domingo

HOLISMO, NEW AGE, AUTOAYUDA (8)


GERARDO MENÉNDEZ

¿NUEVAS CARAS PARA EL INDIVIDUALISMO O NUEVO PARADIGMA PARA EL SENTIDO COMÚN?

(Basado en una tesis defendida en Mayo de 2000 / Banca Examinadora: Marcelo Jasmin, IUPERJ (Presidente), Edmundo Campos Coelho, IUPERJ (Orientador), Otávio Velho, PPGAS, Rafael Bayce, UDELAR, Fátima Tavares, UFJF)

1ª edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018
A - El problema del individualismo

I - 1 - Individualismo utilitario versus individualismo expresivo.

V - 2 - El fin de la utopía contracultural: ¿y ahora qué?

Después del fracaso de la contracultura, hacia el año 70, los jóvenes que habían vivido de acuerdo a la ética expresiva estaban desorientados. Si en algo habían triunfado, fue en desnudar al individualismo utilitario de toda justificación ideológica o religiosa. Con ello, se fue también la legitimidad de las principales instituciones sociales: el gobierno, la ley, la religión, el matrimonio y la familia. Ante el despedazamiento de la utopía contracultural ya no había valores comunitarios a los que volver. En esta atmósfera de desilusión y depresión los jóvenes siguieron caminos variados.

Una tendencia importante fue el refugio en los asuntos privados. La propia des-legitimación de la moral como “fachada” del individualismo utilitario, que ellos habían propiciado, era ahora la justificación de su retracción al auto-interés: ¿si todas las restricciones morales son ilegítimas porque yo tengo que creer en la moralidad? Así el individualismo utilitario habría logrado una irónica victoria. La propia ética expresiva, que lo desenmascaró y despojó de justificaciones morales, le servía ahora para su retorno triunfal. La ética de la autenticidad, del “sé tú mismo”, pasó a servir para justificar lo que Bellah define como “un período de privatización cínica, una reducción de la solidaridad y de la preocupación para con el menor círculo posible de personas, lo que es realmente asustador”[1]. Lipovetsky se refirió a esto como un pasaje de la “sensibilidad política” de los 60 a una “sensibilidad terapéutica”. Refiriéndose a los ex-protagonistas de la revuelta contra-cultural francesa, dice que sucumbieron “a los encantos de la ‘self-examination’[2].

Durante los años 70, además de innúmeros grupos “auto-religiosos” y místicos, surgió un influyentísimo movimiento, más secular, que adoptó -principalmente- la forma de “seminarios transformacionales”, de algunos días de duración, que prometían a los participantes la posibilidad de “sustituir el creer por el experimentar”, abandonar sus creencias recibidas sobre cómo la vida podría o debería ser, que bloquean su experiencia de cómo realmente es en el presente, e impiden su respuesta efectiva a la misma. [3]

Según descripciones como las de Tipton y Heellas, a través de una conjunción del pensamiento positivo y el behaviorismo, con técnicas y teorías desarrolladas en el clima expresivista de los años 60, se buscaba “cambiar el paradigma” de la persona, de tal forma que asumiese la responsabilidad de su vida, que “despertase” al hecho de que “cada persona es la causa total de sus problemas”. El mensaje era: “tú eres perfecto, pero tus barreras te impiden experimentarlo”. La literatura de auto-ayuda era, a su vez, la versión para consumo masivo de esta “sabiduría”.

Es este nuevo individualismo el que está en juego en los debates sociológicos sobre la auto-ayuda y la New Age. La ética individualista utilitaria de los años 50 tuvo que valerse de una alianza con la ética bíblica, basada en una forzada reinterpretación de esta última. El individualismo utilitario tenía, ahora, un aliado mucho más adecuado: la ética de la autenticidad de la contracultura. El Pensamiento Positivo de Norman Vincent Peale y Dale Canegie fue el manual práctico de aquella primera combinación, la Auto-ayuda de Wayne Dyer y Louise Hay lo sería de esta última.

Toda la producción sociológica que, de alguna manera, aborda la New Age o fenómenos relacionados, está pautada por esta cuestión. Algunos meta-teóricos críticos de la modernidad, vieron los movimientos de los 70 como síntomas de egoísmo y decadencia moral; otros, más optimistas ven en ellos el surgimiento de una nueva moral y un nuevo individualismo “reflexivo”. Los sociólogos dedicados al estudio específico de la New Age, la defienden, aunque reconocen la complejidad de la cuestión. El espíritu de todo este debate se resume en estas frases de Bellah:

“El clima de la cultura joven en el período de nuestro estudio fue predominantemente pesimista, revelando no la esperanza en cambios de gran escala que caracterizaron los años 60, sino la ansiosa preocupación por la sobrevivencia física y moral. [En este sentido], los movimientos posteriores, de inicio de los años 70, ganan un interés especial [...]. Podemos preguntar si alguno de ellos fue capaz de lanzar y preservar las semillas positivas de los años 60, de tal modo que, bajo circunstancias más favorables, pudiesen crecer y fructificar nuevamente”[4]

B - El Problema de la Religión

En lo que tiene que ver con el problema de la religión, la cuestión de fondo en debate es la “tesis de la secularización creciente”. Lo que se discute es si la New Age  es un nuevo tipo de religión, adecuado a las condiciones de la sociabilidad en la “alta modernidad”, o si se trata de una serie de creencias básicamente superficiales e inauténticas, síntomas del papel decreciente de la religión en la sociedad. Quienes sostienen esta última posición, resaltan la inexistencia de una ética y un dogma unificados, de una organización eclesiástica y de ideas como “pecado” y “salvación”. Los sociólogos que estudian el tema, tienden a defender la primera tesis. La New Age sería la forma de religión apropiada a una sociedad altamente especializada. Luckmann, por ejemplo, dice:

 “Como es bien sabido, las consecuencias de largo alcance de la especialización institucional han sido comúnmente interpretadas como un proceso de secularización. Sin embargo, en mi opinión, la inestabilidad estructural de la especialización de la religión lleva a su reemplazo parcial por una [nueva] forma emergente de religión”[5].

La ausencia de organización institucional, de un dogma canonizado y de sistemas de disciplina se debería a que

“sociedades que han alcanzado un cierto nivel de complejidad y un alto grado de diferenciación funcional no pueden mantener fácilmente la universalidad social de una visión del mundo esencialmente religiosa [...] La privatización de la religión es parte de la privatización general de la vida individual en las sociedades modernas. La condición social más directamente conectada con la privatización es, por supuesto, el alto grado de diferenciación en la estructura social” [6]

Esta “forma social privatizada de religión”, según Luckmann, se caracteriza por estar constituida por “un espectro más amplio de actores” involucrados en “la construcción social de varios tipos de trascendencia”. La escena social en que ella se desarrolla se estructura como un “mercado desmonopolizado”, caracterizado por la “accesibilidad masiva inmediata” de las “representaciones referidas a variados niveles de trascendencia” que esta nueva forma de religión produce. Sin embargo, “esto no significa que no haya ninguna forma de mediación entre el mercado y los consumidores” Esa mediación es realizada por “una variedad de instituciones secundarias [...] que han tomado el desafío y se han convertido en un lucrativo negocio”[7].

“Estas instituciones [...] verbalizan tópicos surgidos en la esfera privada, empaquetan los resultados en porciones fácilmente digeribles, y distribuyen los resultados a los consumidores potenciales. Las analogías mundanas de la literatura devocional tradicional van desde los tratados de pensamiento positivo hasta artículos de Playboy sobre la expansión de la consciencia a través de varios tipos de técnicas (por ejemplo, sexuales), libros de bolsillos sobre psicología popular [...] literatura mística oriental, columnas de consejos astrológicos, oferta de bioenergética y meditación, y cosas por el estilo. Estos productos comunican un set de significados (y ocasionalmente técnicas) más o menos sistemáticos referidos a trascendencias mínimas, intermedias y, raramente, grandes. Ese set puede ser comprado y mantenido por pequeños o largos períodos.”[8]
“La mejor ilustración” de esta forma privatizada de religión es, según Luckmann, el movimiento New Age.[9]

“El movimiento New Age pone énfasis en el desarrollo espiritual de cada individuo. A veces revive elementos de tradiciones que no han sido canonizadas y que él interpreta de formas no-ortodoxas. Colecta abundantes materiales psicológicos, terapéuticos, mágicos, marginalmente científicos, y antiguos materiales esotéricos, los re-envasa, y los ofrece para el consumo individual y posterior sincretismo privado.[10]

El análisis de Luckmann es un ejemplo de la posición más común entre los sociólogos de la religión que han abordado el asunto. Ellos no coinciden con la visión de que los aspectos esotéricos y los aspectos mundanos de la New Age sean fenómenos separados. Las manifestaciones más materialistas y triviales se entrelazan con las más místicas y espirituales, en un nuevo tipo de religión, que canaliza las formas contemporáneas de la eterna necesidad del ser humano por respuestas trascendentes. Esta unidad, sin embargo, los mencionados analistas la encuentran sólo en la funcionalidad sociológica de dichas creencias -la compensación de la excesiva especialización social- y no en el contenido de su estructura significativa, la cual continúa apareciendo como vaga y contradictoria:

“El movimiento New Age rechaza programáticamente la organización en términos de grandes instituciones; en su lugar, cultiva la noción de redes. El movimiento New Age ilustra la forma social de la religión invisible. No tiene organizaciones estables, dogmas canonizados, sistemas de reclutamiento, o aparatos disciplinarios. Esto puede ser la pre-condición estructural para la exitosa mantención de su vago abordaje holístico, el cual, responde -entre otras cosas- a la creciente demanda de una jerarquía abarcadora de significado que venza la especialización de aquellos dominios culturales tales como la ciencia, la religión, el arte, etc. [...] En vez de segmentación, ella ofrece integración -no importa cuan superficial esta pueda parece al observador externo. Así, la New Age y representantes similares de una visión holística, mágica, del mundo, proveen a los buscadores individuales de los ladrillos para el posterior bricolage individual.”[11]

Heelas habla de la New Age como "la ‘religión’ posmoderna de la cultura de consumo".

“Al favorecer formas radicalmente des-tradicionalizadas , no-autoritativas de provisión de sentido, individuos formados en la moderna sociedad de consumo pueden disfrutar lo que se ofrece sin tener que sujetarse a los compromisos y disciplinas requeridos por la religión concebida en términos de "lo tradicional". En realidad, tales personas no tendrían ni siquiera que preocuparse por tener que "creer" en lo que están haciendo. Se les dice que la "experiencia" es lo que importa, no la "creencia", esta última siendo asociada con el intelecto y, por lo tanto, con lo falso, con el nivel "egótico" de la realidad"[12]

Notas


[1] Bellah, [1976], p.27
[2] Lipovetsky, 1986.
[3] La primera e inicialmente la más influyente de estas organizaciones fue el  est (Erhard Seminars for Transformation), fundada en 1971 por el ex-gerente de venta de libros puerta-a-puerta Werner Erhard. Tipton (1982, p. 176) afirma que hasta 1980 est entrenó 270.000 personas en los EE.UU., un tercio de ellas en el estado de California.
[4] Bellah, [1976], p.29
[5] Luckmann, p. 176
[6] Idem, p. 175-6).
[7] Idem., p. 177
[8] Idem., p. 177-8
[9] Idem. p. 178.
[10] Idem.
[11] Idem.
[12] Heelas 1994, p. 107.

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