UNA CUESTIÓN DE IMAGEN
Hombre que supo tener
problemas con la imagen, aura que dice, Periférico Volátil, el casau con
Tropelina Peroné, que a ella le decían “Pocas pulgas”, porque nunca dejó que le
anidaran más de cuatro a la vez. En el pago estaban todos los alambrados flojos
porque ella se rascaba contra los postes. Como los vecinos se quejaban, se
sosegó. Después se iba a la carretera pa rascarse contra los mojones del
kilometraje. Y cada vez que volteaba uno con el lomo, se corría un kilómetro
más pa allá. En cualquier momento cae por la Plaza Congreso que es kilómetro
cero.
Y allá quedó Periférico
Volátil, solito y sin imagen propia, porque era un hombre que no reflejaba en
ningún espejo y nunca se había visto la cara.
Se dio cuenta cuando
muchacho, un mediodía que venía de a caballo con el sol a pique, muerto e
calor. El flete hecho una espuma como mate recién dau vuelta, y Periférico
sudau como techo de zinc con la helada.
El flete olfateó aguada
cerca y apuró el tranco. Llegaron a un remanso y los dos acercaron el hocico al
agua al mesmo tiempo. Antes que el agua se arrugara en olitas como argollas,
Periférico vio la cabeza del caballo, los ojos del caballo, el freno con espuma
verdosa entre los dientes del caballo, pero de su cara, ni un reflejo. Era la
primera vez que se fijaba, que no se fijaba. Temblando como junco de bañau, se
apoyó en el caballo y se quedó mirando la orilla del arroyo. Cualquier yuyito
reflejaba, menos él.
De un salto montó en su
flete, llegó al boliche El Resorte, lo dejó con las riendas tocando el suelo, y
dentró sin apuro. Pidió una caña, se la tomó de un saque, y se buscó en el
fondo del vaso.
Veía clarito pal otro
lau, pero ni una nadita de su cara. Se había puesto bizco pa tratar de verse la
nariz, cuando se le arrimó la Duvija.
-Usté disculpe, don -le
dijo-, pero a usté lo noto preocupau. Se le nota en la forma de mandarse la
caña al buche. Si es gustoso de contar, puede.
El otro se quedó jugando
con el vasito vacío entre los dedos, y después contó que no reflejaba.
Cuando el hombre terminó
de contar, le rodaban dos lagrimones hasta la barba. El tape Olmedo amagó con
un comentario, pero apenas si sacudió la cabeza y siguió en lo suyo.
La Duvija, emocionada,
sacó un espejito, se lo plantó delante de las narices y le dijo a Periférico,
casi en un ruego:
-¡Veasé paisano, veasé!
¡Haga fuerza pa verse, no se entregue, veasé pues!
El otro se miró sin
esperanzas, pero de repente hizo un gesto de asombro, se quedó un rato con las
vistas fijas, y después se abuenó la mirada.
Antes de salir, les dio
la bendición a uno por uno.
Cuando la Duvija lo fue a
guardar, se dio cuenta que en lugar del espejito había sacau una estampita con
la imagen del Señor.
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