LAS CARTAS DE MOZART COMO EXPRESIÓN
DE SU ESPÍRITU CREADOR (1)
JUEGO (1)
La primera de las cartas
que se conservan de Mozart data del año 1769. El adolescente de 13 años escribe
a su madre desde Würgl:
Queridísima
mamá:
Mi
corazón está todo lleno de alegría de tan divertido que me siento, porque este
viaje es tan alegre, porque se está tan abrigado dentro del coche y porque
nuestro cochero es un tipo atento, que anda tan rápido cuando el camino lo
permite que…
En la posdata en
italiano, dedicada a su hermana, encontramos esta traviesa frasecita: “…canto sempre: Tralaliera, tralaliera… (1)
Estas intrascendentes
frases del niño inauguran una serie de cientos de cartas mozartianas en las que
siempre vuelve a aflorar este mismo tono alegre. Después de la aridez del
racionalismo vuelve a expandirse el gusto por lo sensual. La expresión de las
fuerzas elementales del ser humano, que la Ilustración supo contener
vigorosamente, fluye con libertad en el curso natural de experiencias
impensadas. Qué libre de trabas surge la alegría del muchachito; el bienestar
corporal y la excitante velocidad que el cochero imprime al carruaje son las
más importantes impresiones del viaje. Las palabritas “todo lleno de alegría”, “tan
divertido”, “tan abrigado”, trasmiten la intensidad de la expresión en el
pequeño. Ese poquito de placer es recibido con agradecimiento y basta para
llenar su corazón de felicidad. No hay quejas sobre las penurias del viaje en
la silla de posta, ni lamentos porque el camino no permite siempre andar
rápido. No hay impaciencia por lo venidero, ni ambición o especulación, que por
encima del presente se dirija hacia el futuro. El muchacho disfruta del
momento, si este lo justifica.
Afirma Becking (2) que de
cada compás de la música de Mozart surge su comunión interior con la realidad,
quizá incompleta, y el gusto por su ordenamiento, quizá nada ideal. Lo mismo
nos revelan sus cartas.
El hecho de que Mozart
reciba la herencia de la Ilustración, pero que, al mismo tiempo, desarrolle
libremente las fuerzas del alma juntamente con los dones del entendimiento,
abre camino para una mayor plenitud de vida que lo que determina el puro
racionalismo. También lo “insensato”, “fantasioso” e “inútil” tiene cabida. Justamente
la música, “la más alta manifestación de la facultad ludendi del hombre (3) no está atada a ninguna sensatez o finalidad
útil. Las formas musicales son formas de juego. La música se mantiene con su
cúmulo de melodías, armonía, tono y medida, como el juego, fuera de las
categorías lógicas.
“La música de Bach y
Mozart era considerada nada más que como el más noble de los pasatiempos
-diálogo en la versión aristotélica del entendimiento- y la más artística de
todas las destrezas. Esta ingenuidad celestial fue la que elevó su música a inalcanzable
perfección.” (4)
Si bien esta afirmación
no es válida para una gran parte de la obra mozartiana, se refiere a una
apreciable cantidad de composiciones que el auditorio recibe con desinteresado
placer, “rendido al goce de la auténtica belleza”, porque “la esencia ha sido
devorada por la forma”. (5) La falta absoluta de tendencia presupone una
libertad de espíritu que el gran jugador Mozart no sólo evidenciaba en la
creación musical, sino también en el manejo del idioma. Da rienda suelta a su
espíritu travieso y muchas veces incurre en necedades. Está tan poseído por lo
espiritual que puede tratar sin miedo y sin peligro lo profano.
…y
en segundo lugar ni sé lo que escribo, pues mi pensamiento está puesto
continuamente en mi ópera, y corro peligro de escribirte toda un aria en vez de
palabras. (6)
Notas
(1) A su madre y hermana,
Würrgl, 14-XII-1769, I, 3.
(2) Becking, pág. 48
(3) J. Huizinga, Homo ludens, Pantheon Akad,
Verlagsanstalt, 1939, pág. 301.
(4) J. Huizinga, Homo ludens, pág. 304.
(5) Schiller, Ästhetische Erziehung des Menschen,
carta 23.
(6)A su hermana, Milán,
5-XII-1772, I, 144.
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