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El Todopoderoso había
enviado a la Tierra uno de sus arcángeles, a fin de salvar al adolescente de
una muerte segura. ¡Se verá obligado a descender él mismo! Pero todavía no
hemos llegado a esa parte de nuestro relato, y me veo en la necesidad de cerrar
la boca, porque no puedo decirlo todo a un mismo tiempo: cada truco efectista
aparecerá en su lugar, cuando la trama de esta ficción no encuentre
inconvenientes en ello. Para no ser reconocido, el arcángel había tomado la
forma de un cangrejo paguro, grande como una vicuña. Se mantenía en la punta de
un escollo, en medio del mar, y esperaba el momento favorable de la marea, para
bajar a la costa. El hombre con labios de jaspe, escondido tras una sinuosidad
de la playa, espiaba al animal con un garrote en la mano. ¿Quién hubiera
deseado leer en la mente de esos dos seres? Al primero no se le ocultaba que
tenía una misión difícil que cumplir: “¿Y cómo tener éxito”, exclamaba, en
tanto que las olas crecían, azotando su refugio temporal, “en un caso en que mi
señor ha visto fracasar más de una vez su fuerza y su valor? Yo soy solamente
una sustancia limitada, mientras que el otro nadie sabe de dónde viene ni cuál
es su objetivo final. Al oír su nombre, los ejércitos celestiales tiemblan, y
más de uno se refiere, en las regiones que he dejado, que ni el mismo Satán,
Satán la encarnación del mal, es tan temible.”
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