domingo

HOLISMO, NEW AGE, AUTOAYUDA (3)



¿NUEVAS CARAS PARA EL INDIVIDUALISMO O NUEVO PARADIGMA PARA EL SENTIDO COMÚN? 

1ª edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018


EVALUACIÓN DE LA PRODUCCIÓN SOCIOLÓGICA EXISTENTE

I   Nuestro problema en la sociología de la modernidad

B - Autenticidad, reflexividad y modernidad tardía.
Contra estos diagnósticos fuertemente pesimistas, otros grandes teóricos de la modernidad han interpretado fenómenos como la New Age, las nuevas psicoterapias y la auto-ayuda, no como formas de egoísmo a-moral, sino como el resurgimiento de una tradición moral nacida en el romanticismo, y como una forma de “constitución de la auto-identidad” (Giddens) o “fuente del self” (Taylor), adecuada a la modernidad pos-industrial y pos-tradicional. Sin dejar de reconocer el lado peligrosamente privatizador del fenómeno, ellos resaltan también sus aspectos emancipadores.

Es en este tipo de desarrollos meta-teóricos que se han apoyado la mayoría de las investigaciones sociológicas sobre la New Age, como veremos.

I - 1 - El culto al self  como continuación del ideal romántico de la autenticidad.

Charles Taylor , a diferencia de Bell y Lasch, no cree que el “culto al self” que pauta este fin de milenio -y que los sociólogos definen como el principal rasgo del ethos New Age- signifique la desaparición de la base moral de la sociedad.

“La fuerza de términos como ‘narcisismo’ (Lasch), o ‘hedonismo’ (Bell), está en que implica que no hay ningún ideal moral operando; o si lo hay, en la superficie, que el mismo debería ser visto, más bien, como una pantalla para la auto-indulgencia.”[1]

Taylor dice que la cultura contemporánea esta pautada por una “ética de la autenticidad”, por un ideal de auto-realización. Él dice posicionarse en un punto intermedio entre los opositores y los defensores. Su postura es que se trata  de “un ideal que se ha degradado pero que es muy valedero en sí mismo”. La base de su apelación es que la autenticidad es un ideal moral, proveniente del expresivismo romántico del siglo XIX.

Según Taylor, todos los elementos-claves de la auto-espiritualidad pueden ser encontrados en los trabajos de muchos románticos, por ejemplo, Rousseau y Schiller. Los valores expresivistas como la idealización del individuo puro, auto-definido y auto-determinado, valores como la “auto-realización”, la “riqueza de la experiencia” y la “profundidad de las relaciones” se encuentran amplia y firmemente instalados en la cultura occidental.

Una forma de describir el desarrollo de la ética de la autenticidad es ver su origen en

“la noción del siglo XVIII según la cual los seres humanos estaban dotados de un sentido moral, un sentimiento intuitivo de lo correcto y lo errado. La moralidad era una voz interior; en oposición a la idea rival, de que saber lo correcto y lo errado era cuestión de cálculo de consecuencias.”[2]

A fines del mencionado siglo, Rousseau habría sido el principal articulador filosófico de este cambio cultural. Según él, la salvación moral depende de recobrar auténtico contacto moral con nosotros mismos, de seguir una voz interna, que se manifiesta a través de las pasiones inducidas por nuestra dependencia de los otros, principalmente el “amoure proupe”, u orgullo. Este contacto íntimo con uno mismo, al que Rousseau llamó “le sentiment de l´existence”, es fuente de plenitud y felicidad, y es más importante que cualquier visión moral.[3]

Rousseau también articuló la idea de “libertad autodeterminada”. Es la idea de que se es libre cuando se decide lo que conviene a uno mismo, en vez de ser determinado por influencias externas. Es una noción de libertad que va más allá de la llamada “libertad negativa” del utilitarismo -en que se es libre para hacer lo que se quiere sin interferencia de otros- ya que esta última es compatible con ser moldeado e influenciado por la sociedad y sus normas de conformidad.

Taylor dice que estas ideas de Rousseau y el ideal de autenticidad no son lo mismo, pero

“se han desarrollado juntos, algunas veces en las obras de los mismos autores, y sus relaciones han sido complejas, algunas veces oponiéndose, otras estando estrechamente ligados.”[4]

El resultado, según Taylor, es que han sido frecuentemente confundidos, lo que ha sido una de las fuentes de formas desviantes de autenticidad.

El ideal de autenticidad estaría más directamente relacionado a una idea desarrollada más tarde. Herder planteó la noción de que cada uno de nosotros tiene una manera original de ser humano. Cada persona tiene su propia “medida”. Esta idea ha penetrado muy profundamente en la consciencia moderna y, de acuerdo a Taylor, se trata de una idea nueva.

“Antes del siglo XVIII nadie pensaba que las diferencias entre seres humanos tuviesen este tipo de significado moral. Hay una cierta manera de ser humano que es mi manera. Soy convocado a vivir mi vida de esta forma, y no en imitación de nadie más. Pero esto da una nueva importancia a ser consecuente conmigo mismo. Si no lo soy, pierdo la esencia (miss the point) de mi vida, pierdo lo que es ser humano para mi.” [5]

Taylor afirma que es éste “el poderoso ideal moral que ha llegado hasta nosotros”. El mismo concibe por un lado, que el contacto con uno mismo, con la naturaleza interior, tiene importancia moral. Por otro lado, ve ese contacto en peligro de ser perdido. Ese peligro radica no sólo en las presiones exteriores hacia la conformidad, sino que también al adoptar una actitud instrumental hacia sí mismo, el individuo puede perder la capacidad de oír su propia voz. El principio de originalidad implica que no se debe buscar el modelo de vida fuera de uno mismo, sino sólo en el interior.

“Este es el background que da fuerza moral a la cultura de la autenticidad, incluidas sus formas más degradadas, absurdas o trivializadas. Es lo que da sentido a la idea de “hacer la tuya” o “encontrar la propia realización.”[6]

Este es, según Taylor, el verdadero origen de la autenticidad, y no, como creen Bell y Lasch, el triunfo del hedonismo amoral utilitario. Se trata de un “poderoso ideal moral” y no de una desaparición de la moral.

En la misma línea, D´Andrea[7] destaca la relación entre el ideal de “auto-realización” y el ideal romántico de “auto-cultivo” (Bildung), desarrollado por Humboldt y Goethe, a principios del S. XIX, y que suponía que el camino para la realización plena del hombre residía en “la más elevada y armónica formación de sus fuerzas en un todo”, en un proceso de “llegar a ser” (self-becoming) que “incorpora en sí mismo el mundo ético y el verdadero”[8] Se trata de un nuevo tipo de individualismo, que respondía a las tendencias racionalistas de la época con el énfasis en la interioridad y la sensibilidad, basado en el supuesto de que las cosas (objetos y sujetos) disponen de un impulso independiente a la perfección, capaz de llevarlas a una condición más allá del estado natural. El fin principal es el desarrollo del proceso humano en su totalidad. Por eso no se dirige a realizaciones externas: en el ideal de Bildung, el valor de la persona reside en ser, mientras que en el ideal de Vocación reside en hacer.[9]

Bildung fue la alternativa romántica al ideal protestante de vocación (Beruf). Weber mostró[10] cómo la religión protestante moldeó el self occidental, a través del ideal de vocación. La vocación era, según Weber, un ideal adecuado a las exigencias de la modernidad, una base para la relación del individuo con el trabajo.

Mientras Weber creía que la idea protestante de “vocación”, adaptada a fines modernos, era la única solución al problema de la constitución de un “self occidental”, espiritualmente vigoroso, capaz de contrarrestar el proceso de rutinización o desencantamiento del mundo, Simmel recuperó el ideal romántico de auto-cultivo. Weber confiaba en que el poder de innovación y gerenciamiento del ideal de vocación, que en la versión anterior, protestante, logró transformar el mundo, podría reanimar un mundo burocratizado.[11]

Para Simmel, mientras tanto

“la disonancia de la vida moderna, del perfeccionamiento de la técnica en todas las áreas y la creciente insatisfacción con el progreso técnico -es causada en buena parte por el hecho de que las cosas se están volviendo más y más cultivadas, mientras que los hombres son cada vez menos capaces de ganar, a partir de la perfección de los objetos, la perfección de la vida subjetiva.”[12]

Simmel recuperó el ideal de Bildung como forma de capacitar al hombre moderno no sólo para transformar el mundo (cultura) sino el de transformarse en la dirección de su núcleo interior” [inner core], de realizarse como ser, “de acuerdo a la ley de su propio significado, sus disposiciones profundas” (cultivo).[13]

En este sentido, la ética protestante habría sido sustituida, no por un hedonismo a-ético, como lo pretende Bell, sino por un ideal moral largamente moldeado en la cultura occidental, desde principios del siglo XIX.
Notas
1 Taylor, 1991, p. 16
2 Taylor, 1991, p.26
Idem., p.27
Idem., p. 29
Idem. , p. 29
6Taylor, p. 29
7 D’Andrea. 1996.
8 Humboldt, citado por Goldman p.151 y D´Andrea, p. 84.
9 D´Andrea, p.90.
10 Weber, [1905].
11 D´Andrea, 88-90
12 Simmel [1908]: 229, citado por D´Andrea
13 Idem.

(Basado en una tesis defendida en Mayo de 2000 / Banca Examinadora: Marcelo Jasmin, IUPERJ (Presidente), Edmundo Campos Coelho, IUPERJ (Orientador), Otávio Velho, PPGAS, Rafael Bayce, UDELAR, Fátima Tavares, UFJF)

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