12 / LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (6)
EKR
(2)
A muchas personas les
cuesta rendirse de forma positiva en las situaciones sin importancia.
Probablemente todos conocemos a personas que, incluso en una conferencia,
sienten que tienen que ponerse en pie y competir con el orador.
Quizá digan: “Tengo que
dejar las cosas claras. El conferenciante está equivocado.”
Esas personas no saben,
simplemente, escuchar y recibir. No se dan cuenta de que no es necesario que
muestren siempre su desacuerdo ni tienen que corregir a todo el mundo. En lugar
de esto, podrían dar al conferenciante la oportunidad de realizar su exposición
y, quizá, cambiar un poco su forma de pensar. Si, después de escuchar la
conferencia, deciden que no están de acuerdo o que no volverán a escuchar a ese
conferenciante, su reacción estaría bien. Pero si muestran su desacuerdo desde
el principio no se rinden a la oportunidad de recibir y aprender.
Algunas personas creen
que incluso escuchar lo que otros tienen que decir significa perder una
batalla. Lo cierto es que escuchar, y escuchar con atención, constituye una
rendición, breve y positiva, al punto de vista de otra persona, el cual
podremos incorporar al nuestro, analizarlo o prescindir de él.
El maître de un conocido restaurante cuenta que algunos clientes le
dicen: “Quiero probar su famosa ensalada César, pero sólo con aceite y vinagre”
o “Póngame el pollo especial, pero a la plancha, no al horno, y sin salsa”.
El maître seguía: “Lo que aportamos a la comida es nuestra forma única
de cocinarla y presentarla. Si alguien no la quiere así, se pierde aquello que
nuestro cocinero hace tan bien. Puedo comprender que alguien que ya haya
probado nuestros platos quiera tomarlos con menos salsa o deba hacerlo por
cuestiones dietéticas, pero muchas veces los clientes no nos dan la oportunidad
de hacerlo a nuestra manera.”
Todos nos hemos vueltos
muy controladores. Hemos olvidado lo que es ser estudiante y sentarse a los
pies de los demás. No sabemos aceptar otras ideas y experiencias, ni siquiera
durante unos breves momentos y en relación con las cosas pequeñas de la vida.
Cuando nos resistimos a
aceptar las situaciones que no podemos cambiar, nos agotamos y perdemos nuestro
poder y tranquilidad de espíritu; sin embargo, los recuperamos cuando dejamos
que las cosas sean como son, que es como decir: “Voy a ser feliz ahora en lugar
de posponerlo.” Por otro lado, cuando rehusamos rendirnos es como si dijéramos:
“No puedo ser feliz de ninguna manera hasta que las condiciones cambien.” Es
posible que otras condiciones resultaran más agradables, pero también es
posible que las circunstancias no cambien nunca, lo cual nos convertiría en
víctimas de esa falta de cambio. Si afirmamos que sólo seremos felices en tales
y tales circunstancias, nos limitamos. ¿Acaso la situación que imaginamos es,
en verdad, la única buena? ¿Acaso no hay muchas otras circunstancias y
situaciones, algunas de las cuales ni siquiera imaginamos, que nos pueden
aportar serenidad?
No estamos hablando de
aceptar todo lo que sucede: si no nos gusta un programa de televisión, no
tenemos que rendirnos a él, sino cambiar de canal; si no estamos satisfechos
con nuestro trabajo, debemos buscar uno nuevo; si nuestro coche hace un ruido
extraño, lo mejor es que lo llevemos a reparar; si somos infelices ante una
situación concreta, debemos utilizar nuestro poder y rectificarla. Me refiero a
circunstancias que, según hemos decidido, constituyen obstáculos insalvables
para nuestra felicidad; a situaciones en las que sentimos que no podremos ser
felices a menos que cambien, pero que no podemos cambiar. Si tuvimos una
infancia desgraciada, no podemos volver atrás y convertirla en una feliz. Si
alguien a quien amamos no nos corresponde, no podemos forzarlo. Y si padecemos
un cáncer, en ese momento no estaremos sanos.
En estas situaciones
podremos sentirnos todo lo infelices que queramos, pero no podremos cambiar los
hechos. La manera más rápida y poderosa de aprender la lección que nos ofrece
una situación es rendirnos a la vida tal como es. No podemos cambiar una
infancia desgraciada, pero podemos disfrutar de una vida feliz. Nos podemos
hacer que alguien nos ame, pero podemos dejar de malgastar nuestro tiempo y
nuestra energía en esa persona. No podemos dar unos pases con una varita mágica
y conseguir que nuestro cáncer desaparezca, pero eso no significa que nuestra
vida haya llegado a su fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario