domingo

LECCIONES DE VIDA (95) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


12 / LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (3)

EKR (3)

Muchos de nosotros nos esforzamos en exceso a diario porque creemos que el control siempre es algo bueno y nos parece peligroso dejar que el universo se encargue de todo. Pero debemos preguntarnos si ese control es realmente necesario para el funcionamiento del mundo. No nos tenemos que levantar temprano para recordar al universo que haga salir el sol, y cuando damos la espalda al mar el universo no se equivoca y hace que la marea vaya en dirección contraria. No tenemos que recordar a nuestros hijos que crezcan año tras año ni organizar cursillos para explicar a las flores cómo tienen que florecer; tampoco tenemos que asegurarnos de que los planetas mantengan la distancia que los separa. El universo hace funcionar muy bien este planeta tan complejo, con todas sus flores, árboles, animales, viento, sol y todo lo demás. Es este el poder al que tenemos que rendirnos. En ocasiones puede resultar complicado descubrir la parte buena de lo que debemos aprender de una situación difícil, y quizá nos preguntemos por qué tenemos que pasar por ella. Pero muchas veces el universo no tiene otra manera de sanarnos. Intentemos ver las circunstancias desde la perspectiva de cómo son realmente y no de cómo son “de malas”. Nadie sabe con certeza por qué nos suceden cosas en la vida. El problema es que creemos que deberíamos saberlo. Pero vivir requiere humildad, porque la vida es un misterio. Todo nos será revelado a su debido tiempo.

¿Cómo podemos rendirnos? ¿Cómo podemos dejar de luchar? Del mismo modo que terminamos el juego del tira y afloja: simplemente, soltando la cuerda. Debemos soltar el control. Cuando por primera vez en nuestra vida empezamos a relajarnos, aprendemos a confiar en Dios y en el universo.

Cuando nos dejamos ir, nos desprendemos de nuestras imágenes mentales acerca de cómo deberían desarrollarse las situaciones y aceptamos lo que nos brinda el universo. Aceptamos que, en realidad, no sabemos cómo deberían ser las cosas. Los moribundos lo aprenden cuando repasan su vida. Comprenden que las situaciones “malas” a menudo lo llevaron a estados mejores, y que lo que ellos creían que era bueno, no era necesariamente lo mejor para ellos. Por ejemplo, los tratamientos experimentales pueden ser maravillosos y curar a las personas, pero también pueden causar más mal que bien. Muchos pacientes han luchado para recibir tratamientos experimentales porque estaban convencidos de que así salvarían su vida. Algunos acertaron, pero otros no. Lo cierto es que no siempre sabemos qué es lo mejor para nosotros. Por eso debemos renunciar a querer saber adónde nos conduce la vida; deberemos dejar de lado la pretensión de que siempre sabemos lo que está bien y debemos desistir de intentar controlar lo incontrolable. Aquellos momentos en los que creíamos saber con certeza qué era lo mejor, éramos presa de una ilusión. Nunca lo hemos sabido ni lo sabremos.

Para rendirnos sólo tenemos que levantarnos por la mañana y decir: “Hágase tu voluntad y no la mía.” Y también: “No sé lo que pasará hoy. Me he planificado el día: iré a trabajar, segaré el césped, etcétera. Pero me rindo ante el conocimiento de que mis planes son sólo un proyecto. Sé que surgirán cambios, oportunidades que no esperaba, sorpresas maravillosas o que quizá me asusten. Sé que se producirán situaciones que me abrirán nuevos caminos. Tengo la absoluta confianza de que todo esto me llevará en una dirección que guiará a mi ser y mi alma a su desarrollo más perfecto.”

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