TEATRO ORIENTAL Y TEATRO OCCIDENTAL (1)
El teatro balinés nos ha
revelado una idea del teatro física y no verbal, donde los límites del teatro
son todo aquello que puede ocurrir en escena, independientemente del texto
escrito, mientras que en Occidente, y tal como nosotros lo concebimos, el
teatro está íntimamente ligado al texto y limitado por él. Para el teatro
occidental la palabra lo es todo, y sin ella no hay posibilidad de expresión;
el teatro es una rama de la literatura, una especie de variedad sonora del
lenguaje y aun si admitimos una diferencia entre el texto hablado en escena y
el texto leído, aun si limitamos el teatro a lo que ocurre ante las réplicas,
nunca alcanzamos a separarlo de la idea de texto interpretado.
Esta idea de la supremacía
de la palabra en el teatro está tan arraigada en nosotros, y hasta tal punto
nos parece el teatro mero reflejo material del texto, que todo lo que en el
teatro excede del texto y no está estrictamente condicionado por él, nos parece
que pertenece al dominio de la puesta en escena, que consideramos muy inferior
al texto.
Supuesta esa
subordinación del teatro a la palabra, cabe preguntarse si el teatro tendrá
realmente un lenguaje propio, si no será enteramente quimérico considerarlo un
arte independiente y autónomo como la música, la pintura, la danza, etcétera.
Reconoceremos en todo
caso que este lenguaje, si existe, se confunde necesariamente con la puesta en
escena considerada:
Primero: Como la
materialización visual y plástica de la palabra.
Segundo: Como el lenguaje
de todo cuanto puede decirse y expresarse en escena, independientemente de la
palabra, de todo cuanto encuentra su expresión en el espacio, o puede ser
afectado o desintegrado por él.
Hemos de descubrir
entonces si este lenguaje de la puesta en escena, como lenguaje teatral puro,
puede alcanzar los mismos fines interiores que la palabra, si desde el punto de
vista del espíritu y teatralmente puede aspirar a la misma eficacia intelectual
que el lenguaje hablado. Cabe preguntarse, en otros términos, si es capaz no de
precisar pensamientos, sino de hacer
pensar, si puede tentar al espíritu a adoptar actitudes profundas y
eficaces desde su punto de vista.
En pocas palabras:
plantear el problema de la eficacia intelectual de las formas objetivas como
medio de expresión, de la eficacia intelectual de un lenguaje que sólo utiliza
formas, ruidos o gestos, es plantear el problema de la eficacia intelectual del
arte.
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