HUGO GIOVANETTI VIOLA
primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de
Artes / 2018
obra
de portada: Haugussto Brazlleim
EPISODIO
2: TERTULIA
Estrellera
Florián Regusci terminó
de tocar Una lágrima y Juan Zorrilla
de San Martín rellenó las copitas de jerez suspirando:
-Julio ya nos deleitaba
con ese delirio en las tertulias del
Prado. Y tenía un bandolín nacarado como su estrellera.
-¿Sabe que en estos
últimos días estuve releyendo los mensajes que me mandaba mi hermano Sabino
desde Buenos Aires y saqué la conclusión de que el juglar rubio que lo visitaba
en el manicomio debía ser el imperator?
-Bueno, cuando armemos la
tenida él se lo podrá confirmar -puso
el farol a resguardo del viento el poeta
de la patria. -Tengo entendido que esta guitarra fue comprada allá por el
98.
-Sí, Sabino la encontró
en el remate de un naufragio -contempló el faro de Punta Carretas el hombre
mostachudo. -Y cuando se fugaron con Carolina Tomillo se la dejó a mi hermano
menor. Yo todavía vivía en San Carlos y la noche que Justo se unió a la columna
de Juan José Muñoz me pidió que se la cuidara.
El hombrecito con cabeza
de león fue a buscar unos ponchos a la casa veraniega que recortaba su torreta
sobre el estrellerío y al volver arrancó un jazmín del país de la enredadera
que caía sobre el aljibe y sonrió con tristeza:
-El eximio violinista
Eduardo Fabini recibe muy a menudo partituras de Europa y hace un tiempito les
mandé copiar una joya del belga César Franck a Julieta de la Fuente y a
Magdalena Tomillo, que lamentablemente vendría a ser una especie de novia viuda.
-¿Sabía que en la
retirada de Paso del Parque mi hermano murió pidiéndole a su compinche Lucas
Rosso que le pusiera en la boca un jazmín que llevaba en el cintillo?
-Qué hermoso. Fue igual
que si comulgara masticando una flor.
-¿Y por qué no? Los Regusci nunca fuimos buenos católicos,
aunque siempre creímos en el Espíritu.
-Alcanza con creer. Con
no creer no alcanza -le extendió un poncho Zorrilla al guitarrista que ahora
casi tiritaba. -¿Vamos a cenar algo adentro?
-Dentro de un rato. Este
paraje me transportó a mis cielos carolinos. ¿Julio Herrera y Reissig está tan
grave como dicen?
-Yo diría que el
verdadero problema de Julio no es su enfermedad cardíaca irreversible sino la
ferocidad de su fe.
-No entiendo.
-Nadie lo entiende,
amigo. Y en los últimos tiempos ha llegado a renegar hasta de los treinta y
tres orientales. Odia ser uruguayo. Y sin embargo yo estoy convencido de que
nació destinado a implantar una Purificación tan magna como la de la meseta.
-Muchos dicen que es
loco.
-Y eso no es nada al lado
de lo que todavía dicen de Artigas. En este país hay muchos pedantones al paño
que quisieran exterminar a los místicos como hizo el feudalismo criollo con los
pobres charrúas. Y lo más triste es que ahora hasta se puso de moda sacarle la
mayúscula a la palabra dios, al
estilo Pilatos.
Ambición
-Lo que yo aplaudo de su Lulú Margat es la falta de mariconería,
Monsieur Aurelio del Hebrón -resumió el imperator,
que había recibido a los aspirantes a escritores enfundado en una robe de chambre lujosa aunque ya muy
gastada. -Pero el problema es que no fue creada con la ambición de inmortalidad
que distingue a los hombres superiores.
Hubo un denso silencio
que Julieta trató de caldear sirviendo más chocolate, hasta que Botana fabricó
una carcajadita típica de los idolatradores de Aparicio Saravia:
-Bueno, creo que la
vampiresa de Wedekind tampoco fue gran cosa. Aunque alborotó bastante el
avispero.
-Voilà -le robó un cigarrillo Julio a su discípulo mimado. -Pero a
él tampoco lo visitó la canéfora que nos incita a degustar ese licor sutilísimo
de la posesión ideal, del anticipo de goce que implica una asistencia
en espíritu a los triunfos del porvenir. Carajo, ya me estoy citando a mí
mismo. Es un vicio que odio.
Y le pegó dos palmadas
cariñosas en la rodilla a Zum Felde, que recuperó aliviadamente el color y
prendió su yesquero para arrimárselo al gigante.
-Lo que yo puedo
asegurarle, Monsieur -se le aterciopelaron las pupilas color moka a la
muchacha- es que cuando leímos Lulú
Margat con Delmira adoramos la declaración de guerra que hay en la escena
III: Yo no hago más que mi capricho. No
concibo nada que pueda oponerse a mis placeres.
-Sí, eso es muy aguerrido
-soltó el humo atorándose chillonamente el ex dandy ya bastante ventrudo. -Pero no alcanza. Fíjense en Joujou: a
ella siempre le sudó el alma con ambición de mantarraya. ¿Cómo eran
aquellos tres versos que te puso en el álbum antes de que nos conociéramos,
Chochita?
-Vibra en llamas del delirio / la muñeca principesca. / Se estremecen
los marfiles / de su faz miniaturesca. / Su pupila enloquecida / lanza chorros
de fulgor.
-Y eso lo había
orfebrizado a los siete años. Joder.
-Pero reconozcamos que a
usted la canéfora lo visitó bastante más tarde que a Delmira, maestro -volvió a
carcajear Botana. -¿Cómo era aquella estrofa de Holocausto que hoy le escuchamos transfigurar en la esquina del
Pyramides?
-Uh: eso fue lo más pior
que publiqué en mi vida -aplastó el cigarrillo después de la segunda pitada
Julio. -Una mariconería digna de ser gemida en los juegos florales que siguen
organizando mis queridos Berro y Zorrilla.
-Estoy seguro de que del
Hebrón no la conoce.
-Bueno: yo le recito esta
bazofia publicada en el 99 pero sígame respetando, se lo ruego. ¡Montevideo, Edén, Ninfa encantada! / Allá
está la ciudad de mis amores, / Cual desnuda odalisca, recostada / En un diván
de espumas y de flores.
Holofernes aprovechó la
risa general para treparse a lambetear el fondo de una taza y el imperator le enganchó tentacularmente la
barriga para apoltronárselo sobre las piernas mientras le clavaba una mirada
adensada hasta el azul cobalto:
-Eso te hace mal,
hermano. Y ya sabés que si te morís primero que yo, te mato.
Patria
Zorrilla le había
comprado un terreno a Francisco Piria para construir su torre veraniega en la
zona más despoblada de Punta Carretas, y en 1908 la estaba utilizando para
recluirse a preparar las conferencias que terminarían por transformarse en La Epopeya de Artigas.
-En este mirador uno se
siente infinitamente agradecido de que la luz eléctrica todavía no haya llegado
a Los Pocitos -puso a recalentar dos tiras de asado en la gigantesca estufa el poeta de la patria. -Con el tranvía me
alcanza.
-Sí. Esto todavía es
campo -empezó a bordonear un milongón Florián Regusci en la guitarra nacarada
que resplandecía con una especie de gracia de vitral. -A ver qué le parece esta
obrita.
-Preciosa -aplaudió
Zorrilla mientras todavía vibraba el último Do Mayor hecho en el octavo
espacio. -Pero sus fiorituras no suenan completamente criollas.
-Es que las últimas
composiciones se me han teñido de españolismo clásico. Y a algunas he pensado
en sobreponerles una melodía poética cantada.
-Se formarían monodias.
-Claro. Y le confieso que
mi más preciada aspiración sería que Herrera versificara alguna de mis
canciones, aunque soy muy consciente de que eso es imposible.
Entonces al hombrecito de
melena leonada se le doró la ansiedad mientras iba rodeando la pequeña parrilla
con brasas ya chirriantes:
-Para la llama de amor vivo no hay nada
imposible, amigo.
-Pero yo sé muy bien que
al imperator nunca le interesó el
criollismo patriótico.
-Creo que está en un
error -se levantó Zorrilla para proyectar su sombra cabezona sobre un viejo
escritorio donde se entremezclaban amontonamientos muy irregulares de libros y
papeles. -Aquí tengo un brevísimo opúsculo que me mandó Julio enseguida que
murió Alcides de María, a quien siempre admiró.
Y se acercó al
guitarrista para mostrarle unas hojas borroneadas por una caligrafía
culebreante chistando:
-Este es el lamentable
estado del pulso de Julio. Y me gustaría leerle nada más que los últimos tres
párrafos:
-La
Patria es la naturaleza, es la religión, es la vida misma de la vida, es el
hogar supremo, el instinto de los instintos, la condición misma de nuestra
dicha. La Patría es una síntesis del Universo y una rama de la humanidad. Es
algo dulce, etéreo, arrullador, alado, invisible, personal, colectivo,
insustituible, único porque la Patria nace con nosotros o más bien dicho, la
Patria somos nosotros mismos.
-¿Y esto va a publicarse?
-se le humedeció el deslumbramiento a Florián Regusci.
-Por supuesto. Aunque sea
cuarzo en bruto. Y se la pienso mandar al mismo Aratta para El Fogón.
-Quién hubiera pensado
que Alcides de María iba a inspirarle tamaña maravilla.
-A mí no me extrañó. Lo
que pasa es que a Julio lo conocemos mejor los que usamos escapulario que los
que piensan que su misticismo es un fraude monista.
Ananké
-Yo te excomulgo, Ananké -fabricó con un índice guillotinador el
signo de admiración que la disnea no le permitía resaltar vocalmente Julio
Herrera y Reissig. -Tu sombra de
Melisendra / irrita la escolopendra / sinuosa de mi Ananké… / eres hidra en
Salomé, / en Brenda panteón de bruma, / tempestad blanca en Satzuma, / en
Semíramis carcoma, / danza a vientre en Sodoma / y páramo en Olaluma.
-Válgame Zeus -demoró en
intercambiar un asombro menos admirado que asustado Natalio Botana con Alberto
Zum Felde y Julieta de la Fuente. -Nunca lo vi apostar tan fuerte, maestro. ¿Y
usted se siente seguro de poder excomulgar a la madre de las Moiras?
-No pregunto cuántos son sino que vayan saliendo, le escuché
improvisar una vez en Salto al Ñato de María, el Homero criollo de nuestra
desmelenada Odisea de labios purpurinos. Dice el cocodrilaje que en el in illo tempore ELLA surgió de la nada
formada por sí misma como un ser incorpóreo y serpentino cuyos brazos abarcaban
todo el universo. Y que con su compañero Crono rodearon el huevo primigenio de
materia sólida en su enlace constrictivo y provocaron la división y creación
del universo ordenado. Pero recién fue empezada a adorar por la abyecta
sumisión de la religión mistéricaórfica, que la consideraba hija de Hydros y
Thesis y madre de Caos, Eter, Erebo y Fanes. Según esta tradición, Ananké y
Crono permanecieron eternamente entrelazados como las fuerzas del destino y el
tiempo que rodean el universo, guiando la rotación de los cielos y el
interminable paso del tiempo. Y la mariconería del agnosticismo moderno sigue
creyendo que ELLA es la
personificación de la inevitabilidad, la necesidad y la ineludibilidad. La Necessitas, según los romanos.
Holofernes volvió a
saltar a la mesa para rebañar migas de los bollos y Zum Felde se atrevió a
sonsacar con avidez de crítico:
-Supongo que esta décima
forma parte de un corpus más importante.
-Mucho más importante
-levantó la vajilla la muchacha de silueta turgente. -Julio dice que nunca la
va a poder terminar del todo y por ahora se titula El jardín de las esfinges, aunque esta décima pertenece a la Tertulia lunática.
-¿Qué me contáis del
pimpollito? -sacó otra hoja muy borroneada del cartapacio el hombrón-niño que
parecía extasiado como si se acabara de inyectar una dosis de fe: -Es esposa,
enfermera y secretaria poética. Sin contar con sus dotes de musa del teclado y
médium comunicante con el peri-esprit y
el orco.
-¿Y en qué quedó el
proyecto de instalar aquí mismo su propio gabinete? -se frotó las manos Botana.
Pero en ese momento Julio
se incorporó encapuchado por un amedusamiento de cadáver y entró dando zancadas
en la otra pieza, donde la cama rechinó con el derrumbe de su jadeo
bronquítico.
-Ya viene -apareció
Julieta al rato oliendo a alcohol antiséptico. -Espérenlo, por favor. Tiene
necesidad de leerles otra décima.
Y los dandys adolescentes
no se atrevieron ni siquiera a mirarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario