3 / EL HÉROE Y EL DIOS (1)
El mundo objetivo sigue
siendo lo que era, pero como el énfasis ha cambiado dentro del sujeto, se nos
muestra transformado. Donde antes contendían la vida y la muerte se manifiesta
ahora un ser perdurable, tan indiferente a los accidentes del tiempo como el
agua que hierve en un recipiente lo es al destino de una burbuja, o como lo es el
cosmos a la aparición y desaparición de una galaxia de estrellas. La tragedia
es el rompimiento de las formas y de nuestra unión con ellas; la comedia es el
júbilo bárbaro, descuidado e inagotable de la vida invencible. Así las dos son
tema de un solo tema mitológico y de la experiencia que las incluye y en la
cual se unen: el camino hacia abajo y el camino hacia arriba (káthodos y dnodos) que juntos constituyen la totalidad de la revelación que es
la vida y que el individuo debe conocer y amar si ha de sufrir la purgación (kátharsis-purgatorio) del contagio del
pecado (desobediencia a la voluntad divina) y de la muerte (identificación con
la forma mortal).
“Todas las cosas cambian,
nada muere. El espíritu ambula de aquí para allá, y ocupa el marco que le place…
Porque aquello que una vez existió ya no es, y lo que no era ha llegado a ser.
Así, el enorme círculo de movimiento ha girado una vez más.” (33) Sólo de los
cuerpos en los cuales habita este yo eterno, imperecedero e incomprensible, se
dice que tienen un fin.” (34)
Es asunto propio de la
mitología y de los cuentos de hadas revelar los peligros específicos y las
técnicas del oscuro camino interior que va de la tragedia a la comedia. Por
ello los incidentes son fantásticos, “irreales”: representan triunfos
psicológicos, no físicos. Aun cuando la leyenda trate de un pensamiento
histórico, los hechos de su victoria se manifiestan, no en forma acorde con la
realidad de la vida, sino en visiones como las de los sueños; porque no se
trata de que tal y tal hazaña se haya verificado en la Tierra; se trata de que
antes de que dicha hazaña se haya verificado en la Tierra, hay otra cosa
primaria y de mayor importancia que ha tenido que pasar por el laberinto que
todos conocemos y visitamos en sueños. La travesía del héroe mitológico puede
ser, incidentalmente, concreta, pero fundamentalmente es interior, en
profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas
olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración
del mundo. Cuando esta hazaña se realiza, la vida ya no sufre desesperadamente bajo
las terribles mutilaciones del desastre ubicuo, agravado por el tiempo,
terrible a través del espacio; sino que, todavía visible en su horror, con
gritos de angustia todavía tumultuosos, queda penetrada con el conocimiento de
un amor que todo lo invade y todo lo alimenta y con el conocimiento también de
su propia fuerza inconquistada. Los reflejos de la luz que arde invisible
dentro de los abismos de su materia normalmente opaca, avanzan con un estruendo
creciente. Las terribles mutilaciones son vistas entonces sólo como sombras de
una inmanente e imperecedera eternidad; el tiempo cede su lugar a la gloria y
el mundo canta con la voz de sirena de las esferas, voz prodigiosa, angélica,
pero tal vez finalmente monótona. Como las familias felices, los mitos y los
mundos redimidos son todos iguales.
Notas
(33) Ovidio, Metamorfosis, XV, 165-167; 184-185.
(34) Bhagavad Gita, 2:18 (traducción por Swami Nikhilananda, Nueva York,
1944).
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