martes

IRMA HOESLI - MOZART: LAS CARTAS DE UN GENIO DE LA MÚSICA (5)


LAS CARTAS DE MOZART COMO EXPRESIÓN DE SU ESPÍRITU CREADOR (3)

JUEGO (3)


Por un momento nos parece ridícula la absoluta falta de relación entre las palabras rimadas y nos convencemos de la intención festiva de la misiva. Con absoluta falta de respeto rima”burla” con “Dios” (Spott-Gott), al “prelado” enfermo le sigue la “ensalada” (Prälat-Salat). Pisoteando desconsiderablemente el orden de las partes de la oración hay una apreciable fauna que logra asombrosas asociaciones: “ser” con “cerdo” (sein-Schwein), el “toro” al lado de “a mi” (Stier-mir), el “conejo” con la “prima” (Has-Bas), el “perro” antes de “sano” (Hund-gesund). A continuación introduce la frasecita-tema “usted me escribe también” no menos de quince veces, con distintas variaciones, con ricas posibilidades formales, con expresiones cada vez más concisas y tiempo in crescendo. La significación de las palabras individualmente se desvirtúa como consecuencia del amontonamiento de ellas, pues apenas si se presta atención al sentido de las mismas, ya que sólo se capta en forma rítmica, que nos recuerda el penoso e intermitente arrancar de una locomotora de vapor:

…”si usted me expresa, usted me expone, usted me manifiesta, usted ma hace saber”… hasta que entra finalmente en el ritmo regular de la marcha: …”usted demanda, usted desea, usted anhela, usted pide, usted quiere”… De esta manera juega el músico con el idioma. Va acrecentando la intensidad del elemento significación y extrae de las palabras el elemento musical rítmico. Acaba de utilizar una frasecita para modificarla luego con sinónimos o verbos de significación parecida y ahora vuelve al tema de la carta:

Vendrá una carta o vendrán cartas dirigidas a mí a sus manos, las que le ruego…

para pasar en seguida a una especie de diálogo entre voces interrogantes y otras que contestan:

-¿qué?- si ningún zorro no es ningún conejo, si eso -Bueno, ¿dónde había quedado?- sí, es cierto, en el llegar, -sí, si llegaran- si ¿quién? -¿quién ha de llegar?- sí, ahora me acuerdo; cartas, cartas han de llegar -¿pero qué cartas?- pues bien, cartas dirigidas a mí, las que luego me remita… (1)

En seguida Mozart empieza a jugar con una pequeña frase interrogativa que, sin duda, le ha llamado la atención por su musicalidad en las variaciones:

…yo le pido, ¿por qué no?, queridísimo fex, ¿por qué no?, que si escribe usted a madame Tavernier, a Munich, escriba un cumplido de mi parte para las 2 mademoiselles Freysinger, ¿por qué no? -¿¡Curios!, ¿por qué no?- y a la más joven, que es la señorita Josephs, le pido disculpas, ¿por qué no? -¿por qué no habría de pedirle disculpas?- ¡Curios! -¿no sé por qué no habría de pedírselas- le pido, pues, disculpas por no haberle enviado hasta ahora la sonata prometida y que le enviaré lo antes posible, ¿por qué no?. ¿Qué? -¿por qué no?- ¿por qué no ha de mandarla? -¿por qué no ha de enviarla?- ¿por qué no? -¡Curios!- ¿no sabría por qué no? Bueno, este favor puede usted hacerme - -¿por qué no?- ¿por qué no habría de hacérmelo? -¿por qué no?- ¡Curios!, yo también se lo haría si usted quisiera -¿por qué no?- ¿por qué no habría de hacérserlo yo? ¡Curios! -¿por qué no?- ¿no sabría por qué no? (2)

Después de la clarinada rítmica del Curios hay una pausa expectante, para continuar luego con la frasecita interrogativa con ritmo marcadamente juguetón. En cada pregunta ponemos un decidido tono melodioso, tanto más notable cuanto más corta y escasa, pero al mismo tiempo más rica en vocales, es la pregunta. Cuando el “¿por qué no?” aparece por segunda y tercera vez, con variaciones y ampliaciones, impulsa al desaprensivo lector a tararear una melodía. Es como si dos instrumentos musicales mantuvieran un diálogo en el que cada uno de los interlocutores repitiera, a su manera, apenas con un rasguido o toda una variación, la pregunta del otro. Los guiones parecen indicar que hay una pausa, después de la cual habla otra voz. El hecho de que en estas líneas realmente se diga algo con significado, un encargo formal, sólo es perceptible para el lector escrupuloso que sabe abrirse paso por entre el juego de acertijos de tantos “¿por qué?”.


Notas

(1) A la primita, Mannheim, 31-X-17777, II, 334.
(2) A la primita, Mannheim, 31-X-1777, II, 334.

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