domingo

HOLISMO, NEW AGE, AUTOAYUDA (6)


GERARDO MENÉNDEZ

¿NUEVAS CARAS PARA EL INDIVIDUALISMO O NUEVO PARADIGMA PARA EL SENTIDO COMÚN?

(Basado en una tesis defendida en Mayo de 2000 / Banca Examinadora: Marcelo Jasmin, IUPERJ (Presidente), Edmundo Campos Coelho, IUPERJ (Orientador), Otávio Velho, PPGAS, Rafael Bayce, UDELAR, Fátima Tavares, UFJF)

1ª edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018

2 - Campbell: la teodicea oriental y la ética del próximo milenio.

Para Collin Campbell, mientras tanto, la especificidad de la cosmovisión que estaría sustituyendo a la moderna es esencialmente la del “pensamiento oriental”, que durante el siglo XX no ha dejado de diseminarse en Occidente, a través de movimientos tales como la New Age.

La tesis del renombrado autor de “The Romantic Ethic and the Spirit of Consumerism” sorprende por su radicalidad, y puede ser retratada en dos citas.

“La tesis que deseo proponer es que un proceso de orientalización está actualmente ocurriendo en Occidente, uno en el cual la teodicea tradicional está siendo desplazada por una que es esencialmente Oriental en su naturaleza, y que de esta manera, cualquiera sea la ética que vaya a guiar la conducta en el siglo veintiuno, parece que será congruente con esta teodicea emergente.”[1]

“La tesis planteada aquí no es nada menos que la afirmación de que el paradigma o ‘teodicea’ que ha sustentado el pensamiento occidental por alrededor de dos mil años está en proceso de ser reemplazado –y con toda probabilidad, cuando hayamos entrado al siguiente milenio, habrá sido reemplazado- por uno que ha caracterizado tradicionalmente a las sociedades de Oriente.”[2]
II - La producción específica sobre la New Age

La mayoría de los estudios sociológicos hasta ahora existentes sobre la cultura “alternativa” o “New Age”, se apoya en la posición metateórica –desarrollada de diferentes formas por Bellah, Taylor y Giddens- que no diagnostica esa clase de fenómenos ni como un síntoma de decadencia moral, ni como el germen de un “nuevo paradigma”, sino como parte de una adaptación del individualismo y de la religión a las nuevas condiciones de la sociabilidad en la modernidad tardía o pos-industrial.

Los autores que han investigado el movimiento New Age y sus diferentes niveles de influencia, hablan de la existencia de dos “alas” dentro del mismo. Entre la basta heterogeneidad de conductas y creencias que lo componen, podemos distinguir un espectro que va de lo más “esotérico” o “religioso” a lo más “secular” o “utilitario”.

En el primer polo se incluirían aquellos grupos e individuos envueltos en actividades más distanciadas de los valores predominantes en la sociedad, que buscan una ruptura total con las instituciones de la modernidad, principalmente aquellas que implican un compromiso con la vida materialista. Como ejemplos, debemos pensar en los frecuentadores de templos y centros místicos, los grupos de meditación y armonización espiritual, que hablan de “amor”, “iluminación”, “sabiduría” etc.

En el otro extremo, se ubicarían aquellos que pretenden combinar la búsqueda interior con fines materiales o utilitarios. Ellos conciben que el éxito capitalista es perfectamente compatible con el progreso espiritual. Existe una enorme variedad de libros, cursos, seminarios y otras actividades que prometen este tipo de resultados. En general el lenguaje es más secular y psicológico, combinando teorías y técnicas como el pensamiento positivo y el behaviorismo americanos, se habla de “potencial humano”, “control”, “poder mental” y “auto-desarrollo”.

Esta diferencia promueve la impresión de que no estamos ante una cultura específica. El extremo secular, por un lado, fomenta en el observador común y -como vimos- en importantes teóricos de la cultura, la idea de que esas actividades no son más que manifestaciones del egoísmo utilitario “yuppie”, disfrazadas por un discurso de “búsqueda de la autenticidad”. Por otro lado, el polo esotérico es visto como una manifestación más de la “vuelta a la religión”, como forma de superación de las angustias propias de una sociedad en crisis.

Los analistas especializados en el tema –mientras tanto- creen que, más allá de esta aparente división, la New Age es un fenómeno único, que significa tanto un nuevo tipo de individualismo, como un nuevo tipo de religión, surgidos ante las particularidades de la sociabilidad en la “alta modernidad”.

La posición más común entre ellos es intermedia entre la de los críticos acérrimos y la de los propios protagonistas.  Por un lado, no concuerdan con que la New Age sea simplemente una expresión de la decadencia de la modernidad. Pero tampoco aceptan la creencia de los propios “new agers”, y de algunos teóricos –como Santos y Campbell- de que estamos ingresando en una “nueva era”, o “nuevo paradigma”, que desplazará a la modernidad. Los sociólogos que -hasta ahora- han abordado el tema, se cuentan entre los que piensan que la modernidad no acabó, sino que se está transformando.

Sus reflexiones se respaldan en la posición meta-teórica “intermedia”, que –según vimos- concibe que la modernidad no terminó, sino que se está transformando en “modernidad tardía” o “alta modernidad”.

Según me parece, es ese el marco general que, más o menos explícitamente, orienta los trabajos existentes sobre la New Age.  Y en él, la misma es interpretada como un producto cultural exclusivamente moderno, cuya funcionalidad esencial es la de corregir los excesos del racionalismo ascético, la de “reencantar” la modernidad, pero sin cuestionar sus valores básicos, principalmente el de la individualidad humana como valor supremo.

Esta especie de “punto pacífico”, dentro de la incipiente búsqueda de explicaciones, se resume en el propio título del trabajo más representativo y reciente de las ciencias sociales sobre el asunto: The New Age Movement: The Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity, de Paul Heelas (1996). Dice Heelas:

"La New Age es una espiritualidad 'de' la modernidad, en el sentido de que ella (de varias formas) provee una versión sacralizada de valores generalizados (libertad, autenticidad, auto-responsabilidad, auto-confianza, auto-determinación, igualdad, dignidad, tranquilidad, armonía, amor, paz, expresividad creativa, ser positivo y, sobre todo, 'el self', como un valor en y por sí mismo)"[3]

Los estudiosos del tema, ven la exaltación del self individual como la característica más definitoria de la New Age, y hablan de “sacralización del self”, a la que concuerdan en considerar como el rasgo más importante del fenómeno. Thomas Luckmann[4] habla de “privatización de la religión”; Robert Bellah[5], de “internalización de la autoridad”; Paul Heelas[6], además de “sacralización del self“, habla de “auto-religiones” y “auto-espiritualidad”; Collin Mills habla de “deificación” del self[7]; Anthony D´Andrea afirma que “el self perfecto es el principal objetivo del New Ager.”[8].

Así define el fenómeno -por ejemplo- Heelas:

“Utilizando prácticas espirituales tomadas de un espectro global de fuentes, la New Age nos sorprende, al principio, como extremamente heterogénea [...]. Sin embargo, en el (‘genuino’) corazón de la espiritualidad New Age radica una lingua franca distintiva, ampliamente vinculada a la ‘auto-religiosidad’. Dios, -o cual sea el término usado para describir la realidad última- es localizado ‘dentro’, principalmente dentro de la persona, pero también dentro del orden natural como un todo. Este Dios-Self es descripto como perfecto, sabio, energizado, poderoso y pacífico”.[9]

“Genealógicamente”, para estos autores, la New Age sólo puede ser entendida como continuación de la contracultura americana de los años 60, la cual, a su vez, sería principalmente una recuperación de los valores del romanticismo del siglo XIX, relegados durante décadas por el auge del racionalismo utilitario[10].

Para los estudiosos de la New Age parece no haber, en el “universo simbólico alternativo”, nada que no provenga, en alguna medida, del romanticismo.

“Todos los grandes temas de la auto-espiritualidad contemporánea pueden ser encontrados en las obras de los románticos. Rousseau, luego los románticos alemanes e ingleses, luego aquellos del otro lado del Atlántico (incluyendo a Emerson y Whitman): es fácil encontrar pasajes y más pasajes apoyándose en el self sacralizado, en la bondad humana sacralizada y en la naturaleza sacralizada. Frecuentemente influenciados por Oriente, [...] no hay sino un pequeño paso desde los románticos más volcados hacia la espiritualidad hasta los discursos de la actividad contemporánea".[11]

Relacionado a esto, es corriente que se apunte, como antecedente de la New Age, una profusa -y confusa- serie de formas de misticismo, esoterismo y ocultismo que habrían proliferado en Francia, Inglaterra y Estados Unidos a fines del siglo XIX.

De ellas, la más importante es la Teosofía[12], escuela iniciada por la mística de origen ruso Elena Blavatsky, alrededor de la Sociedad Teosófica, por ella fundada en Nueva York, en 1875.

Una corriente relacionada, comúnmente apuntada como influencia fundamental del pensamiento New Age es el Nuevo Pensamiento (New Thougth).[13] En el siglo XX, los líderes del movimiento comenzaron a enfatizar cada vez más la idea -ausente en los orígenes- de que la prosperidad material es un resultado del Nuevo Pensamiento.

Las ideas del Nuevo Pensamiento comenzaron a difundirse a niveles cada vez más populares, a través de las obras de escritores religiosos, que intentaban promover una actitud personal positiva hacia la vida y una mentalidad de suceso y prosperidad, en una América industrializada y modernizada. Hacia mediados del siglo XX dichas ideas influyen también a autores ajenos al movimiento, como Norman Vincent Peale.

Más allá de menciones a-sistemáticas de este tipo, los estudios sociológicos no han profundizado en la dimensión filosófica de la New Age. Para ellos, no parece haber nada de realmente alternativo en la “cultura alternativa”. El universo simbólico holístico es retratado como muy nebuloso y heterogéneo. Los únicos significados claramente identificables serían los relacionados a la “inmanentización de la divinidad” y a la “sacralización del self”, que proveerían las respuestas trascendentes que el racionalismo no conseguía dar, pero preservando -e incluso reforzando- la noción moderna de individuo.

Este tipo de visión del mundo, incluida su nebulosidad, sería adecuada a las características de la sociedad actual. Por ejemplo, para Luckmann, “esta visión holística, mágica del mundo” posee la vaguedad y flexibilidad adecuadas a la superespecializada sociedad posindustrial. Su “vago enfoque holístico” respondería a la creciente demanda de significados abarcadores, que permitan superar la alta especialización. Por otro lado, la inexistencia de dogmas canonizados o reglas generales permite el “sincretismo subjetivo” o “bricolage individual” apropiados a una sociedad privatizada[14].

El desinterés por la comprensión de la dimensión teórica de la cosmovisión -relacionado, a su vez, a la asunción a-priorística de que, en realidad, allí no hay nada que entender- aparece claramente en la introducción de Heelas a su libro. En la misma, el autor hace una advertencia sobre su trabajo, que bien podría aplicarse a la mayor parte de lo que se ha producido sobre el tema.

“No me detendré en el lado intelectualista de la New Age. Esto en parte justificado por el hecho de que la New Age se opone ampliamente a la perspectiva racional del filósofo y a la aproximación verificacionista del científico, rechazando ‘la cabeza’ en favor de ‘el corazón’ y confiando en la ‘intuición’ o ‘sabiduría interior’. Sin embargo, se debe admitir que los New Agers (Fritjof Capra, 1976, Gary Zukav, 1980, por ejemplo) a veces emplean el lenguaje de la ‘nueva física’ o ‘nueva ciencia’: el lenguaje de cambios de paradigma, simetrías de quarks, fractales, teoría del caos, el orden implicado y Gaia. Dado que mi interés principal es explicar la New Age como un recurso práctico empleado en la vida cotidiana, el lector tal vez me disculpe por no intentar la dificultosa tarea de abordar este conjunto de material. Este es un estudio sobre los valores y aspiraciones ‘populares’, no de los intelectuales de la New Age. Tengo también que admitir no ser capaz de entender muy bien la ciencia New Age.

Tampoco me ocuparé de las ‘enseñanzas New Age’ [...] que se encuentran en las grandes tradiciones religiosas ni (con más razón) en las pequeñas culturas. Las tradiciones hindúes, en particular [...] han jugado un gran papel en inspirar las actividades contemporáneas. Sin embargo [esto] requeriría otro volumen”[15]

Mi opinión, que desarrollaré en los capítulos siguientes, es que un análisis fenomenológicamente respetuoso de su objeto, no puede descartar tan fácilmente dos cuerpos de significado tan notoriamente relevantes, en el discurso “nativo”, como el pensamiento oriental y la “nueva ciencia”. Creo que la exclusión del análisis de los aspectos filosófico-abstractos, y el privilegiamiento de los “valores y aspiraciones populares”, es lo que permite a estos estudiosos confirmar sus presuposiciones acerca del carácter “nebuloso” de los significados holísticos, y sobre su funcionalidad “sacralizadora de la modernidad”.

Pero desarrollaré mis críticas y mis propios puntos de vista más adelante. En lo que sigue, deseo desarrollar el abordaje predominante.

A partir de la caracterización de la New Age como un fenómeno estrictamente moderno, se la ha estudiado como un objeto más dentro de la problemática sociológica contemporánea, dentro de la cual, se la ha relacionado con dos problemas: el del individualismo y el de la religión.

En esos dos campos, la sociología ha asumido el papel de “defensa” del fenómeno, respecto a las airadas críticas de ensayistas y del sentido común académico.

Por un lado (1) se discute en qué medida el énfasis de la New Age en el self individual significa (a) una resucitación del individualismo utilitario basado en el cálculo egoísta, producto de la decadencia ética y cultural de la sociedad moderna, y en qué medida, (b) se trata de un nuevo tipo de constitución de la auto-identidad, continuación del “individualismo expresivo”, herencia del romanticismo, y diseminado por la contracultura de los años 60. Por otro lado, (2) se busca evaluar (a) si es correcta la tesis de la secularización o desencantamiento creciente de la cultura, y las creencias New Age no son más que mercancías en un “supermercado de creencias”, adecuado a la justificación del egoísmo consumista, o si (b) nos encontramos ante una auténtica religión, una nueva forma de relacionamiento con lo trascendente, adecuada a la sociedad pos-tradicional.

Lógicamente, ambas cuestiones son sólo el producto de un desdoblamiento analítico, ya que las dos se relacionan a la “acusación” de que la New Age es una reificación del “Yo”, que -como individualismo y como religión- sólo busca la maximización del beneficio personal, y deja de lado las obligaciones con el bien general.            
Notas

[1] Campbell (1997)
[2] Idem.
[3] Heelas, 1996, p. 169.
[4] Luckmann, 1991.
[5] Bellah, 1991.
[6] Heelas, 1984, 1991, 1992, 1993, 1994
[7] Mills, 1994, p. 153.
[8] D’Andrea, 1996, p.168.
[9] Heelas 1994, 105.
[10] En este sentido, se destaca la importancia tanto del romanticismo europeo como del americano. Este último, principalmente, es señalado como la influencia más inmediata, a través del Trascendentalismo, liderado por el filósofo y poeta Ralph Waldo Emerson. Su concepción combinaba elementos del humanismo clásico con variedades del sobrenaturalismo oriental, para sostener la creencia en el potencial infinito de cada hombre.
[11] Heelas, 1996, p. 42
[12] En un sentido amplio, la Teosofía puede ser identificada con toda la tradición de pensamiento místico occidental, que se retrotrae a Pitágoras y Platón.. 
La Teosofía afirma la existencia de una realidad espiritual profunda, con la cual el hombre podría establecer contacto, a través de la intuición, la meditación, u otras formas de trascendencia de la consciencia normal. También es característica de la Teosofía la consideración de las enseñanzas de todas las religiones históricas como formas igualmente legítimas de acceso a esa realidad. La especulación teosófica revela una gran fascinación por los fenómenos ocultos y sobrenaturales, y por la adquisición de poderes psíquicos y espirituales superiores. A pesar del reconocimiento de las distinciones básicas entre lo exotérico y lo esotérico, entre el mundo fenoménico y la realidad espiritual superior, y entre el hombre y lo divino, la filosofía teosófica se inclina hacia la creencia en una unidad subyacente y todo-abarcadora que subsume todas las diferencias.
[13] Un movimiento de curación mental basado en supuestos religiosos y metafísicos, originado en los Estados Unidos en el siglo XIX. El Nuevo Pensamiento surgió influenciado por el romanticismo y el idealismo, como reacción al empirismo científico, y estuvo muy relacionado a la religión cristiana. Sus conceptos de curación mental y espiritual se basan en la visión de que la enfermedad es un fenómeno mental. A partir de fines del siglo XIX, este movimiento se diseminó por todos los Estados Unidos, adoptando principalmente la forma de grupos, que a su vez generaron una gran variedad de nuevas iglesias basadas en la curación y en la idea de "Ciencia Cristiana".
El Nuevo Pensamiento representa la influencia del Platonismo, el Swedeborgianismo (la visión, proveniente del filósofo sueco Emanuel Swedenborg de que el reino material tiene causas espirituales y un propósito divino), el Hegelianismo y el Pensamiento Oriental. Pero principalmente fue influenciado por el Trascendentalismo de Emerson. Los principios del movimiento enfatizaban la inmanencia de Dios, la naturaleza divina del hombre y la disponibilidad inmediata del poder de Dios. Si bien todo esto implica un tipo de monismo, el New Thought también tiene fuertes connotaciones dualistas de tipo gnóstico, según las cuales, si bien el “nuevo pensamiento” está al alcance de todos, la curación espiritual y la fortaleza de espíritu y mente sólo son accesibles a aquellos que tienen las visiones correctas y que han sido iniciados en el movimiento en algún momento. Todas estas concepciones convergían en la idea de que el pecado, los desórdenes humanos y las enfermedades son básicamente generados por el pensamiento incorrecto.
[14] Luckman, 1991, pp. 176-8.
[15] Heelas, 1996, p. 5-6.

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