domingo

LECCIONES DE VIDA (99) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (6)

DK (1)


Un hombre diabético llamado Bryan fue hospitalizado por una infección en la pierna derecha. Bryan tenía cincuenta años, era director de una empresa y se sentía aterrorizado y rabioso porque los médicos le habían dicho que quizá tendrían que amputarle la pierna.

Aquel hombre tenía primero que darse el permiso para sentir con intensidad lo que le estaba ocurriendo para, después, liberarse de aquellos sentimientos. Cuando lo hubo hecho, le pregunté si podía rendirse a la situación.

Al principio Bryan no veía en qué le beneficiaría aquello, incluso se enfadó por haberlo expresado. Pero yo insistí:

-La horrible posibilidad de perder la pierna te obsesiona, domina tus pensamientos y te llena de miedo y rabia. ¿Por qué no piensas en esta posibilidad durante un tiempo, la sientes y después te despreocupas? Si vas a perder la pierna, la perderás, pero recrearse en esta posibilidad, hacer ver que no piensas en ella o negarte incluso a hablar de esta cuestión no hará que suceda o no suceda.

-De modo que si me reconcilio con la idea de perder la pierna, si me rindo por completo, ¿no la perderé?

Le recordé que el trabajo espiritual profundo es eso, trabajo espiritual profundo. No podemos negociar con él. No podemos pensar que si somos muy espirituales obtendremos lo que queremos. Si Bryan se rendía ante la idea de perder la pierna, era posible que, aun así, la perdiera. Pero esta posibilidad era como un demonio que lo poseía, tanto a él como a su felicidad y también a su capacidad de crecer a partir de aquella situación. La idea de perder pierna le resultaba tan aterradora que ni siquiera podía pensar en ella.

Cuando por fin fue capaz de vivir la situación con sus sentimientos y preguntarse qué pasaría si se la amputaran, Bryan se dio cuenta de que podría superarlos. Tendría una pierna ortopédica y la vida continuaría. Cuando hubo pasado al otro de la rendición, encontró paz. Se relajó respecto a la situación, lo que permitió que su cuerpo sanara y evolucionara en la dirección que tenía que hacerlo. Por fortuna, su pierna respondió bien al tratamiento y no tuvieron que amputársela. Sin embargo, al mirar atrás, Bryan dice que lo más asombroso de aquella experiencia es que cuando por fin se rindió a la peor posibilidad, encontró la paz.

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