HUGO GIOVANETTI VIOLA
primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de
Artes / 2018
obra
de portada: Haugussto Brazlleim
EPISODIO 7: ULTRATUMBA
Ángel
María del Mar se encerró en su dormitorio para memorizar el soneto y a
la media hora cruzó corriendo hasta la caballeriza del caserón de enfrente.
-Qué pasa -se asustó Magdalena Tomillo, que acababa
de fregar junto con la sirvienta las sábanas embarradas por su madre paralítica
y su cuñada hemipléjica.
-El ángel que nos lame el dolor me dejó un mensaje
en sueños.
La novia
viuda que tenía las uñas perpetuamente bordeadas por franjas de excremento
y ya estaba tomando mate cebado con cognac murmuró.
-Yo soñé que mi alma venía a verme a caballo.
-¿Y tu ángel
también llegó en un tordillo azulejo? -le hizo una guiñada la sirvienta color
moka a la infanta enjazminada.
-No. Porque era un
farero del Espíritu Santo -sonrió la hija de Dodera. -Un poeta. Y en el soneto
se habla de una cena y de un fuego que les va poniendo los corazones blancos a
toda la familia.
Entonces Magdalena
pareció iluminarse y llamó a su sobrino de cuatro años, que galopaba
desenfrenadamente en un caballito mecánico inventado por su abuelo materno
antes de morir.
-¿Los corazones
blancos? -carcajeó la sirvienta. -Si se precisará ordeñar hormigas pa ver tanto
rejucilo.
María del Mar
esperó a que llegara el niño rozagantemente rubio para recitar La velada y Magdalena Tomillo se quedó
un momento contemplando las constelaciones de jazmines del país que
sobrevolaban el aljibe y suspiró:
-Lo más difícil que
hay en el mundo es no perder la vida.
-Yo creo que ya
está espuelada por la virundela -le secreteó Rita a la niña. -¿Viste cómo se le
refala la sin hueso?
-Y a mí me va
quedando nada más que una brasita en el corazón -agregó la mujer-muchacha
decidida a esperar a Justo Regusci hasta su propia muerte.
-Mamá y agüela ya
jieden a bosta otra vez -señaló hacia el dormitorio-enfermería acondicionado en
la sala principal de la casa Guillermo Barnes Tomillo. -Quiero tener un perro
que se llame Anfión.
-Y podemos inventar
tres amigos invisibles para jugar a hacer castañas asadas en la estufa: Lux,
Lidé y Palemón -aplaudió María del Mar.
-¿Y qué son las
castañas?
-Son frutas que se
comen mucho en París -le explicó Magdalena sin poder contener un eructo de
taberna. -¿Y cómo podés acordarte de una poesía con fiorituras tan difíciles,
ahijada?
-Es que Dios me
ayudó a escribirla cuando me desperté.
Después la niña le
pidió a su madrina para tocar el piano y cuando Rita la despidió en la
caballeriza intercambiaron una guiñada y la negra le posó la trompa en la
diadema:
-Dios te enseñó a
mentir lindazo, guría. Y con un corazón sin pecado concebido.
Clarinada
-Escuche esto,
Monsieur Pablo de Grecia -señaló una página del número recién aparecido de la
revista El Fogón Francisco Aratta. -La patria es algo más que una charanga
vanidosa de la prepotencia en juego con el egoísmo ciego, algo que no cabe
adentro de la estridencia colorista del lábaro victorioso, ni en los símbolos
abracadábricos de los estandartes de la epopeya, ni entre las páginas
artificiosas de sus códigos institucionales, ni entre los cuadros erizados de
muerte de sus infanterías, ni siquiera en los lindes territoriales dentro de
los cuales se agitan en tumulto los ciudadanos; la Patria no es un sentimiento
civil ni una tabla épica del Sinaí de la gloria, ni una morada colectiva, ni un
patrimonio oficial, ni un ápice más allá de la frontera, ni una ley de más o de
menos, no es el fruto alambicado de una cordialidad diplomática, ni la
consecuencia fortuita de un equilibrio entre nacionalidades, ni el trofeo
pedante de una victoria aquilina, ni la posesión de una conquista audaz -no es
nada especioso, ni solemne ni material ni lógico, ni utilitarista, ni bélico,
ni potente, ni bello, ni estratégico, ni se puede medir por kilómetros, ni
valorar por el número de sus hijos, ni admirar por su historia guerrera, ni
respetar por sus baterías. La Patria es algo inmenso, algo íntimo, algo divino
insustancial y a la vez predominantemente humano; la Patria es la sonrisa del
niño en el amanecer, es la adolescencia florida del hombre, es su madre que le
besa, es el sol que le alumbra, es su hogar que le espera, es su amante que le
da vértigos, es el campo en que se juega siendo niño, en el que se suda siendo
padre y en el que se inclina por vez postrera para morir; es el arte que le
deleita, la sabiduría que lo enaltece, las flores y los pájaros, la viña y el
lagar, el susurro de las brisas y el buen pan solariego que lo conforta, la
Patria es el Hada Madrina, con sus abuelos, narradores de hazañas, sus
tradiciones, rugosas, los infolios empolvados y el llavero anciano que repica
en la granja paterna abandonada; la Patria es la aurora que llora en el jardín
de sus poetas y son los crepúsculos románticos de sus amores, y los cielos
estrellados de sus citas; la Patria son sus amigos -y algo más, son sus
recuerdos, su propio polvo que sacude por el camino, sus propios
desgarramientos, sus nostalgias, en fin; el campanario de su Parroquia, el
arroyuelo de su barrio, la montaña de su aldea, las cabañas de sus pastores.
El director de la
célebre revista fundada por Alcides de María se frenó para sorber su pocillo y
César Miranda lo interrumpió, entre desconcertado y maravillado:
-¿Así que Julio le
mandó esto a Zorrilla cuando murió el Ñato?
-Sí. Y ahora
acabamos de formar una comisión encargada de organizarle un homenaje en mayo
del año que viene, cuando se le coloque una lápida en el cementerio del Buceo. Pero
todavía me falta leerte el final de esta clarinada sublime.
-Tiens. Ahí llegó Julio -levantó un brazo
hacia la puerta del Polo Bamba el autor de Letanías
simbólicas, a quien el gigante de bondad muy celeste le había dedicado un
larguísimo análisis periodístico titulado Lírica
Autumnal.
-Voilà. Ya pensé que no venía
-suspiró Aratta. -Ahora anda comentando que camina tan lento para que no se le
caiga de los hombros el cadáver invisible de doña Carlota.
Pintura
Lucas Rosso volvió
a aparecer en San Fernando apenas el maestro le mandó un mensaje comunicándole
que su misión de aliviarle el luto a la novia
viuda con la lectura de un soneto de Herrera y Reissig había sido
fructífera.
-Me acaba de contar
Camacho la asombrosa historia de lo que fabuló su hijita para recitarle a la
madrina el soneto elegido por Jonás Erik Jönson -le comentó el servidor
saravista a Dodera apenas se sentaron a matear bajo el parral del caserón
rosado idéntico al de los Tomillo.
-Vea: yo a veces siento que María del
Mar es un ángel disfrazado de niña, aunque a uno le sea imposible creer de verdad
en esas figuraciones.
-Yo sabía que era
hija suya porque había visto a la familia en un baile organizado por los
Cavallo en Las Delicias, aunque recién conocí su nombre anteayer. Y cuando pude
distinguirle bien las facciones se me despertó una necesidad de retratarla tan
imperiosa como cuando pintábamos a cielo abierto con Sabino Regusci -se miró la
manga hueca del paletó el hombre estragado por la autocompasión. -Y esta mañana
al desembocar en la plaza no pude resistirme y compré papel y lápiz para tomarle
un boceto a la Virgen del Carmen.
Dodera le dio la
primera vuelta al mate manteniendo un silencio de ojos bajos y el otro machacó:
-Le puedo asegurar
que se necesita mucho deslumbramiento para que un manco sin fe decida retomar
su pasión artística después de cuatro años de haber podido apenas enchastrar
alguna que otra carta con letrones idiotas.
-Me resulta admirable.
-Y ahora que
Florián conoció a Herrera y Reissig me picó la locura de disfrazarme de dandy y
entreverarme con la tribu de artistas que chapalean en la toldería de
Tontovideo. Allá sé que existe gente como Blanes Viale y Carlos María de
Herrera, por lo menos. Pero se lo debo todo al rostro de Madonna de su hijita.
-Pues ahí llega -advirtió el maestro,
señalando el zaguán.
La infanta entró al
patio bailoteando y cuando reconoció a Lucas hizo una reverencia y anunció:
-Hoy mi madrina se
despertó feliz.
Y ahora fue el
servidor saravista el que tuvo que esconder la mirada recogiendo un jazmín
recién caído mientras María del Mar gorjeaba en dirección a su padre:
-Magdalena me
explicó que lo más difícil del mundo es no perder la vida. Y cuando dijo eso yo
me imaginé a Jesús caminando por arriba del agua.
Dodera sondeó
densamente a Lucas mientras le alcanzaba un mate y la niña se acomodó la
diadema estrellada murmurando:
-El pobre Pedro se
hundió porque no tuvo fe.
-Bueno -sonrió su
padre. -Pero igual lo salvaron.
Y la niña se quedó
observando el muñón del hombre que la adoraba con una piedad triste.
Chocolatín
-Vengo en brazos
del Hada -bostezó Julio Herrera y Reissig después de encargarle al aspavientoso
dueño del Polo Bamba que le preparara un p’tit
chocolat au lait o chocolatín,
que era una especie de cortado sin café inventado para el imperator. -Soledad me acompañó a escondidas al gabinete de Palacio
y el Sultán pudo comunicarse con Mozart, y al poco rato el Supremo Niño nos
aseguró que jamás se acostaba sin bendecir a la muerte, a quien consideraba la
verdadera finalidad de nuestra vida parce
que Elle est la clef qui permet d’attendre le vrai bonheur et de mettre en
application la volonté de Dieu.
-¿Y cómo reaccionó
su petite fille ante una profesión de
fe tan fúnebre? -sondeó de reojo Aratta a Miranda.
-Bueno, ella me había pedido que la llevara a una de estas sesiones y
hoy me las arreglé para que ni su madre ni mi esposa sospecharan adónde íbamos
y zás: quedó tatuada. Estoy seguro de que nunca más va a dejar de interesarle
cómo brillan los habitantes del lado eterno de la luna.
Y después que el director de El
Fogón le propuso a Julio que fuera el orador principal en el acto de
homenaje a Alcides de María que se celebraría el próximo otoño en el Cementerio
del Buceo el gigante hundió su bigotazo en la taza murmurando:
-¿Y si a esa fecha soy yo el que está enterrado en ese parque marino al
que aspiro habitar usted me hará el obsequio de leer mediúmnicamente mi
responso?
-Yo me ofrezco -muequeó una risa más triste que burlona Miranda en
dirección a Aratta. -Siempre que la comisión organizadora de la conmemoración
me lo permita.
-Pues Consummâtum est -sacó de su chaleco unos
apuntes el imperator, después de
servilletearse aristocráticamente la pelambre achocolatada. -Y desde ya les
puedo asegurar que el responso incluirá una reflexión que me acaba de dictar el
Supremo Niño en la plaza Zabala, cuando volvía de acompañar a Soledad y tuve
que aplicarme un pinchazo providente. Sería algo más o menos así: Por eso es que todo
sigue viviendo. Y todos resucitamos apenas morimos, por la segregación de
fuerzas biológicas y por el intercambio vivo de emanaciones sub-conscientes,
por la herencia de un Arte imantado de subjetividad y de santo amor, que es la
prolongación de nuestra esencia activa,
y quién sabe, señores, si por una colaboración invisible de ultra-tumba, en la
luminosidad integral del espíritu, por la vibración sugerente del Pensamiento,
en la suprema convivencia íntima de la personalidad abstractiva.
-Magistral -se
desorbitó el sobrenombrado Pablo de Grecia. -Pero no tengo más remedio que
preguntarte cómo se conjuga este manifiesto místico con las espinelas que estás
sangrando para morder a la requin, hermano.
-Prefiero que esa
pregunta te la conteste el afiebrado combatiente de Lepanto -mostró los
colmillos Julio. -Más vale la pena en el
rostro que la mancha en el corazón. Cada uno es como Dios lo hizo, y aun peor
muchas veces. El amor nunca hizo ningún cobarde.
-Carajo -jadeó Aratta.
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