sábado

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (37)


EL SOÑADOR

El que supo tener facilidá pa los sueños, aura que dice, Vericueto Gruño.

Él, un suponer, le hacía una guiñada a una china y cuando le diba a hablar le contaba lo que había estau soñando en el parpadeo. Cortones los sueños, porque eran de un ojo solo ¡Pero le soñaba las cosas patente patente!

Una güelta soñó que diba por un campo (¡de él el campo, fijesé!) y un redepente siente como que le cae una cosa en el ala del sombrero aludo. Mira pa arriba y pájaro no era. Tonces se sentó en una piedra pa cavilar (contaba él, Vericueto Gruño), cuando en eso siente otra cosa que le cae en el medio justo del sombrero. Pegó un salto y echó mano a la cintura pa sacar, cuando le cae otra cosa, y otra y muchas. Taba lloviendo. Como no tenía anda meterse pa esperar que pasara el chaparrón, fue y se despertó de apuro.

Con todo, tuvo que salir del rancho a secarse al sol. Dormía siesta, sí señor.

Así como Vericueto era prolijo pa los sueños, la mujer, Anacleta Cuadro, era sonámbula por unanimidá. Dormida se vestía, se pintaba la raya e los ojos, se acomodaba las clinas y salía e las casas. Al otro día, allá iba Vericueto Gruño a bombiarla por los ranchos vecinos. Solía hallarla en lo de Sortilegio Crudo, hombre soltero si los hay.

Una güelta, en el boliche El Resorte, taban la Duvija, el tape Olmedo, Intrínseco Lona y Sortilegio Crudo, tomando unos vinitos, cuando cayó Vericueto. Fue y le habló a Sortilegio.

-Usté tiene que disculpar don Sortilegio -le dijo Vericueto- por la molestia e que la Anacleta le cae dos por tres al rancho, dormida la pobre.

-¡Faltaba más -dijo Sortilegio con el vaso e vino a medio camino- pa eso estamos los vecinos, hombre!

-Lo que no me esplico bien -dijo Vericueto picando una rodajita e mortadela- es que de un tiempito a esta parte la Anacleta agarra siempre pa su rancho.

Sortilegio se sonrió, le pegó un lengüetazo a la hojilla del pucho que se le estaba desarmando, y le dijo:

-Cualquier abombau sabe, y desculpe, que el sonámbulo tiene temporadas.

Quedó por esas. Una noche, Vericueto taba dormido, cuando un redepente ve a la Anacleta que se levanta, se pinta los ojos, se viste y sale de las casas. Vericueto, dispacito, la dentro a seguir hasta que la vio dentrar al rancho e Sortilegio. Por una rendija los vio que se abrazaban, y entonces le encajó una patada a la puerta, la abrió y le pegó el grito:

-¡Sotretas! ¡Conque el sonámbulo tiene temporadas, ¿no?!

Peló el facón y les llevó la carga. Pero Sortilegio sin largar a la Anacleta le dijo manso:

-¡Pero don Vericueto! ¿No ve que está soñando? ¿O no sabe cómo es usté pa los sueños? Vaya pa las casas, y mañana cuando se dispierte me dice si no.

Vericueto dispués contaba, a las risas, el sueño, y que los había visto patente.

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