domingo

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN (12)


OBREROS MANUALES Y OBREROS INTELECTUALES

En el sistema capitalista de producción económica, resulta difícil determinar y medir en el obrero intelectual, su función social de cooperación humana -de rendimiento, en términos económicos. En el obrero manual, el trabajo es, por naturaleza, claro y apreciable en cifras concretas. El esfuerzo es aquí susceptible de ser medido y estimado con rigurosa exactitud. En el régimen taylorista de trabajo -perfeccionado por el fordismo- existe una multitud de instrumentos científicos, destinados a medir y valorar las diversas e innumerables labores de la producción en cadena. El más sutil estremecimiento productor, realizado por el músculo, está cronometrizado en números infinitesimales. Tratándose del trabajo o eficiencia productiva del obrero intelectual, -del escritor, verbigracia- el caso ofrece infinitas dificultades para su cronometrización y valorización consiguiente.

En primer lugar, la forma subjetiva del trabajador intelectual escapa, al menos por ahora, al time study man y a todos sus diagramas y cronómetros. En segundo lugar, ni siquiera es posible atenerse al volumen o alcance objetivo del trabajo, de un libro de versos, por ejemplo. Para establecer el valor económico de este libro, hay que tener en cuenta una serie de valores inextricables: el prestigio del autor, el grado de su influencia pública, el momento social en que viene la obra, su filiación política, moral y estética y el valor intelectual intrínseco del libro. Ya sólo para determinar este valor intelectual intrínseco, independientemente de los otros mencionados, se necesita un índice infinito y cambiante de otros tantos datos y elementos importantes de estimación social y económica. Es entonces que el trabajo intelectual burla al time study men, a su cronómetros y diagramas y a la clientela.

En el orden socialista desaparecen todas esas dificultades. En el orden socialista no hay salarios ni cronómetros para establecerlos. “De cada cual, según sus aptitudes; a cada cual, sus necesidades”, es reemplazada por un sistema tácito de trabajo espontáneo y desinteresado, de un lado, y de templanza temperamental en el consumo, de otro lado. El ejercicio del trabajo se hace una necesidad y la satisfacción de los apetitos lleva en sí misma su propia medida. Una y otra cosa son formas discrecionales de la conducta individual, disciplinas orgánicas, que excluyen y ponen de sobra todo control de coerción o mordaza colectivas.

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