domingo

EL GRITO (8) - RICARDO AROCENA


(Una novela de amor, pasión y muerte en tiempos de la Patria Vieja)

Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2018

El Coronel Agustín de la Rosa y el Juez Comisionado don Juan Salinas esperan en la casa del pulpero Anselmo Crespo, adonde pactaron la rendición. Los insurgentes ni bien llegan incautan todas las armas y municiones, como primera medida de la ocupación. La Plaza está atiborrada. La emoción embarga a los alzados cuando la bandera imperial es arriada. Es algo nuevo, no solamente por el valor simbólico, también lo es porque son ellos, simples vecinos, los que la están quitando. Ese sencillo gesto está proclamando a los cuatro vientos, que el Imperio no es invencible, que no es una fatalidad ante la que tengan que resignarse, ya que sin apoyo y casi sin armas han logrado derrotarlo. Nadie sabe lo que sobrevendrá, pero no es momento de especular.  Es momento de defender lo conquistado. Viera encuentra a Correa entre la multitud.

-Mi Alférez, ahora es que preciso de usted más que nunca. Tomé las mejores posiciones, procurando personalmente informarme del estado de la ciudad, pero es necesario que extienda un oficio para el primer jefe más inmediato, a efectos de que nos auxilie con alguna gente con armas, por si somos atacados de Montevideo.

Está preocupado. El teniente José Maldonado medita sobre su mala suerte; ha sido encerrado junto con Jaime Vidal y otros españoles en una sala de la casa de Anselmo Crespo, desde donde observa a Pedro Viera y Ramón Fernández dar órdenes a diestra y siniestra. Este último es el nuevo Comandante de la ciudad. En el resto de ella todo está en ebullición. A las once de la mañana Pedro Viera sale con sus hombres hacia Santo Domingo de Soriano, una división con cuarenta hombres parte para los pueblos de San Salvador y Espinillo a prevenir a los jueces, bajo pena de vida, que obedezcan a Buenos Aires; los Comandantes y el Alcalde reorganizan los servicios gubernativos, en particular que no haya desórdenes, hasta que la Junta de Buenos Aires determine lo que juzgue conveniente;  la pólvora y las balas que hay en las pulperías es recogida para hacer cartuchos para la artillería que está en el Cuartel celosamente custodiada por un Comandante artillero, cuatro cabos y dieciséis hombres. La revolución todo lo cambia, todo está trastocado, los españoles son encarcelados, a los pudientes les confiscan dinero contra recibo y solamente los mozos de las pulperías son autorizados a salir, bajo custodia, durante el día, para despachar a los vecinos hasta la hora de la oración, momento en el que deben reanudar su arresto. La vida muda hasta para el herrero de Mercedes, que tiene que ponerse precipitadamente a trabajar, ya que le encargan chuzas para los que están desarmados.

***

Toda revolución es un hecho singular, compendia características peculiares, situaciones típicas, determinados alineamientos sociales y políticos, un específico devenir de la región en donde estalla, pero además sirve de medida de las capacidades de quienes las dirigen. La ruptura del antiguo orden y la incógnita de lo nuevo, libera pasiones, promueve heroísmos, despierta utopías, pero también pone en relieve avaricias e infamias. En la hora del principio del fin la gente suma lo mejor y lo peor de sí misma. Está dispuesta a entregar lo más preciado, pero no puede evitar las debilidades y flaquezas que devienen del tiempo en que le tocó vivir y que comienzan a abandonar.  Tal vez sea por eso que Ramón Fernández, cuando se comunica con Buenos Aires luego de la partida de Pedro Viera a Soriano, nada dice del esfuerzo de los que lo precedieron en la organización del alzamiento. No explicita que fue hecho prisionero en Monte de Asencio, ni las circunstancias que lo situaron como Comandante. Conoce el oficio de la diplomacia y de la guerra y sabe que es tan importante lo que informa como lo que oculta y que hay formas de engañar sin falsear la realidad. Una vez que asume el mando y sin enojosos controles, se coloca ante los superiores como el mentor del levantamiento. Las contradicciones bullen en su interior. Y así como claudica ante sí mismo, no deja de preocuparse por la situación que enfrenta. Por un lado no reacciona ante las ilegalidades que sus subordinados cometen y por el otro está preocupado por la suerte de los enemigos detenidos.

-He tratado de recoger a todos en pelotón para que luego que todo se vaya organizando, poner en libertad a los vecinos afincados, bajo sus correspondientes fiadores, para cuando se les necesite. Hay que mantenerlos entretenidos, por lo menos hasta saber la determinación de la Junta Suprema -le dice a su colaborador Mariano Vega.

No obstante está preocupado por un posible asalto de las tropas desde Montevideo o Colonia y por las escasas fuerzas de que dispone.

-Voy a oficiar a Don José Artigas, de quien tengo noticia hallarse en Nogoyá, jurisdicción de Santa Fe o en su defecto al primer jefe de las tropas que se hallare, para que me auxilien a la mayor brevedad, pues puedo ser atacado y me veré precisado de abandonar estos puntos.

Brillan los ojos de Mariano Vega cuando escucha el nombre de Artigas.

-No puedo extenderme a mayores conquistas por no tener como sostenerme. Aguardo que nos protejan, aunque sea con un pequeño número de gentes, armamento y algunas municiones avisándome el punto donde han de desembarcar, para agregar a los de esta banda algunos, para abultar su número y al mismo tiempo se ordene a los que están en la bajada, vengan a reunirse pues no hallarán óbice alguno hasta estos puntos.


No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+