domingo

EL TEATRO Y SU DOBLE (39) - ANTONIN ARTAUD


DEL TEATRO BALINÉS (10)

Los gestos caen tan exactamente sobre ese ritmo de madera, de cajas huecas, lo acentúan y toman al vuelo con tanta seguridad y en momentos tan precisos que aparentemente esa música acentúa el vacío mismo de los miembros huecos de los artistas.

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El ojo estratificado y lunar de las mujeres.

Ese ojo de sueño que parece absorbernos y ante el que nosotros mismos nos vemos como fantasmas.

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La total satisfacción de esos gestos de danza, de esos pies que giran y se funden con estados de ánimo, de esas manitas volantes, de esos golpeteos secos y precisos.

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Asistimos a una alquimia mental que transforma el estado espiritual en un gesto: el gesto seco, desnudo, lineal que podrían tener todos nuestros actos si apuntaran a lo absoluto.

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Y ese amaneramiento, ese hieratismo excesivo, con su alfabeto en movimiento, esos gritos de piedras hendidas, sus ruidos de ramas, de leña cortada y arrastrada compone en el aire, en el espacio, visual y sonoro, una especie de susurro animado y material. Y al cabo de un instante la identificación mágica se cumple: Sabemos que éramos nosotros quienes hablábamos.

¿Quién se atreverá a decir, después de la formidable batalla de Ardjuna contra el Dragón, que el teatro no está en escena, es decir, más allá de las situaciones y las palabras?

Las situaciones dramáticas y psicológicas son aquí la mímica misma del combate, función del juego atlético y místico de los cuerpos y de la utilización, me atreveré a decir ondulatoria, de la escena, donde en sucesivas perspectivas se revela una enorme espiral.

Los guerreros penetran en la selva mental con balanceos de terror; y en el inmenso estremecimiento, en la voluminosa rotación magnética que los posee sentimos que se precipitan meteoros animales o minerales.

El temblor general de los miembros y los ojos movedizos es más un quebrantamiento espiritual que una tempestad física. La pulsación sonora de las cabezas erizadas es a veces atroz, y la música que se balancea detrás alimenta a la vez un espacio inimaginable, donde los guijarros físicos dejan de rodar.

Y detrás del guerrero, que la formidable tempestad cósmica ha inmovilizado, se pavonea el Doble, entregado a la puerilidad de sus sarcasmos escolares; y excitado por el contragolpe de la ruidosa tormenta pasa, inconsciente, entre encantamientos que no ha logrado entender.

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