DECLARACIÓN (4)
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Los nuevos amadores son comparados al vino nuevo. Estos son los que comienzan a
servir a Dios, porque traen los fervores de el vino del amor muy por de fuera
en el sentido, porque aun no han digerido la hez de el sentido flaco e
imperfecto, y tienen la fuerza de el amor en el sabor de él, porque a estos
ordinariamente les da fuerza para obrar el sabor sensitivo y por él se mueven.
Así no hay que fiar de este amor hasta que se acaben aquellos fervores y gustos
gruesos de sentido, porque, así como estos fervores y calor de sentido lo
pueden inclinar a bueno y perfecto amor y servirle de buen medio para él
-dirigiéndose bien la hez de su imperfección-, así también es muy fácil en
estos principios y novedad de gustos faltar el vino de el amor y perderse
cuando falta el hervor y sabor de nuevo. Y estos nuevos amadores siempre traen
ansias y fatigas de amor sensitivas, a los cuales conviene templar la bebida,
porque si obran mucho según la furia del vino, estragarse ha el natural. Estas
ansias y fatigas de amor es el sabor de el vino nuevo, que decíamos ser áspero
y grueso, y no aun suavizado en la
acabada cocción, cuando se acaban esas ansias de amor, como luego diremos.
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Esta mesma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico, diciendo: “Vinum novum
amicus novus: veterascet, et cum suavitate bibes allud”; quiere decir: “El
amigo nuevo es como el vino nuevo; añejarse ha y beberáslo con suavidad”
(9,15). Por tanto, los viejos amadores, que son ya los ejercitados y probados
en el servicio de el Esposo, son como el vino añejo ya cocida la hez, que no
tiene aquellos hervores de fuera, sino gustan la suavidad de el vino en
sustancia ya cocido y asentado allá adentro en el alma; no ya en aquel sabor de
sentido como los nuevos, sino con substancia y sabor de espíritu y verdad de
obra. Y no caerán en esos sabores ni hervores sensitivos, ni los quieren
gustar, porque quien tiene el asiento de el gusto en el sentido, también muchas
veces de necesidad ha de tener penas y disgustos en el sentido. Y porque estos
amantes viejos no tienen la suavidad radicalmente en el sentido, no tienen ya
ansias y penas de amor en el sentido y alma; y así, estos amigos viejos por maravilla
faltan a Dios, porque están ya sobre los que había de hacer faltar, que es
sobre el sentido inferior, y tiene el vino de amor, no sólo ya cocido y purgado
de hez, mas aun adobado con las especias que decíamos de virtudes perfectas,
que no le dejan malear como el nuevo. Por eso dice el Eclesiástico: “Amicum
antiquum ne deseras, novus enim non erit similis illi”; quiere decir: “No dejes
al amigo viejo porque el nuevo no será semejante a él” (9,14). En este vino,
pues, de amor ya probado y adobado de el alma hace el Amado la divina
embriaguez, que habemos dicho; el cual hace enviar a Dios las dulces emisiones,
Y así, el sentido de los tres versillos es el siguiente: “Al toque de centella”
con que recuerdas mi alma y “al adobado vino” con que amorosamente la
embriagas, ella te envía las emisiones, que son los movimientos y actos de amor
que en ella causas.
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