sábado

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (17) - JOSEPH CAMPBELL


LA AVENTURA DEL HÉROE

CAPÍTULO I / LA PARTIDA

1 / LA LLAMADA DE LA AVENTURA (2)

Son típicos de las circunstancias de la llamada el bosque oscuro, el gran árbol, la fuente que murmura y el asqueroso y despreciable aspecto del portador de la fuerza del destino. Reconocemos en esta escena los símbolos del Ombligo del Mundo. La rana, el pequeño dragón, es el equivalente infantil de la serpiente del mundo interior cuya cabeza sostiene la Tierra y que representa las fuerzas demiúrgicas del abismo que procrean la vida. La rana regresa con la pelota de oro del sol, cuando acababan de apresarla sus aguas oscuras y profundas; en este momento se asemeja al Gran Dragón Chino del Oriente, llevando al sol naciente en las mandíbulas, o a la rana cuya cabeza cabalga el hermoso joven inmortal, Han Hsiang, llevando en una canasta los melocotones de la inmortalidad. Freud ha sugerido que todos los momentos de angustia reproducen los dolorosos sentimientos de la primera separación de la madre, la respiración ahogada, la congestión sanguínea, etc., de la crisis del renacimiento. (4) recíprocamente, todos los momentos de separación y de renacimiento producen angustia. Ya sea cuando la hija del rey tiene que ser arrancada de la felicidad de la unidad dual establecida con el Rey Papá, o Eva la hija de Dios, que ha madurado lo suficiente para abandonar el idilio del Paraíso, o de nuevo, el futuro Buddha supremamente concentrado para romper con los horizontes del mundo ya creado; todo esto no es más que las imágenes arquetípicas activadas que simbolizan peligro, reafirmación, prueba, iniciación y la extraña santidad de los misterios del nacimiento.

La rana repulsiva y rechazada o el dragón del cuento de hadas trae la esfera de oro en la boca; porque la rana, la serpiente, el rechazado, es la representación de esa profundidad inconsciente (tan profunda que el fondo no se ve), donde se acumulan todos los factores, leyes y elementos de la existencia que han sido rechazados, no admitidos, no reconocidos, ignorados, no desarrollados. Esas son las perlas de los fabulosos palacios submarinos de los genios del agua, de los tritones y otros guardianes marinos, las joyas que dan luz a las ciudades demoníacas de los mundos ocultos; las semillas de fuego en el océano de inmortalidad que sostiene la Tierra y la rodea como una serpiente; las estrellas en el regazo de la noche inmortal. Esas son las pepitas del montón de oro del dragón, las vigiladas manzanas de las Hespérides; los filamentos del Vellocino de Oro. El heraldo o mensajero de la aventura, por lo tanto, es a menudo oscuro, odioso, o terrorífico, lo que el mundo juzga como el mal, pero que si uno pudiera seguirlo, se abriría un camino a través de las paredes del día hacia la oscuridad donde brillan las joyas. El heraldo puede ser una bestia, como en el cuento de hadas, donde representa la reprimida fecundidad instintiva que hay dentro de nosotros, o también una misteriosa figura velada, lo desconocido.

Se cuenta la historia del rey Arturo, por ejemplo, y se dice cómo se preparó para ir a cazar con sus caballeros. “Tan pronto como llegó al bosque el rey vio un gran ciervo ante sus ojos. “Voy a cazar este ciervo”, dijo el rey Arturo, espoleó su caballo y lo persiguió mucho tiempo, y a base de esfuerzo estaba a punto de cazar el ciervo, pero la persecución había durado tanto tiempo que su caballo perdió el aliento y cayó muerto; entonces un paje dio al rey otro caballo. Cuando el rey se dio cuenta de que había perdido al ciervo y a su caballo muerto, se sentó cerca de una fuente y cayó en grandes meditaciones. Cuando estaba sentado le pareció escuchar el aullido de unos lebreles de caza, en número de treinta. Con ellos vio llegar la bestia más extraña que había visto u oído; la bestia se acercó a la fuente y bebió, y el ruido de su vientre era igual al de treinta parejas de lebreles; pero mientras la bestia bebía no hubo ruido en su vientre; luego la bestia partió con un gran ruido, de lo cual el rey mucho se maravilló.” (5)

Notas

(3) Evelyn Underhill, Mysticism, A study on the Nature and Development of Man’s Spiritual Consciousness (Nueva York, E. P. Dutton and Co., 1911), parte II, “The Mystic Way”, cap. II, “The Awakening of the Self”.
(4) Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis, IV. “Teoría sexual”, “La angustia”, Obras completas, ed. Cit., p. 264.
(5) Malory, Le Morte d’Arthur, I, XIX. Esta persecución del ciervo y la visión de la “bestia”, marca el principio de los misterios asociados con la búsqueda del Santo Grial.

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