CANCIÓN 16
A
zaga de tu huella
las
jóvenes discurren al camino.
al
toque de centella,
al
adobado vino,
emisiones
de bálsamo divino.
DECLARACIÓN
(2)
4
/
En los versillos primeros habemos declarado que las almas a zaga de la huella
discurren al camino con ejercicios y obras exteriores, y ahora en estos tres
versillos da a entender el alma el ejercicio que interiormente estas almas
hacen con la voluntad, movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que
el Amado les hace, a las cuales llama aquí “toque de centella” y “adobado
vino”; y al ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de estas
dos visitas, llama “emisiones de bálsamo divino”. Cuanto a lo primero, es de
saber que este “toque de centella” que aquí dice, es un toque sutilísimo que el
Amado hace a la alma a veces, aunque cuando ella está más descuidada, de modo
que la enciende el corazón en fuego de amor, que no parece sino una centella de
fuego que saltó y la abrasó; y entonces, con gran presteza, como quien de
súbito recuerda, enciéndese la voluntad en amar y desear y alabar y
agradecer y reverenciar y estimar y
rogar a Dios con sabor de amor. A las cuales cosas llama “emisiones de bálsamo
divino”, que responden al “toque de centella”, que es el bálsamo divino, que
conforta y sana al alma con su olor y substancia.
5
/
De este divino toque dice la esposa en los Cantares de esta manera: “Dilectus
meus misit manum suam per foramen, et venter meus intrmuit ad tactum eius;
quiere decir: “Mi Amado puso su mano por la manera, y mi vientre se estremeció
a su tocamiento” (5,4). El “tocamiento” de el Amado es el toque de amor que
aquí decimos que hace al alma; la “mano” es la merced que en ello le hace; la
“manera” por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de perfección
que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el toque en más o en menos,
y en una manera o en otra de cualidad espiritual de el alma; el “vientre” suyo
que dice se estremeció, es la voluntad en que se hace el dicho toque, y el
“estremecerse”, es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear,
amar y alabar, y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo
que de ese toque redundan, según decíamos.
Al
adobado vino.
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Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las
almas aprovechadas, en que las embriaga en el Espíritu Santo con un vino de
amor suave, sabroso y esforzoso; por lo cual le llama “vino adobado”, porque así
como el vino adobado está cocido con muchas y diversas especias olorosas y
esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya
cocido y asentado en sus almas, y adobado con las virtudes que el alma ya tiene
ganadas; el cual con estas preciosas especias adobado, tal esfuerzo y
abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios la hace,
que con grande eficacia y fuerza la hace enviar a Dios aquellas emisiones o
enviamientos de alabar, amar y reverenciar, etc., que aquí decimos; y esto con
admirables deseos de hacer y padecer por Él.
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