VICIOS MENORES
A
Luis Landriscina
Hombre que supo tener
problemas con las palabras, aura que dice, Insondable Público, el casau con
Palafuente Fitina, una mujer tan nerviosa que le mandaron pastillas para los
nervios y nunca se pudo embocar una en la boca.
El lío con las píldoras
le vino por culpa de una radio transitoria que se ganaron en una kermese. Antes
que se le agotaran las pilas ya tenían agarrau el vicio. Insondable salía a la
mañana, le decía a la mujer:
-¡Moza: en un galope de
golpetear en tambores de antiguos cascos terruñeros, redoblantes en el pecho
arisco y peludo por macho de la tierra, voy a rejuntar guampudos novillos y ya
vuelvo!
La mujer, pañuelo blanco
en la tranquera, le contestaba:
-¡Vaya nomás mi gaucho
por las sierras ceñudas sin señuelos que aquí lo espero, bombilla en ristre,
plumaje cálido entre las flores silvestres del silencio!
Él, sofrenaba el flete en
la lomita, revoleaba el poncho, el chambergo, las boleadoras, el lazo y las
espuelas, y le gritaba:
-Me voy como quien se
desangra contra el viento mineral y hojarasco en un grito ancestral, limador de
lunas en los filos meyados de los cerros, centauro de las pampas, criollo por
linaje de tala y ñapindá, quemau de soles y de escarchas topadas por vicio de
coraje, volveré, y prepare un mate!
Ella se iba pa adentro y
preparaba un mate ligerito. Mientras tanto el hombre iba hasta allí nomás,
curaba alguna oveja abichada, y volvía revoliando el poncho, el chambergo, las
boleadoras, el lazo y las espuelas, y a los gritos:
-¡Vadeando ríos
encrespaus de oleajes y camalotes chúcaros, trepando cerros poblados de
cruceras y de pumas, golpiau en pedregales inhóspitos y endebles, solitario de
noches legendarias, he vuelto, y deme un mate!
La cosa fue cuando
Insondable Público llegó al boliche El Resorte.
Tomando unos vinitos
mansos, taban Talón Maceta, la Duvija, el tape Olmedo, el parto Santiago,
Rosadito Verdoso, Peripecio Crujiente, y en aquella punta del mostrador el
barcino durmiendo a pata suelta.
Insondable dentró al
boliche revoliando el poncho, el chambergo, las boleadoras, el lazo y las
espuelas, y a los gritos:
-¿Envuelto en el polvo de
caminos terruñeros y savias de verdes clorofilas, brocal sediento de estrellas
y luceros, bebedor junto al puma en las aguadas, me salé en los salitrales y me
asombré con las sombras de los ombuses asombrosos, pa llegar hasta aquí… y
sírvame un vino!
El tape Olmedo le siguió
haciendo punta a un palito. La Duvija siguió picando un quesito. El barcino a
tranco lerdo se corrió pa la otra punta del mostrador. El paro Santiago se le
acercó al hombre, y va y le pregunta suavecito:
-¿Cómo dijo que decía el
señor?
El otro revolió el poncho
y todo lo demás, se subió a un banquito, hizo el gesto pa seguir hablando, pero
antes de que arrancara, Rosadito Verdoso le reventó dos higos en la nuca.
Ahí fue que el hombre se
calmó. Se bajó del banquito, salió pa fuera, se demoró un momento, y volvió a
dentrar. Saludó, se quitó el sombrero, acarició al barcino, y dijo como quien
comenta:
-Ta lindo pa tomarse un
vino, ¿no?
El mesmo pardo Santiago
lo invitó de su vaso y fue le dijo:
-¿Pero vio mi amigo qué
facilonga era la cosa?
Hasta Rosadiro Verdoso se
le arrimó pa disculparse.
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