domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (9) - JOSEPH CAMPBELL


3 / EL HÉROE Y EL DIOS (1)


El mundo objetivo sigue siendo lo que era, pero como el énfasis ha cambiado dentro del sujeto, se nos muestra transformado. Donde antes contendían la vida y la muerte se manifiesta ahora un ser perdurable, tan indiferente a los accidentes del tiempo como el agua que hierve en un recipiente lo es al destino de una burbuja, o como lo es el cosmos a la aparición y desaparición de una galaxia de estrellas. La tragedia es el rompimiento de las formas y de nuestra unión con ellas; la comedia es el júbilo bárbaro, descuidado e inagotable de la vida invencible. Así las dos son tema de un solo tema mitológico y de la experiencia que las incluye y en la cual se unen: el camino hacia abajo y el camino hacia arriba (káthodos y dnodos) que juntos constituyen la totalidad de la revelación que es la vida y que el individuo debe conocer y amar si ha de sufrir la purgación (kátharsis-purgatorio) del contagio del pecado (desobediencia a la voluntad divina) y de la muerte (identificación con la forma mortal).

“Todas las cosas cambian, nada muere. El espíritu ambula de aquí para allá, y ocupa el marco que le place… Porque aquello que una vez existió ya no es, y lo que no era ha llegado a ser. Así, el enorme círculo de movimiento ha girado una vez más.” (33) Sólo de los cuerpos en los cuales habita este yo eterno, imperecedero e incomprensible, se dice que tienen un fin.” (34)

Es asunto propio de la mitología y de los cuentos de hadas revelar los peligros específicos y las técnicas del oscuro camino interior que va de la tragedia a la comedia. Por ello los incidentes son fantásticos, “irreales”: representan triunfos psicológicos, no físicos. Aun cuando la leyenda trate de un pensamiento histórico, los hechos de su victoria se manifiestan, no en forma acorde con la realidad de la vida, sino en visiones como las de los sueños; porque no se trata de que tal y tal hazaña se haya verificado en la Tierra; se trata de que antes de que dicha hazaña se haya verificado en la Tierra, hay otra cosa primaria y de mayor importancia que ha tenido que pasar por el laberinto que todos conocemos y visitamos en sueños. La travesía del héroe mitológico puede ser, incidentalmente, concreta, pero fundamentalmente es interior, en profundidades donde se vencen oscuras resistencias, donde reviven fuerzas olvidadas y perdidas por largo tiempo que se preparan para la transfiguración del mundo. Cuando esta hazaña se realiza, la vida ya no sufre desesperadamente bajo las terribles mutilaciones del desastre ubicuo, agravado por el tiempo, terrible a través del espacio; sino que, todavía visible en su horror, con gritos de angustia todavía tumultuosos, queda penetrada con el conocimiento de un amor que todo lo invade y todo lo alimenta y con el conocimiento también de su propia fuerza inconquistada. Los reflejos de la luz que arde invisible dentro de los abismos de su materia normalmente opaca, avanzan con un estruendo creciente. Las terribles mutilaciones son vistas entonces sólo como sombras de una inmanente e imperecedera eternidad; el tiempo cede su lugar a la gloria y el mundo canta con la voz de sirena de las esferas, voz prodigiosa, angélica, pero tal vez finalmente monótona. Como las familias felices, los mitos y los mundos redimidos son todos iguales.


Notas

(33) Ovidio, Metamorfosis, XV, 165-167; 184-185.
(34) Bhagavad Gita, 2:18 (traducción por Swami Nikhilananda, Nueva York, 1944).

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