12 / LA LECCIÓN DE LA RENDICIÓN (1)
EKR
(1)
Recuerdo muy bien a un
chico al que traté mientras moría. Cuando se acercaba el final de su vida, se
dibujó a sí mismo como a un ser diminuto a punto de ser alcanzado por una bala
de cañón enorme. Esto mostraba que veía su enfermedad como una fuerza
destructiva. Sabía que iba a morir, pero era evidente que no había alcanzado la
paz.
Después de trabajarlo
juntos durante un tiempo, aceptó y se rindió a lo que estaba ocurriendo en su
cuerpo. Supe que mi trabajo había terminado cuando se dibujó sobre las alas de
un pájaro que volaba hacia el cielo. A partir de aquel momento el chico sintió
que una fuerza bondadosa se lo llevaría y él no se resistiría. Su rendición
hizo que el resto de su vida, aunque breve, fuera más gozosa y significativa.
Si nos rendimos, todos
podemos encontrar, en cualquier circunstancia, una paz maravillosa. Por
desgracia, muchos tenemos miedo a rendirnos porque creemos que significa que
nos damos por vencidos y abandonamos la lucha, lo cual es un signo de
debilidad. Pero en la rendición no hay debilidad ni dolor, sino todo lo
contrario: cuando nos rendimos al conocimiento de que todo está bien y que
alguien se ocupa de todo, encontramos consuelo y fortaleza.
Se requiere mucha fe para
imaginar que todo está bien cuando uno está enfermo o sufre una pérdida.
Incluso ante las pequeñas pruebas de la vida resulta difícil rendirse. En
general, queremos dominar las situaciones y hacer que las cosas sucedan a
nuestro modo, y consideramos que acción es igual a fortaleza, y pasividad a
debilidad. Nos resulta difícil aceptar que dejarnos llevar es algo positivo
hasta que comprendemos que la mayor parte de la vida debería resultarnos fácil,
No tenemos por qué darnos cabezazos contra la pared ante determinadas
situaciones. Si tenemos que luchar en forma continua, es posible que el
universo esté intentando decirnos algo. Debemos relajarnos. No tenemos que
aferrarnos a los empleos, las relaciones o las situaciones. Simplemente,
podemos relajarnos y tener en cuenta que la vida será tal como debe ser.
Pensemos que la vida es
como la montaña rusa. Montamos en los vagones, pero no los conducimos. Sería
frustrante intentar dirigir el vagón adonde nosotros queremos: no sólo no
podríamos conducirlo, sino que nos perderíamos la experiencia de montar,
simplemente, en él, con todas sus subidas y sus bajadas.
La señal para que nos
rindamos nos llega cuando estamos agotados por intentar controlar una situación
o ganar una batalla. Nos rendimos para liberarnos de esa mortal tenaza, para
dejar de preocuparnos, para abandonar esa lucha continua que resulta tan
destructiva, que nos impide vivir el momento y disfrutar de unas relaciones
jubilosas; que destruye la creatividad y obstaculiza nuestra felicidad y
alegría. La resistencia provoca miedo, y este nos hace creer, de forma
equivocada, que debemos controlar todos los aspectos de nuestra vida en todo
momento. Ha llegado la hora de rendirse, de dejarse llevar, de nadar a favor de
la corriente y no contra ella.
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