domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (36)


PERRITA COQUETA

Al Cuque Sclavo

Cuando el protagonista de un cuento es un perro, hay que tener mucho cuidado.

Al que se le complicó la vida con el perro, fue a Firulete Santuario, el casau con naides porque según él, si el hombre nace soltero por algo será y uno no es quien pa estarle reformando las cosas al Señor.

Supo tener un perro de lo más suficiente pa la inteligencia canina, y de pelaje azul.  Era muy prolijo pa las cosas, hasta que se le cruzó una perrita de lo más coqueta, que caminaba toda así, provocando. Perrita de pelaje rosado, como si hubiera dormido en la carretilla de cargar ladrillos.

Vaya uno a saber las cosas que le ladró aquella perrita, para que el perro de Firulete se empezara a quedar como ido, chambón pa los quehaceres de la casa y del campo.

Un día Firulete puso un guiso en el fuego, se lo encargó al perro pa que lo cuidara, y se lo dejó quemar. Cuando el hombre volvió, aquello era un pegote que tuvo tirar la cacerola. Fue cuando le paso flor de rezongo:

-Usté -le dijo-; usté se me está poniendo de lo más maturrango pa la cosas porque no tiene un cuidau ni presta una atención, y me gustaría saber en qué anda usté… ¡Eso me gustaría saber… en qué andá usté!

Cabeza gacha, cola entre las patas, y dos lagrimones, salió al trotecito corto, y allí cerca se encontró con la perrita coqueta que lo miraba. Seguro que ella había escuchau los rezongos, y eso le dio más vergüenza y más rabia.

El perro se paseaba por el patio, iba y venía, preocupau, humillau, manoseau. Se ve que a ella le dio lástima, porque de lejos le hacía fiestas con unos ladridos de lo más mimosos.

De repente, Firulete lo llamó pa que le prendiera el brasero. Pero lo llamó mal, a los gritos destemplaos, con un “¡Venga pa acá enseguida!”, que se oyó de lejos. La perrita se quedó mirando de orejas paradas.

El perro reculó unos metros pa agarrar velocidá, dentro al rancho a toda carrera, le saltó a Firulete, lo curtió a mordiscones y lo sacó calzau campo afuera, Se le adueñó del rancho, y la perrita a las fiestas y a los saltitos le ladraba cosas.

De noche, desde lejos y muerto e frío, vio apagarse la luz de su ventana. El perro había soplau el farol.

Caminando por esos campos solitarios, llegó hasta el boliche El Resorte.

Dentró, se acodó, saludó, y la Duvija, Tulipán Catinga, el tape Olmedo, Increíble Postal, el pardo Santiago, Nomeolvides Cachón, y Rosadito Verdoso, se lo quedaron mirando. La Duvija se atrevió a preguntarle, y el hombre contó que se había quedau sin rancho, sin mate, sin catre, sin tabaco y sin ropero y sin cómoda, porque el perro se le había adueñau del rancho. Dijo que él lo había tratau mal, pero que había una perrita coqueta que seguro lo había engualichau al animalito, porque él no era así.

Mientras el barcino se corría pa la otra punta del mostrador, el tape Olmedo, sin dejar de hacerle punta a un palito le comentó:

-Ta comprobau que perro de pelaje azul es de lo más rencoroso. Lo único que puede hacer usté, es mudarse. Usté se muda, y chau.

Firulete dijo que no se animaba a dir solo al rancho, y todos se ofrecieron pa darle una mano. Consiguieron un carro, cargaron una damajuana e vino por cualquier cosa, y salieron los ocho pa la mudanza. Cuando el matungo del carro vio la patota casi se desmaya, animalito e Dios.

Llegaron al rancho, y Firulete se quedó en el carro pa evitarse un mal encuentro con el perro.

Los demás entraron a buscarle las cacharpas. Sacaron el catre, un pedazo de tocino salado que colgaba del techo, el brasero, mate y bombilla, las cacerolas, juntaron las pulgas en una lata para que después el otro no las estrañara, sacaron la cómoda, pero el asunto fue sacar el ropero.

Con los vientos y las lluvias el rancho estaba medio chingado con la puerta como un ocho, y el ropero no pasaba. Lo presentaron, empujaron y se les quedó trancado. Los de afuera tiraban, los de adentro empujaban, y todos gritaban: “¡Empuje de ahí… tire de esa punta…! ¡Cuidau mierda que me están reventando un dedo!... ¡Ojo que puede zafar de golpe… no lo faciliten!”

Como el ropero no zafaba, lo ataron con una soga y pusieron al matungo a cinchar. Animalito e Dios, cuando vio que tenía que tirar del ropero casi se desmaya, y hubo que darle vino por el pico de la damajuana pa reanimarlo.

Se ve que al tape se le fue la mano en el trago e vino, porque al matungo le brillaron los ojazos, relinchó, se afirmó y pegó un tirón que el rancho se vino al suelo. Cuando los que estaban adentro salieron de abajo de los escombros, cargaron el ropero y allá marchó Firulete con sus cosas pa un rancho nuevo.

A las pocas horas lo vieron llegar de vuelta al boliche, muy preocupau.

-¿Y ahora qué le pasa, vecino?

-El perro, me echó del rancho de nuevo.

-¿Y pa qué lo dejó entrar?

-Estaba adentro del ropero…

-¿Y la perrita coqueta?

-Adentro e la cómoda.

Algunos lo acompañaron pa ver de sacarlos, y cuando iban llegando se apagó la luz de la ventana. El perro había soplau el farol. El pardo Santiago comentó:

-No me parece justo andar molestando.

Y se volvieron todos pal boliche antes de que se les picara el vino.

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