domingo

LECCIONES DE VIDA (89) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


11 / LA LECCIÓN DE LA PACIENCIA (3)

EKR (2)

En la época actual no estamos acostumbrados a vivir con incomodidades. Esperamos que los resultados y la satisfacción sean inmediatos. Queremos respuestas incluso antes de que puedan emitirse. Disponemos de servicios de reparaciones y comercios que abren las veinticuatro horas del día. Si tenemos hambre, siempre encontramos comida, desde un plato preparado hasta la que venden en los comercios y los restaurantes que abren toda la noche. Incluso existen ferreterías y tiendas de material de oficina que abren las veinticuatro horas del día. Y ¿quién sabe hasta qué punto Internet alimentará nuestra impaciencia? Después de todo, con este medio ni siquiera tenemos que desplazarnos a la librería para comprar un libro ni recorrer calles y calles con un agente inmobiliario en busca de una casa, pues todo está disponible de forma instantánea.

La gente ya no sabe esperar, y ni siquiera conoce el significado de esta palabra. Es cierto que resulta agradable obtener lo que queremos cuando queremos, pero también es importante saber esperar para sentirnos satisfechos. Diversos estudios han demostrado que si a varios niños se les da la opción de comer una galleta en este instante o dos al cabo de una hora, los que son capaces de esperar se desenvolverán mejor en la vida en un futuro. La paciencia es, sin lugar a dudas, un valor importante; sin embargo, muchas personas se quedan delante del microondas mientras piensan, “¡Deprisa!”, o se enfadan si en la tienda tardan más de una hora en revelar sus fotografías.

El problema va más allá de la incomodidad de tener que esperar. Muchos de nosotros no sabemos vivir las cosas y las situaciones tal como son. Creemos que tenemos que cambiarlas o mejorarlas y no pensamos que todo irá bien si lo dejamos. Opinamos que no es lo mismo que algo suceda con retraso a que se resuelva de una manera distinta a como queríamos. Sin embargo, estas dos ideas tienen el mismo origen mental, que consiste en juzgar que la situación no está bien tal como está. Pero ¿conseguimos algo cuando somos impacientes?

La clave para tener paciencia estriba en saber que todo va a salir bien y confiar en que existe un plan. Resulta fácil olvidarnos de esto y, en consecuencia, muchas personas intentan controlar las situaciones que, de otro modo, se resolverían como deben en el momento oportuno. También, al final de la vida, algunas personas aceptan que su muerte está cerca, mientras que otras se impacientan y quieren saber cuándo llegará el momento. A estos últimos les tranquilizaría saber que no morirán hasta que estén preparados.

Y esto es cierto tanto respecto a la muerte como a la vida. No adquirimos experiencia en esta vida hasta que estamos preparados, hasta que confiamos y comprendemos que las cosas suceden como tienen que suceder y a su debido tiempo. Así que podemos relajarnos.

Desde un punto de vista filosófico, la paciencia es como un músculo que debemos ejercitar con regularidad y confiar en él. Si no lo utilizamos en las situaciones cotidianas y de menor importancia, como es esperar uno o dos minutos a que el té se caliente en el microondas, no dispondremos de un músculo fuerte que nos ayude a enfrentarnos a retos mayores a lo largo de nuestra existencia. Por eso es tan importante, desde lo más hondo, que la sanación se está produciendo en todo momento. La mente siempre intenta cambiar las cosas, y nosotros debemos tranquilizarla y repetirnos que las cosas ocurren exactamente como deberían ocurrir.

La mente cree que si cambiamos nuestras circunstancias conseguiremos vivir en paz y que tenemos que hacer algo al respecto. Pero la realidad es que podemos relajarnos sean cuales sean las circunstancias y confiar en que tener mucha paciencia nos aportará una gran paz y sanación.

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