PERRITA COQUETA
Al
Cuque Sclavo
Cuando
el protagonista de un cuento es un perro, hay que tener mucho cuidado.
Al que se le complicó la
vida con el perro, fue a Firulete Santuario, el casau con naides porque según
él, si el hombre nace soltero por algo será y uno no es quien pa estarle
reformando las cosas al Señor.
Supo tener un perro de lo
más suficiente pa la inteligencia canina, y de pelaje azul. Era muy prolijo pa las cosas, hasta que se le
cruzó una perrita de lo más coqueta, que caminaba toda así, provocando. Perrita
de pelaje rosado, como si hubiera dormido en la carretilla de cargar ladrillos.
Vaya uno a saber las
cosas que le ladró aquella perrita, para que el perro de Firulete se empezara a
quedar como ido, chambón pa los quehaceres de la casa y del campo.
Un día Firulete puso un
guiso en el fuego, se lo encargó al perro pa que lo cuidara, y se lo dejó
quemar. Cuando el hombre volvió, aquello era un pegote que tuvo tirar la
cacerola. Fue cuando le paso flor de rezongo:
-Usté -le dijo-; usté se
me está poniendo de lo más maturrango pa la cosas porque no tiene un cuidau ni
presta una atención, y me gustaría saber en qué anda usté… ¡Eso me gustaría
saber… en qué andá usté!
Cabeza gacha, cola entre
las patas, y dos lagrimones, salió al trotecito corto, y allí cerca se encontró
con la perrita coqueta que lo miraba. Seguro que ella había escuchau los
rezongos, y eso le dio más vergüenza y más rabia.
El perro se paseaba por
el patio, iba y venía, preocupau, humillau, manoseau. Se ve que a ella le dio
lástima, porque de lejos le hacía fiestas con unos ladridos de lo más mimosos.
De repente, Firulete lo
llamó pa que le prendiera el brasero. Pero lo llamó mal, a los gritos
destemplaos, con un “¡Venga pa acá enseguida!”, que se oyó de lejos. La perrita
se quedó mirando de orejas paradas.
El perro reculó unos
metros pa agarrar velocidá, dentro al rancho a toda carrera, le saltó a
Firulete, lo curtió a mordiscones y lo sacó calzau campo afuera, Se le adueñó
del rancho, y la perrita a las fiestas y a los saltitos le ladraba cosas.
De noche, desde lejos y
muerto e frío, vio apagarse la luz de su ventana. El perro había soplau el
farol.
Caminando por esos campos
solitarios, llegó hasta el boliche El Resorte.
Dentró, se acodó, saludó,
y la Duvija, Tulipán Catinga, el tape Olmedo, Increíble Postal, el pardo
Santiago, Nomeolvides Cachón, y Rosadito Verdoso, se lo quedaron mirando. La
Duvija se atrevió a preguntarle, y el hombre contó que se había quedau sin
rancho, sin mate, sin catre, sin tabaco y sin ropero y sin cómoda, porque el
perro se le había adueñau del rancho. Dijo que él lo había tratau mal, pero que
había una perrita coqueta que seguro lo había engualichau al animalito, porque
él no era así.
Mientras el barcino se
corría pa la otra punta del mostrador, el tape Olmedo, sin dejar de hacerle
punta a un palito le comentó:
-Ta comprobau que perro
de pelaje azul es de lo más rencoroso. Lo único que puede hacer usté, es
mudarse. Usté se muda, y chau.
Firulete dijo que no se
animaba a dir solo al rancho, y todos se ofrecieron pa darle una mano.
Consiguieron un carro, cargaron una damajuana e vino por cualquier cosa, y
salieron los ocho pa la mudanza. Cuando el matungo del carro vio la patota casi
se desmaya, animalito e Dios.
Llegaron al rancho, y Firulete
se quedó en el carro pa evitarse un mal encuentro con el perro.
Los demás entraron a
buscarle las cacharpas. Sacaron el catre, un pedazo de tocino salado que
colgaba del techo, el brasero, mate y bombilla, las cacerolas, juntaron las
pulgas en una lata para que después el otro no las estrañara, sacaron la
cómoda, pero el asunto fue sacar el ropero.
Con los vientos y las
lluvias el rancho estaba medio chingado con la puerta como un ocho, y el ropero
no pasaba. Lo presentaron, empujaron y se les quedó trancado. Los de afuera
tiraban, los de adentro empujaban, y todos gritaban: “¡Empuje de ahí… tire de
esa punta…! ¡Cuidau mierda que me están reventando un dedo!... ¡Ojo que puede zafar
de golpe… no lo faciliten!”
Como el ropero no zafaba,
lo ataron con una soga y pusieron al matungo a cinchar. Animalito e Dios,
cuando vio que tenía que tirar del ropero casi se desmaya, y hubo que darle
vino por el pico de la damajuana pa reanimarlo.
Se ve que al tape se le
fue la mano en el trago e vino, porque al matungo le brillaron los ojazos,
relinchó, se afirmó y pegó un tirón que el rancho se vino al suelo. Cuando los
que estaban adentro salieron de abajo de los escombros, cargaron el ropero y
allá marchó Firulete con sus cosas pa un rancho nuevo.
A las pocas horas lo
vieron llegar de vuelta al boliche, muy preocupau.
-¿Y ahora qué le pasa,
vecino?
-El perro, me echó del
rancho de nuevo.
-¿Y pa qué lo dejó
entrar?
-Estaba adentro del
ropero…
-¿Y la perrita coqueta?
-Adentro e la cómoda.
Algunos lo acompañaron pa
ver de sacarlos, y cuando iban llegando se apagó la luz de la ventana. El perro
había soplau el farol. El pardo Santiago comentó:
-No me parece justo andar
molestando.
Y se volvieron todos pal
boliche antes de que se les picara el vino.
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