11 / LA LECCIÓN DE LA PACIENCIA (2)
EKR
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El primer paso que
tenemos que dar para tener más paciencia es dejar de querer controlar o cambiar
las situaciones. Es ser conscientes de que algunas cosas son como son por
alguna razón, aunque no estemos de acuerdo con esa razón o no la veamos.
Si no podemos cambiar
alguna circunstancia, debemos considerar que es acertada. Debemos tener fe en
el proceso de evolución de las cosas y su desarrollo. Aunque creamos que tenemos
que intervenir en los acontecimientos, lo cierto es que la mayoría de las cosas
sorprendentes que ocurren el mundo tienen lugar sin nuestra ayuda,
interferencia o intervención. Por ejemplo, no tenemos que decir a nuestras
células que se reproduzcan ni a un corte que cicatrice. Existe un poder en el
mundo, y debemos tener confianza en que todo se mueve hacia el bien, aunque no
veamos ni lo reconozcamos. Eso es la fe. Tener paciencia es tener fe.
Cuando tenemos fe,
sabremos que ninguna experiencia es inútil. La mayoría de las personas, al
final de su vida no cambiarían ni siquiera las malas experiencias, porque han
aprendido de todo lo que les ha ocurrido. Todas las situaciones por las que
pasamos, por muy difíciles que sean, nos suceden para que pueda aflorar nuestro
yo perfecto. Si los acontecimientos se suceden demasiado deprisa o demasiado
despacio para nosotros, debemos recordar que nuestro ritmo no siempre es el
mejor, y que existe un plan. Podemos permitirnos relajarnos y dejar que la vida
fluya.
Darnos ese permiso
significa que somos capaces de ceder. No debemos olvidar que tenemos la
capacidad de relajarnos y rendirnos ante las situaciones y que disponemos del
tiempo, los medios y el valor necesario para esperar. También es posible que no
haya nada que esperar, que la situación por la que estamos pasando sea
exactamente como debe ser. No es por casualidad que el nombre paciente, que significa “persona que
recibe un tratamiento médico”, y el adjetivo paciente, que significa “sobrellevar la aflicción con serenidad”,
estén relacionados. Ambos proceden del vocablo latino pati, que significa “soportar”.
Quizá pensemos que las
cosas que nos ocurren están relacionadas con nuestra salud, trabajo o vida
amorosa y queramos cambiarlas, pero lo cierto es que no es así. Lo que nos
ocurre tiene que ver con nosotros mismos. Y tiene que ver con el amor, la
compasión, el humor y la paciencia que aportamos a nuestra vida a sus
situaciones.
También debemos tener
presente que, en última instancia, Dios y el universo no dirigen las
situaciones, sino a nosotros. Si nos preguntamos por qué el universo no nos
consigue la gran oferta de trabajo que esperamos es porque al universo no
siempre le preocupa el tipo de trabajo que tengamos. El plan abarca mucho más
que nuestro trabajo. El universo tampoco se preocupa de si estamos casados o
no; le interesa más el modo en que experimentamos el amor que si hay alguien en
nuestra vida o no. Y aun más, el universo no se preocupa tanto de nuestra salud
como del modo en que experimentamos la vida, sean cuales sean las condiciones.
Al universo le preocupa quiénes somos, y atraerá a nuestra vida, a través de
cualquier situación y en cualquier momento, lo que necesitamos para convertirnos
en la persona que tenemos que ser. La clave consiste en confiar…, y tener
paciencia.
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