LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (6)
DK (1)
Un hombre diabético
llamado Bryan fue hospitalizado por una infección en la pierna derecha. Bryan
tenía cincuenta años, era director de una empresa y se sentía aterrorizado y
rabioso porque los médicos le habían dicho que quizá tendrían que amputarle la
pierna.
Aquel hombre tenía
primero que darse el permiso para sentir con intensidad lo que le estaba
ocurriendo para, después, liberarse de aquellos sentimientos. Cuando lo hubo
hecho, le pregunté si podía rendirse a la situación.
Al principio Bryan no
veía en qué le beneficiaría aquello, incluso se enfadó por haberlo expresado.
Pero yo insistí:
-La horrible posibilidad
de perder la pierna te obsesiona, domina tus pensamientos y te llena de miedo y
rabia. ¿Por qué no piensas en esta posibilidad durante un tiempo, la sientes y
después te despreocupas? Si vas a perder la pierna, la perderás, pero recrearse
en esta posibilidad, hacer ver que no piensas en ella o negarte incluso a
hablar de esta cuestión no hará que suceda o no suceda.
-De modo que si me
reconcilio con la idea de perder la pierna, si me rindo por completo, ¿no la perderé?
Le recordé que el trabajo
espiritual profundo es eso, trabajo espiritual profundo. No podemos negociar
con él. No podemos pensar que si somos muy espirituales obtendremos lo que
queremos. Si Bryan se rendía ante la idea de perder la pierna, era posible que,
aun así, la perdiera. Pero esta posibilidad era como un demonio que lo poseía,
tanto a él como a su felicidad y también a su capacidad de crecer a partir de
aquella situación. La idea de perder pierna le resultaba tan aterradora que ni
siquiera podía pensar en ella.
Cuando por fin fue capaz
de vivir la situación con sus sentimientos y preguntarse qué pasaría si se la
amputaran, Bryan se dio cuenta de que podría superarlos. Tendría una pierna
ortopédica y la vida continuaría. Cuando hubo pasado al otro de la rendición,
encontró paz. Se relajó respecto a la situación, lo que permitió que su cuerpo
sanara y evolucionara en la dirección que tenía que hacerlo. Por fortuna, su pierna
respondió bien al tratamiento y no tuvieron que amputársela. Sin embargo, al mirar
atrás, Bryan dice que lo más asombroso de aquella experiencia es que cuando por
fin se rindió a la peor posibilidad, encontró la paz.
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