sábado

ATEO EN LA TRINCHERA - JUAN DE MARSILIO



TERAPIA INTENSIVA

Hemos venido a pedirles
a los dioses vestidos de blanco un milagro
día tras día tras día tras día
en este raro tiempo que no son
ni siglos ni milenios ni semanas.

Hemos también repintado la fe
en los dioses benignos de la infancia
y les hemos pedido, de rodillas, perdón
por décadas de olvido y adulta sensatez.

Hemos venido a aprender otra vez que la muerte
no es sólo una desgracia que les pasa a los otros.

Hemos venido a amar contra reloj
a ese que postergáramos
para atender cuestiones de importancia.

Hemos venido a ofrendar en la sala de espera
un ocio torturante y tan inútil
como esos arreglos florales
que se ponen, después, sobre las tumbas
(y hemos venido a rezar
para que el tiempo de comprar las flores
nos conceda una prórroga).

Hemos venido a creer que creemos,
a suplicarle a no sé quién ayuda
y a batallar contra las sombras esas
a las que les tememos desde siempre.

Hijo de puta el que nos tilde luego
de maricones por rezar ahora.

Hablan gratis. No entienden. Sólo aquel
que ha estado alguna vez en las trincheras
sabe que en las trincheras no hay ateos.


LAS ACOMPAÑANTES

Es alta noche ya en la sala. Quedan
muy pocos familiares esperando.

Unos dormitan. Otros
están como blindados de dolor,
anticipando el velatorio del
amado que muy pronto ha de partir.

Pueden ahora las acompañantes
dejar caer la máscara
de sincero interés profesional
-que una cosa no tiene
por qué negar la otra-,
bostezar como el león
que ruge en las películas,
estirar la osamenta cansada y crujiente,
conversar acerca
de teleteatros,
contarse algún chiste,
reír.

Alguna vez tal vez ante esa risa
ha bajado la guardia la huesuda
y alguna de sus presas escapó
-ni sospechan los médicos
el porqué del milagro.


LA DESUBICADA

Si hubiera en la sala
algún profesor de literatura
o también de inglés
se daría cuenta de que lo estampado
en la camiseta
de la muchachita
es un monólogo de "Hamlet",
ese que habla del ser y del no ser,
en el que el príncipe mariconea
largo sí pero no sobre el suicidio.

Es interesante pero no bonita
la desubicada
y acaso su modo de afirmarse sea
posar de sabihonda.

Si fueran sus padres personas sensibles
la harían cubrirse las letras obscenas
que exhibe en el pecho.


LA MUERTE Y EL DOMINGO

La Muerte no descansa ni en domingo
-y eso que hay que ir a Misa-
pero sí el personal del hospital.

Hay un solo tomógrafo en uso.

Hay que esperar el doble por los resultados
de cualquier examen que se solicite.

Se demora muchísimo
más que entre semana
el arribo del sabio especialista
que les ha de indicar a los microbios
lo que tienen que hacer.

Se ha de aguardar mucho más la ambulancia
que conduzca de nuevo a su hogar
al que se ha diplomado
de convaleciente.

Porque tampoco Doña Vida
descansa ni en domingo.




ESE

Ese al que llevan cubierto y horizontal
ya no va más al menos de este lado
aunque lo suyo vaya sobre ruedas.

Ese al que vemos pasar
aunque no lo queremos mirar mientras pasa
no sea que algún familiar se ofenda
no vaya a ser que lo que tiene
sea contagioso.

Ese
es más allá y más acá de sus circunstancias
una gloriosa baja en nuestras filas.

Para con él nos corresponde
continuar la pelea y no olvidar.

Lo sabremos cumplir
(aunque olvidemos).


ANTICIPO

Estas horas chiclosas de la sala de espera
aunque parezca no son el Infierno
-que es la ausencia de Dios y en esta sala
no hay un instante en el que falte Dios.

Esta espera en la sala
de agujas lentas y calefacción
nunca en su punto exacto
hay que creer que no
es el Infierno aunque nos lo sugiera
el Maligno al oído.

Esta sala de orejas que no quieren
escuchar la sentencia del doctor
no es el Infierno y teman al Infierno
si es peor que esta sala.

Esto no es el Infierno pero no es improbable
que nos lo resten en el Purgatorio.


VIAJE

Estaban
ahorrando unos dólares
para hacer un viajecito
a las cataratas
o a algún balneario lindo del Brasil
y ahora ruega el esposo en esta sala
que ella pueda viajar pronto en camilla
rumbo a cuidados intermedios
-viaje mucho más dulce
que mil lunas de miel.


ALEGRÍA

La muchacha festeja que el esposo
ha de perder un pie mas no la vida
-o al menos eso esperan los doctores.




SOBRE EL ARTE Y LA VIDA

El poeta se para a meditar.
Percibe que este libro
le va a quedar bastante
monotemático:
aquí nada más hay dolor y miedo
y unas pinceladitas de esperanza
que más que atemperarlos
los resaltan con flúo.
¿Qué de nuevo escribir sobre este llanto
que venimos llorando
desde que nos morimos?
Nada de nuevo, nada.
El negocio se llama terquedad:
cuando ella nos cercena
nosotros rebrotamos por la Gracia de Dios,
pues el grano que muere
retorna como espiga.
El llanto riega mieses venideras
de las que brota luego un viento rubio.

Si lo sé, mi deber es escribirlo.


HORA DEL INFORME

A veces los dioses de blanco se muestran
soberbios, displicentes, antipáticos
y hasta parece que gozaran
hablándonos en chino con expresión
de que esto cualquier abombado lo entiende.

En otras ocasiones el dios se nos acerca
y nos dice que hará lo posible
pero teme que no ha de poder mucho.
Es un raro consuelo el que procuran
esas palabras náufragas del dios.


POBREZA

Somos pobres aquí, todos muy pobres,
aunque alguno se baje de un Mercedes
cuando viene a esperar por su agónico,
cuando viene a rogar lo que no puede
pagar, por más dinero
que ponga por delante.

Esquelética es ella, la enemiga.
esquelética es ella y sin embargo
es rica y poderosa
más que todos nosotros.

Somos todos aquí pobres, muy pobres.

Somos frágiles, frágiles:
nos pueden derrotar unos bichitos
que hay que mirarlos con el microscopio.

Ahí precisamente es que radica
nuestra fuerza prestada e invencible:
nos queda sólo Dios en estas horas
y ninguna riqueza nos distrae
de nuestro estado de necesidad.


SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Algún amor se deja en esta sala
-en esta sala odiosa
se deja algún amor-
que al salir no podemos llevarnos con nosotros.

No sólo porque el tiempo de apostar por la vida
sea tiempo de vida aunque angustioso
y no tiempo de duelo todavía.
También ocurre que
conjurado el peligro hasta la próxima
y viviente el querido en el hogar,
algún amor se queda en esta sala
flotando por si alguno
después lo necesita.


EVANGELIOS

Es hombre ya maduro
pero está entero.

Es discreto y cortés.
Entra a la sala
y ofrece a los que esperan
esos Evangelios
en que ha depositado su esperanza.

Le acepten o no el libro,
agradece y desea
que todo salga bien.

Casi ninguno rechaza el delgado volumen
y ninguno lo trata con desprecio.


SEDADO

Le hablamos aunque sabemos
que no puede escucharnos.

Le hablamos
pese al horror de verlo
con todos esos tubos y esos cables.

Le hablamos
por mucho que al hablarle nos sentimos
los personajes cursis
de la más sensiblera de las películas.

Le hablamos muchas veces para decir
lo que no dijimos antes,
lo que de seguro
no vamos a poder decir después
-incluso si viviera.


MEJORÍA

I

Te agradezco,
Señor,
la mejoría,
por mucho que sé todavía posible
el retroceso hacia la sombra helada.
Te agradezco,
Señor,
por el ahora:
cada día su afán,
cada día su fiesta,
aunque lo que haya para festejar
deba ser visto con el microscopio
que usan para cazar a los microbios.


II

Pronto podré,
mi amor,
volver a detestarte como siempre,
si todo
sale
bien.


III

Pero ya nunca más va a ser lo mismo.


PIEDRA

Hay esas noches en que no me toca
quedarme a hacer la guardia.

Llego a casa y me meto
de inmediato a la cama:
huyo al galope hacia un dormir espeso
al que no le recuerdo sueño alguno.

Duermo como una piedra
y soy feliz como pudiera serlo
un bloque de granito.

Lo duro es despertar.


CUATRO CABALLEROS

"y allí estaremos todos sentados y serenos
mirándonos mirar la cabecera
donde nos estará mirando Dios."
Jorge Arbeleche

Ha de llegar el día
en que adusto requiera el empleado
a "cuatro caballeros, por favor"
para oficiar el último transporte
de lo restante de ese a quien se amara.

Ha de llegar el día y duele más
que el otro en que uno sea el pasajero
-que ha de llegar también.

Es en estas certezas que suplico
-si la prórroga no correspondiese-
que no fallen el brazo,
el hombro,
las rodillas
ni la fe en el banquete del reencuentro
a la mesa de Dios.


CRUCIGRAMAS, TEJIDOS

Para matar el tiempo en esta sala
-y olvidar la presencia de otra muerte-
algunos hacen crucigramas como
si el secreto de todo se escondiera
en esa lista de definiciones.

Algunas tejen y tejen, como frenéticas
arañas hiperkinéticas,
como si esas bufandas o chales o pulóveres
pudieran ser antídoto
contra el último frío y la final
pálida rigidez.

Soy una letra en este laberinto:

el sentido completo no está en mí.

Soy un punto pequeño de la trama.


Me muestre Dios un día las claves del misterio.


Mientras tanto

me abrigue siempre Dios.


PAZ

La vida sigue: debo ir al trabajo.


A mi viejo laburo de mierda
debo concurrir
para seguir costeando mi existencia
y los gastos de quien
acaso pronto deje de existir.

Entro.

Marco tarjeta.

En la primera media hora cuento
al menos seis impulsos homicidas
-dos de ellos contra el jefe-
que a duras penas logro reprimir.

Pero al rato la máquina alienada
se las arregla para funcionar
en piloto automático.

Es una rara dicha
esta vieja anestesia rutinaria:
mi cabeza no está
ni aquí
ni allá.

La jornada se va como relámpago
y no hay espacio en mí
para tanto fastidio.


MATER

La madre llora porque el hijo sufre.

Le han dicho que ya pronto morirá.

Ella, que es madre pero no es imbécil,
asume que no hay paño para hacerse ilusiones
y tiene la inconsciente valentía
de atreverse a llorar como una madre.

Un silencio imposible de franquear
-hecho de horror, respeto e impotencia-
congela por milenios que parecen segundos
a todos los que están alrededor,
incluso a los hermanos del difunto inminente.

¿Cómo es que el llanto no la desmorona?

Los brazos de otra madre la sostienen
que consuela al oído su dolor,
parecido al dolor que ella sintiera
un viernes de hace mucho, mucho tiempo.


PACTO

a mi esposa

Sé que estarás cuando me toque a mí
(por mucho que te hubiese yo pedido
dejarlo todo en manos de los acompañantes,
que para algo pagamos tantos años).

Sé que estarás cuando me toque a mí
con esa misma absurda terquedad
con que las convicciones más extrañas
se te atornillan entre ceja y ceja
y luego ya no salen ni por orden del juez.

Sé que estarás y sé que nunca habremos
hecho el amor de modo más sublime.

Sé que estarás y que no es para nada improbable
que te toque volver solita a casa.

He de esperarte arriba
con todo preparado para el té.


SAL

Quema los ojos el llorar salobre
pero es parte del ser sal de la tierra:
se nos ha convocado al alto oficio
de amar y de sufrir
mientras vamos viviendo.

¿Tiene la vida demasiada muerte?

Ha de saberlo Dios y acaso un día
me lo quiera decir. Quema los ojos
tanto llorar pero a través del prisma
salobre de las lágrimas se puede
entrever un sentido más allá.


HERMANITA

Me ha contado un muchacho que sabe
que cuando ella te lleva
se te cae la venda de los ojos
y el miedo se termina y vas tranquilo.


ATEO EN LA TRINCHERA

Debo y quiero pedirte,
Alto Padre,
perdón:
he creído mil veces que no estabas
(y algunas de ellas fue
para que no estuvieras alumbrando
mi maldad, mi desidia, mis excusas).

Quiero y debo pedirte,
Alto Padre,
perdón
y suplicar tu auxilio en esta hora,
porque la muerte está por derrotarme.

Levanté con soberbia la bandera
de mi incredulidad:
yo podía con todo.

Disfrutaba burlarme de los débiles
por las muletas que necesitaban.

Hasta que tropecé.

Desde este abismo clamo a ti, Señor,
y el saberte escuchando me levanta.

Tu luz le da sentido a esta hora oscura
y es la muerte lo único
que se muere de veras
para siempre.


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