12 / LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (4)
DK
James, un hombre que
había sido muy activo durante toda su vida, tenía ahora setenta y cuatro años y
padecía la enfermedad de Parkinson. Él siempre había dado, pero nunca supo
recibir.
Cuando se puso enfermo y
los demás tuvieron que cuidarle, no vio ninguna razón para continuar viviendo.
Su familia le explicó que para ellos era una gran alegría poder cuidarlo con
amor. Por mucho que desearan que aquella trágica situación no se hubiera
producido, sentían que era un honor poder corresponderle. Pero James sólo se
veía como una víctima y consideró seriamente la posibilidad de suicidarse.
Cuando hablamos de sus
sentimientos, le dije:
-Nadie puede impedir que
se suicide si decide hacerlo, pero creo que lo que más le preocupa es la
sensación de que ya no puede elegir. Sin embargo, ¿se ha parado a pensar que
puede decidir suicidarse o no hacerlo? Y también puede decidir aceptar esta
situación, lo cual constituiría una rendición positiva, no porque sea una
situación fantástica, sino porque es positivo que elija rendirse en vistas a un
propósito superior. Usted elije: no es una víctima.
Sabía que James era un
veterano de guerra y le pregunté qué había hecho allí. Me respondió con orgullo
que había sido piloto.
Acto seguido, le dije:
-Comprendo que quiera
continuar ejerciendo el control y que no desee rendirse, pero ¿mientras
piloteaba no se enfrentó a situaciones en las que tuvo que ceder el control de
una forma positiva?
Él pensó durante un
momento y respondió:
-En efecto, tenía que
cederlo a la torre. Sabía que los controladores aéreos tenían una visión más
amplia de lo que sucedía, de modo que dejaba con tranquilidad la situación en sus
manos.
-Entonces quizá comprenda
que en este caso también existe una visión más amplia de su vida y de la de sus
seres queridos. Quizás esta lección no sea sólo para usted, sino para todos,
del mismo modo en que el controlador aéreo se preocupaba de todos los aviones
que estaban volando y no sólo del suyo.
Aquello sí tuvo sentido
para él. Comprendió que rendirse era una elección y que no significaba darse
por vencido.
Existe una diferencia
importante entre rendirse y darse por vencido. Darse por vencido es como si al
diagnosticarnos una enfermedad terminal levantáramos las manos y exclamáramos: “¡No
hay esperanza! ¡Estoy acabado!”. Rendirse es elegir el tratamiento que nos
parece adecuado y, si no funciona, aceptar que nuestra vida en este planeta es
limitada. Cuando nos damos por vencidos negamos la vida que tenemos. Cuando nos
rendimos, la aceptamos tal como es. Ser una víctima de la enfermedad es darse
por vencido, pero ser consciente de que siempre, en cualquier situación, se
puede elegir, es rendirse. Dar la espalda a la situación es darse por vencido,
y volcarse en ella es rendirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario