martes

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN (6)


El socialismo se halla, pues, en marcha, encarnado en múltiples fenómenos de la vida social.

Además, no ya como sistema, elaborado consciente y científicamente, sino como ley e instinto racional del hombre a través de la historia, el socialismo no ha dejado de pugnar y manifestarse de diferentes maneras en las colectividades, aun desde la etapa pre-clasista y más aun, desde el comunismo primitivo. Plekhanov, en “El arte y la vida social” y Bukarin, en “La teoría del materialismo histórico”, perfilan, con frecuencia y al azar, innumerables ejemplos de formas vagamente socialistas, esbozadas en la vida de las tribus. Más tarde, dentro de las sociedades del antiguo Oriente, observamos lo mismo: particularmente, el trabajo de las masas ofrece, -en Egipto, en Asiria- un acentuado carácter socialista. Durante la Edad Media, la pugna histórica del socialismo se eclipsa casi totalmente, para reaparecer solamente en los albores del capitalismo.

Al par de este parpadeo socialista, incongruente y larvado, pero tenaz y en creciente afirmación a través de la historia, se han producido otras tantas formas de arte socialista, reflejo más o menos directo de la vida social. El Coliseo de Roma contiene en su contextura arquitectónica y en el trabajo de masas que él revela, más de un aspecto o elemento artístico socialista, bien que todavía bárbaro y, sobre todo, malogrado por el pecado original de la sanguinaria injusticia social de que precede. Indudablemente, no se puede hablar de socialismo ni de arte socialista, en que el hombre es explotado por el hombre. Esto es una verdad inobjetable. Pero aquí tocamos, precisamente, el punto decisivo de la cuestión.

La sociedad socialista no va a surgir de golpe, de la noche a la mañana. La sociedad socialista será el resultado de un conjunto de fuerzas y leyes deterministas de la vida social. Ella no será una improvisación, sino una elaboración racional y científica, lenta, evolutiva, cíclica y revolucionaria. La prueba está en que la estamos viendo ahora (concretándose y definiéndose en Rusia) y la hemos visto, en el pasado plural y sucesivo de las sociedades, esbozarse y edificarse piedra a piedra -en muchos planes quinquenales, más o menos brillantes u oscuros, pero todos enhebrados por un solo hilo de la historia. Lo que se puede entonces afirmar es que ha habido y hay formas de la vida social más o menos socialistas y que estas formas ofrecen en la historia escalas y grados variables, aunque siempre progresivas, de socialismo. La división de la sociedad en clases y el imperio de la injusticia han impedido, ciertamente, hasta hoy, una más vasta, profunda y pura socialización de muchos aspectos de la vida colectiva. Sin embargo, la dialéctica irrefragable de la historia, contrariando y triunfando de las clases dominantes, ha socializado, repito, ciertas formas sociales de vida. Es así como los Estados Unidos, baluarte por excelencia del sistema capitalista -con sus injusticias más refinadas- ofrecen en su técnica de trabajo y en su estructura industrial, una creciente, aunque sorda y subterránea, tónica socialista. En grado revolucionario y sumo, Rusia -con la abolición de clases y la supresión de la injusticia social- ha cerrado el ciclo de las socializaciones esporádicas, intermitentes y larvadas y ha abierto para siempre la era socialista de la humanidad. Y mañana, cuando haya estallado y triunfado la revolución proletaria universal, la sociedad será socializada integralmente, no sólo en la producción, sino también y lo que es más decisivo, en la distribución de los productos.

Pues bien: las obras de arte socialista han seguido, siguen y seguirán idéntico desarrollo progresivo que la sociedad. La emoción artística socialista irá ganando en socialismo. La música socialista del futuro será más socialista que las sinfonías de Beethoven y las fugas de Bach. Estos músicos llegaron, en efecto, a tocar lo que hay de más hondo y común en todos los hombres, sin aflorar a la periferia circunstancial de la vida, zona esta que está determinada por la sensibilidad, las ideas y los intereses clasistas del individuo. Otros músicos operarán de ambos modos en la vida social: en lo profundo y en lo contingente de todos los individuos; es decir, sus obras serán más socialistas que las de Bach y de Beethoven.

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