PRÓLOGO
EL
MONOMITO (1)
1
/ EL MITO Y EL SUEÑO (1)
Sea que escuchemos con
divertida indiferencia el sortilegio fantástico de un médico brujo de ojos
enrojecidos del Congo, o que leamos con refinado embeleso las pálidas
traducciones de las estrofas del místico Lao-Tse, o que tratemos de romper, una
y otra vez, la dura cáscara de un argumento de Santo Tomás, o que captemos
repentinamente el brillante significado de un extraño cuento de hadas esquimal,
encontraremos siempre la misma historia de forma variable y sin embargo
maravillosamente constante, junto con una incitante y persistente sugestión de
que nos queda por experimentar algo más de lo que podrá ser nunca sabido o
contado.
En todo el mundo
habitado, en todos los tiempos y en todas las circunstancias, han florecido los
mitos del hombre, han sido la inspiración viva de todo lo que haya podido surgir
de las actividades del cuerpo y de la mente humanos. No sería exagerado decir que
el mito es la entrada secreta, por la cual las inagotables energías del cosmos
se vierten sobre las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las
filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico,
los primeros descubrimientos, científicos y tecnológicos, las propias visiones
que atormentan el sueño, emanan del fundamental estilo mágico del mito.
Lo asombroso es que la
eficacia característica que conmueve e inspira los centros creadores profundos reside
en el más sencillo cuento infantil, como el sabor del océano está contenido en
una gota y todo el misterio de la vida en el huevo de una pulga. Porque los
símbolos de la mitología no son fabricados, no pueden encargarse, inventarse o
suprimirse permanentemente. Son productos espontáneos de la psique y cada uno
lleva dentro de sí mismo, intacta, la fuerza germinal de su fuente.
¿Cuál es el secreto de la
visión eterna? ¿De qué profundidades de la mente se deriva? ¿Por qué la mitología es la misma en todas partes, por debajo de las diferencias de
vestidura? ¿Qué nos enseña?
Actualmente muchas
ciencias contribuyen al análisis de este enigma. Los arqueólogos exploran las
ruinas de Iraq, Honán, Creta y Yucatán. Los etnólogos interrogan a los ostiacos
del río Obi y a los bubis de Fernando Poo. Una generación de orientales ha
abierto para nosotros recientemente los escritos sagrados del Oriente, y
también las fuentes prehebreas de nuestra Sagrada Escritura. Mientras tanto,
otra multitud de eruditos, continuando investigaciones el siglo pasado en el
campo de la psicología de los pueblos, trata de establecer las bases
psicológicas del lenguaje, del mito, de la religión, del desarrollo artístico y
de los códigos morales.
Sin embargo, lo más
extraordinario de todo son las revelaciones que han surgido de las clínicas para
enfermedades mentales. Los escritos atrevidos, y que verdaderamente marcan una
época de los psicoanalistas, son indispensables para el estudio de la
mitología; porque, piénsese lo que se piense de las detalladas y a veces
contradictorias interpretaciones de casos y problemas específicos, Freud, Jung
y sus seguidores han demostrado irrefutablemente que la lógica, los héroes y
las hazañas del mito sobreviven en los tiempos modernos. Como se carece de una
mitología general efectiva, cada uno de nosotros tiene su panteón de sueños,
privado, inadvertido, rudimentario pero que obra en secreto. La última encarnación
de Edipo, el continuado idilio de la Bella y la Bestia, estaban esta tarde en
la esquina de la Calle 42 con la Quinta Avenida, esperando que cambiaran las
luces del tránsito.
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