domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (32)


VICIOS MENORES

A Luis Landriscina

Hombre que supo tener problemas con las palabras, aura que dice, Insondable Público, el casau con Palafuente Fitina, una mujer tan nerviosa que le mandaron pastillas para los nervios y nunca se pudo embocar una en la boca.

El lío con las píldoras le vino por culpa de una radio transitoria que se ganaron en una kermese. Antes que se le agotaran las pilas ya tenían agarrau el vicio. Insondable salía a la mañana, le decía a la mujer:

-¡Moza: en un galope de golpetear en tambores de antiguos cascos terruñeros, redoblantes en el pecho arisco y peludo por macho de la tierra, voy a rejuntar guampudos novillos y ya vuelvo!

La mujer, pañuelo blanco en la tranquera, le contestaba:

-¡Vaya nomás mi gaucho por las sierras ceñudas sin señuelos que aquí lo espero, bombilla en ristre, plumaje cálido entre las flores silvestres del silencio!

Él, sofrenaba el flete en la lomita, revoleaba el poncho, el chambergo, las boleadoras, el lazo y las espuelas, y le gritaba:

-Me voy como quien se desangra contra el viento mineral y hojarasco en un grito ancestral, limador de lunas en los filos meyados de los cerros, centauro de las pampas, criollo por linaje de tala y ñapindá, quemau de soles y de escarchas topadas por vicio de coraje, volveré, y prepare un mate!

Ella se iba pa adentro y preparaba un mate ligerito. Mientras tanto el hombre iba hasta allí nomás, curaba alguna oveja abichada, y volvía revoliando el poncho, el chambergo, las boleadoras, el lazo y las espuelas, y a los gritos:

-¡Vadeando ríos encrespaus de oleajes y camalotes chúcaros, trepando cerros poblados de cruceras y de pumas, golpiau en pedregales inhóspitos y endebles, solitario de noches legendarias, he vuelto, y deme un mate!

La cosa fue cuando Insondable Público llegó al boliche El Resorte.

Tomando unos vinitos mansos, taban Talón Maceta, la Duvija, el tape Olmedo, el parto Santiago, Rosadito Verdoso, Peripecio Crujiente, y en aquella punta del mostrador el barcino durmiendo a pata suelta.

Insondable dentró al boliche revoliando el poncho, el chambergo, las boleadoras, el lazo y las espuelas, y a los gritos:

-¿Envuelto en el polvo de caminos terruñeros y savias de verdes clorofilas, brocal sediento de estrellas y luceros, bebedor junto al puma en las aguadas, me salé en los salitrales y me asombré con las sombras de los ombuses asombrosos, pa llegar hasta aquí… y sírvame un vino!

El tape Olmedo le siguió haciendo punta a un palito. La Duvija siguió picando un quesito. El barcino a tranco lerdo se corrió pa la otra punta del mostrador. El paro Santiago se le acercó al hombre, y va y le pregunta suavecito:

-¿Cómo dijo que decía el señor?

El otro revolió el poncho y todo lo demás, se subió a un banquito, hizo el gesto pa seguir hablando, pero antes de que arrancara, Rosadito Verdoso le reventó dos higos en la nuca.

Ahí fue que el hombre se calmó. Se bajó del banquito, salió pa fuera, se demoró un momento, y volvió a dentrar. Saludó, se quitó el sombrero, acarició al barcino, y dijo como quien comenta:

-Ta lindo pa tomarse un vino, ¿no?

El mesmo pardo Santiago lo invitó de su vaso y fue le dijo:

-¿Pero vio mi amigo qué facilonga era la cosa?

Hasta Rosadiro Verdoso se le arrimó pa disculparse.

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