sábado

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (12) - JOSEPH CAMPBELL


3 / EL HÉROE Y EL DIOS (4)


Ya sea el héroe ridículo o sublime, griego o bárbaro, gentil o judío, poco varía su jornada en lo esencial. Los cuentos populares representan la acción heroica como física; las religiones superiores le dan sentido moral a sus hazañas; sin embargo, es asombrosa la poca variedad que se encuentra en la morfología de la aventura, en los personajes que intervienen, en las batallas ganadas. Si uno u otro de los elementos básicos del arquetipo queda omitido de un cuento de hadas, leyenda, ritual o mito, se halla implícito de uno u otro modo. Y la omisión misma puede ser muy significativa para la historia y la patología del caso, como pronto veremos.

La parte segunda, “El ciclo cosmogónico”, muestra la gran creación y destrucción del mundo que se entrega como revelación al héroe triunfador. El capítulo I, Emanaciones, trata de la creación de las formas del universo a partir del vacío. El capítulo II; El nacimiento de virgen, es una revisión del papel creador y redentor de la fuerza femenina, primero en la escala cósmica, como la Madre del Universo, después en el plano humano, como la Madre del Héroe. El capítulo III, Transformaciones del héroe, sigue el curso de la historia legendaria de la raza humana a través de sus etapas típicas, con la aparición del héroe en diversas formas de acuerdo con las necesidades cambiantes de la raza. Y el capítulo IV, Disoluciones, habla del final previsto, primero para el héroe, y luego para el mundo visible.

El ciclo cosmogónico se presenta con asombroso paralelismo, en los escritos sagrados de todos los continentes, (43) y da a la aventura del héroe un giro nuevo e interesante, porque ahora aparece que la peligrosa jornada es una labor no de adquisición sino de readquisición, no de descubrimiento sino de redescubrimiento. Se revela que las fuerzas divinas buscadas y peligrosamente ganadas han estado siempre dentro del corazón del héroe. Él es “el hijo del rey”, que ha llegado a saber quién es; de aquí que haya entrado al ejercicio de su propia fuerza, “hijo de Dios”, que ha sido enseñado a apreciar cuánto significa ese título. Desde este punto de vista el héroe es el símbolo de la divina imagen creadora y redentora que está escondida dentro de todos nosotros y sólo espera ser reconocida y restituida a la vida.

“Porque aquel que se ha convertido en muchos, permanece Uno solo indivisible, pero cada una de sus partes es toda de Cristo”, leemos en los escritos de San Simeón el joven (949-1022 d. C. “Lo vi en mi casa -sigue el santo-, entre todos los objetos diarios apareció Él inesperadamente, se unió y se confundió inefablemente conmigo; se unió a mí sin que hubiera cosa alguna entre nosotros, como el fuego al acero y la luz al cristal. Y Él me hizo como fuego y como luz. Y yo me convertí en aquello que había visto y contemplado desde lejos. No sé cómo relataros este milagro… Soy hombre por naturaleza y Dios por la gracia de Dios.” (44)

Una visión comparable a esta se describe en el apócrifo Evangelio de Eva. “Estaba yo en un alto monte y vi un hombre gigante y otro raquítico. Y oí así como una voz de trueno. Me acerqué para escuchar y me habló diciendo: ‘Yo soy tú y tú eres yo; dondequiera que estés, allí estoy yo. En todas las cosas estoy desparramado y de cualquier sitio puedes recogerme, y, recogiéndome a mí, te recoges a ti mismo’.” (45)

Ambos, el héroe y su dios último, el que busca y el que es encontrado, se comprenden como el interior y el exterior de un solo misterio que se refleja a sí mismo como un espejo, idéntico al misterio del mundo visible. La gran proeza del héroe supremo es llegar al conocimiento de esta unidad en la multiplicidad y luego darla a conocer.

Notas

(43) El presente volumen no se ocupa del estudio histórico de las circunstancias. Este aspecto está reservado a un libro ahora en preparación. El presente volumen es un estudio comparativo, no genético. Su objeto es mostrar que existen paralelos esenciales en los mitos mismos, así como en las interpretaciones y explicaciones que los sabios han dado.
(44) Traducción de Dom Ansgar Nelson, P. S. B., en The Soul Afire (Nueva York, Pantheon Books, 1944), p. 303.
(45) Citado por Epifanio, Haeresses, XXVI, 3.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+