PROFECÍA
Y CREACIÓN O EL ADIVINO Y EL TRABAJADOR
Con frecuencia, Víctor
Hugo pretendía pasar como profeta.
Grosero estilo profético
el suyo. El terrible retórico de “Las Orientales” profetizaba, no a la manera
de los poetas auténticos, sino a la manera de los adivinos y las brujas
iracundas de las ferias. Creía que el rol del oráculo poético consistía en
anunciar, por ejemplo, -como lo hace en “·Plein ciel”- que el avión será un
factor de armonía y de dicha entre los hombres, aunque luego yerre su profecía
y el aeroplano sirva, en 1914, de fuerza destructora entre los pueblos.
El poeta emite sus
anunciaciones de otro modo: insinuando en el corazón humano, de manera oscura e
inextricable, pero viviente e infalible, el futuro vital del ser humano y sus
infinitas posibilidades. El poeta profetiza creando nebulosas sentimentales,
vagos protoplasmas, inquietudes constructivas de justicia y bienestar social.
Lo demás, la anticipación expresa y rotunda de hechos concretos, no pasa de un
candoroso expediente de brujería barata y es cosa muy fácil. Basta ser un
inconsciente con manía de alucinado. Así hacen las sibilas vulgares. No importa
que se realice o no lo que anuncian (1)
Notas
(1) Lo de Víctor Hugo
debe pasar más adelante en el libro. (N. del A.)
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