Al día siguiente tocó Sebastián el
órgano, ante un auditorio selecto y admirado, en la iglesia del Espíritu Santo.
Por la noche volvió a acudir a Palacio por orden del rey, que le rogó ejecutase
una fuga a seis voces, porque quería ver hasta dónde podía desarrollarse el
tratamiento polifónico de un tema. Esta vez Sebastián lo eligió por sí mismo,
pues no todos se prestan a un desarrollo tan completo, e improvisó una fuga que
provocó en el rey admiración y entusiasmo, hasta el punto de que repetía
constantemente:
-¡No hay más que un Bach! ¡No hay más
que un Bach!
Después de esa visita tan agradable a
Postdam, Sebastián fue a Berlín, donde visitó el edificio de la Ópera, recién
construido, en el que, intuitivamente, descubrió ciertas particularidades
acústicas que nadie había estudiado, como ya he referido anteriormente.
A su regreso -¡qué orgullosa me sentí
cuando me contaba el entusiasmo con que le había alabado el soberano!- se puso
inmediatamente a desarrollar y perfeccionar el tema del rey en una fuga a tres
y otra a seis voces, ocho cánones, escribió simultáneamente una fuga en canon
con el responso a la quinta, una sonata en cuatro movimientos, un canon perpetuus a dos voces sobre un basso continuo, todo ello más o menos
relacionado con el tema que le había dado Su Majestad. A esta obra la denominó “Ofrenda
Musical” y empleó mucho tiempo y tuvo sumo placer en adornarla con numerosos
comentarios llenos de ingenio. Sobre el cuarto canon escribió las palabras: Notulis crescentibus crescat fortuna Regis,
lo que, según me explicó, quiere decir: “Que la fortuna del Rey crezca como
estas notas”. Sobre el quinto canon escribió: Ascendenteque Modulatione ascendat Gloria Regis –“Que pueda la gloria
del Rey elevarse como estas modulaciones”. Mandó grabar esta obra y se la
ofreció al rey con la dedicatoria siguiente:
“Señor:
“Me tomo la libertad de presentar a Vuestra Majestad una Ofrenda musical
cuya parte más noble es obra de vuestra real mano. Con placer respetuoso recuerdo
todavía la gracia particularmente real que quiso concederme Vuestra Majestad
hace algún tiempo, dignándose tocar, durante mi estancia en Postdam, un tema de
fuga y pidiéndome que lo desarrollara en Vuestra Augusta presencia. El obedecer
la orden de Vuestra Majestad era mi deber ineludible de súbdito fiel. Pero
pronto noté que, por falta de la preparación necesaria, la composición no salía
como merece un tema tan excelente. Tomé la decisión, que en cuanto regresé me
puse a cumplir, de desarrollar completamente el tema real para darlo a conocer
al mundo. Este proyecto está ya realizado con arreglo a mis fuerzas, y no tiene
más que la loable intención de aumentar, por poco que sea, la gloria de un
Monarca cuya fuerza y grandeza, tanto en las artes de la guerra y de la paz,
como en el arte musical ha de ser objeto de admiración para todos. Me atrevo
también a afirmar esta humilde súplica: Que Vuestra Majestad se digne acoger
con bondad esta modesta obra y conservarme bajo su real y soberana gracia.
“Soy de Vuestra Majestad muy humilde y muy fiel servidor.
“Leipzig, 7 de julio de 1747”.
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