DEL TEATRO BALINÉS (7)
Se advierte en el teatro
balinés un estado anterior al lenguaje, y capaz de elegir su propio lenguaje:
música, gestos, movimientos, palabras.
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Es evidente que este
aspecto de teatro puro, esta física del gesto absoluto que es la idea misma y
que transforma las concepciones del espíritu en acontecimiento perceptibles a
través de los laberintos y los entrelazamientos fibrosos de la materia nos da
una nueva idea de lo que pertenece por naturaleza al dominio de las formas y la
materia manifiesta. Estas gentes que llegan a dar un sentido místico a la
simple forma de un ropaje, y no contentas con poner al hombre junto a su Doble
atribuyen a cada hombre vestido un doble de vestiduras, estas gentes que cuelgan
de un sable las vestiduras ilusorias o secundarias, de modo que parecen grandes
mariposas clavadas en el aire, estas gentes tienen un sentido innato del
simbolismo absoluto y mágico de la naturaleza muy superior al nuestro, y nos
ofrecen un ejemplo que nuestros técnicos teatrales, ciertamente, serán incapaces
de aprovechar.
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Ese espacio intelectual,
ese juego psíquico, ese silencio solidificado por el pensamiento que
encontramos entre los miembros de una frase escrita están aquí en el espacio
escénico, entre los miembros, el aire, y las perspectivas de un cierto número
de gritos, colores y movimientos.
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Ante las representaciones
del teatro balinés el espíritu tiene la impresión de que la concepción ha
tropezado ante todo con gestos, ha hecho pie en medio de toda una fermentación
de imágenes visuales o sonoras, pensadas como en estado puro. Em breve, y más
claramente, se ha dado sin duda algo muy semejante al estado musical para
alcanzar esta puesta en escena donde todo cuanto es concepción del espíritu es
sólo pretexto, virtualidad cuyo doble ha producido esta intensa poesía
escénica, este lenguaje espacial y coloreado.
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