DEL TEATRO BALINÉS (6)
Hay en este teatro un
zumbido grave de cosas del instinto, pero llevadas a un punto de transparencia,
de inteligencia, de ductilidad donde parecen proporcionarnos en términos
físicos algunas de las más secretas percepciones del espíritu.
Podría decirse que los
temas propuestos nacen de la escena. Han alcanzado tal grado de materialización
objetiva que es imposible imaginarlos fuera de esa perspectiva confinada, de
ese globo cerrado y limitado de la escena.
Este espectáculo nos
ofrece un maravilloso complejo de imágenes escénicas puras, para cuya
comprensión parece haberse inventado todo un lenguaje nuevo: los actores con
sus vestimentas son como verdaderos jeroglíficos vivientes y móviles. Y en esos
jeroglíficos tridimensionales se ha bordado a su vez un cierto número de
gestos: signos misteriosos que corresponden a no se sabe qué realidad fabulosa
y oscura que nosotros, gente occidental, hemos reprimido definitivamente.
Hay algo que participa
del espíritu de una operación mágica en esta intensa liberación de signos,
retenidos primero, y luego arrojados súbitamente al aire.
Un hervor caótico, pleno
de señales, y por momentos extrañamente ordenado, crepita en esta efervescencia
de ritmos pintados, donde intervienen continuos calderones, como un bien
calculado silencio.
De esta idea de teatro
puro, que entre nosotros es meramente teórica, y al que nadie ha tratado nunca
de dar la menor realidad, el teatro balinés nos ofrece una asombrosa
realización, eliminando toda posibilidad de recurrir a las palabras para
dilucidar los temas más abstractos, inventando un lenguaje de gestos que serán
desarrollados en el espacio y que fuera de él no pueden tener sentido.
El espacio de la escena
es utilizado aquí en todas sus dimensiones, en todos los planos posibles. Pues
además de un agudo sentido de la belleza plástica, estos gestos tienen siempre
como objetivo último la dilucidación de un estado o un problema espirituales.
Así al menos se nos
aparecen.
No se pierde ningún punto
del espacio, como tampoco ninguna sugestión posible. Y hay aquí como un
sentido, que podríamos llamar filosófico, del poder que retiene a la naturaleza
y evita que se precipite repentinamente en el caos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario