumen o
alcance objetivo del trabajo, de un libro de versos, por ejemplo. Para
establecer el valor económico de este libro, hay que tener en cuenta una serie
de valores inextricables: el prestigio del autor, el grado de su influencia
pública, el momento social en que viene la obra, su filiación política, moral y
estética y el valor intelectual intrínseco del libro. Ya sólo para determinar
este valor intelectual intrínseco, independientemente de los otros mencionados,
se necesita un índice infinito y cambiante de otros tantos datos y elementos
importantes de estimación social y económica. Es entonces que el trabajo
intelectual burla al time study men,
a su cronómetros y diagramas y a la clientela.
En el orden socialista desaparecen
todas esas dificultades. En el orden socialista no hay salarios ni cronómetros
para establecerlos. “De cada cual, según sus
aptitudes; a cada cual, sus necesidades”, es reemplazada por un sistema tácito
de trabajo espontáneo y desinteresado, de un lado, y de templanza temperamental
en el consumo, de otro lado. El ejercicio del trabajo se hace una necesidad y
la satisfacción de los apetitos lleva en sí misma su propia medida. Una y otra
cosa son formas discrecionales de la conducta individual, disciplinas
orgánicas, que excluyen y ponen de sobra todo control de coerción o mordaza
colectivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario