domingo

LECCIONES DE VIDA (98) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


12 / LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (6)

EKR (2)

A muchas personas les cuesta rendirse de forma positiva en las situaciones sin importancia. Probablemente todos conocemos a personas que, incluso en una conferencia, sienten que tienen que ponerse en pie y competir con el orador.

Quizá digan: “Tengo que dejar las cosas claras. El conferenciante está equivocado.”

Esas personas no saben, simplemente, escuchar y recibir. No se dan cuenta de que no es necesario que muestren siempre su desacuerdo ni tienen que corregir a todo el mundo. En lugar de esto, podrían dar al conferenciante la oportunidad de realizar su exposición y, quizá, cambiar un poco su forma de pensar. Si, después de escuchar la conferencia, deciden que no están de acuerdo o que no volverán a escuchar a ese conferenciante, su reacción estaría bien. Pero si muestran su desacuerdo desde el principio no se rinden a la oportunidad de recibir y aprender.

Algunas personas creen que incluso escuchar lo que otros tienen que decir significa perder una batalla. Lo cierto es que escuchar, y escuchar con atención, constituye una rendición, breve y positiva, al punto de vista de otra persona, el cual podremos incorporar al nuestro, analizarlo o prescindir de él.

El maître de un conocido restaurante cuenta que algunos clientes le dicen: “Quiero probar su famosa ensalada César, pero sólo con aceite y vinagre” o “Póngame el pollo especial, pero a la plancha, no al horno, y sin salsa”.

El maître seguía: “Lo que aportamos a la comida es nuestra forma única de cocinarla y presentarla. Si alguien no la quiere así, se pierde aquello que nuestro cocinero hace tan bien. Puedo comprender que alguien que ya haya probado nuestros platos quiera tomarlos con menos salsa o deba hacerlo por cuestiones dietéticas, pero muchas veces los clientes no nos dan la oportunidad de hacerlo a nuestra manera.”

Todos nos hemos vueltos muy controladores. Hemos olvidado lo que es ser estudiante y sentarse a los pies de los demás. No sabemos aceptar otras ideas y experiencias, ni siquiera durante unos breves momentos y en relación con las cosas pequeñas de la vida.

Cuando nos resistimos a aceptar las situaciones que no podemos cambiar, nos agotamos y perdemos nuestro poder y tranquilidad de espíritu; sin embargo, los recuperamos cuando dejamos que las cosas sean como son, que es como decir: “Voy a ser feliz ahora en lugar de posponerlo.” Por otro lado, cuando rehusamos rendirnos es como si dijéramos: “No puedo ser feliz de ninguna manera hasta que las condiciones cambien.” Es posible que otras condiciones resultaran más agradables, pero también es posible que las circunstancias no cambien nunca, lo cual nos convertiría en víctimas de esa falta de cambio. Si afirmamos que sólo seremos felices en tales y tales circunstancias, nos limitamos. ¿Acaso la situación que imaginamos es, en verdad, la única buena? ¿Acaso no hay muchas otras circunstancias y situaciones, algunas de las cuales ni siquiera imaginamos, que nos pueden aportar serenidad?

No estamos hablando de aceptar todo lo que sucede: si no nos gusta un programa de televisión, no tenemos que rendirnos a él, sino cambiar de canal; si no estamos satisfechos con nuestro trabajo, debemos buscar uno nuevo; si nuestro coche hace un ruido extraño, lo mejor es que lo llevemos a reparar; si somos infelices ante una situación concreta, debemos utilizar nuestro poder y rectificarla. Me refiero a circunstancias que, según hemos decidido, constituyen obstáculos insalvables para nuestra felicidad; a situaciones en las que sentimos que no podremos ser felices a menos que cambien, pero que no podemos cambiar. Si tuvimos una infancia desgraciada, no podemos volver atrás y convertirla en una feliz. Si alguien a quien amamos no nos corresponde, no podemos forzarlo. Y si padecemos un cáncer, en ese momento no estaremos sanos.

En estas situaciones podremos sentirnos todo lo infelices que queramos, pero no podremos cambiar los hechos. La manera más rápida y poderosa de aprender la lección que nos ofrece una situación es rendirnos a la vida tal como es. No podemos cambiar una infancia desgraciada, pero podemos disfrutar de una vida feliz. Nos podemos hacer que alguien nos ame, pero podemos dejar de malgastar nuestro tiempo y nuestra energía en esa persona. No podemos dar unos pases con una varita mágica y conseguir que nuestro cáncer desaparezca, pero eso no significa que nuestra vida haya llegado a su fin.

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