domingo

“LOS ESCLAVOS DE AHORA SOMOS TODOS” TABARÉ RIVERO


En 1987, cuando salía a la calle Sigue siendo rocanrol, el primer disco de La Tabaré, Tabaré Rivero, su líder y vocalista, cantaba "quiero ser desocupado antes que quedar tarado, igual que un bancario, que un economista". Treinta años después, en "Pagar y pagar", la canción que abre Blues de los esclavos de ahora [Bizarro, 2017], su decimocuarto álbum, dice: "quiebro una lanza, quiebro, por putas, ladrones, quiebro, ahí panza arriba... en alguna catrera, ¿pa' qué laburar, pa' qué?... si no hay billetera que aguante. Pagar y pagar y pagar y pagar y pagar".

"Levanto su pollera, bajo su bombacha, mientras tomo carrera mi nena se agacha. Pero me esquiva y me doy contra la pared, pienso y me digo: otra vez fallé", cantaba Rivero en su álbum debut. Hoy plantea: "Les voy a dar mi opinión, podrán decir que estoy loco: se usa mucho el condón, ¿O es que acá se coge poco?".
A lo largo de tres décadas, La Tabaré fue y vino en su viaje rockero. Se distorsionó, se desenchufó, renegó del carnaval y se entreveró con la murga, lució oscura y estalló en colores, pero sus obsesiones pasaron siempre por el mismo lado. El amor, el sexo, la libertad, el consumismo y el rocanrol (así, a la uruguaya), entran y salen de las canciones de la banda dejando cada vez la puerta abierta para que se cuele y aceche la duda.

"Siempre estuve en guerra conmigo mismo. Entre lo que debo cantar y lo que me gusta. Lo que debo cantar es una búsqueda de música montevideana, uruguaya, por el lugar en el que vivo, no anglosajonizarme la cabeza, o la cultura, o la educación", dice Tabaré Rivero.

Blues de los esclavos de ahora es una suerte de síntesis de la obra de La Tabaré, un grandes éxitos de canciones nuevas. En el recorridos de sus nueve tracks, el grupo deja leer las influencias de Rivero -menos punkies, más de raíz- y regresa a una especie de conceptualidad que estaba presente, especialmente, en sus primeros discos, publicados antes de la primera mitad de los 90. "El futuro nos persigue y atrapa y nos pega... y se escapa... y sigue... rodando". La canción, después de todo, sigue siendo la misma.

Se hablaba de un regreso a las raíces de La Tabaré, y me pareció que el grupo, y vos, antes, han hecho siempre de todo. Me quedé pensando en cuáles eran esas raíces...

Creo que es un poco más eléctrico que los anteriores, y quizá cuando dije, o no sé quién dijo, de volver a las raíces, me referí al blues. Como que el blues es la raíz del rock, en todo caso, y que vuelvo a esa raíz, a lo que a mí me gustó toda la vida. Siempre estuve en guerra conmigo mismo. Entre lo que debo cantar y lo que me gusta. Lo que debo cantar es una búsqueda de música montevideana, uruguaya, por el lugar en el que vivo, no anglosajonizarme la cabeza, o la cultura, o la educación. Otra cosa es lo que escucho en mi casa. Escucho rock de toda la vida. También canto popular, música folk de todos los países, pero el rock es la música que me conmueve, que me eriza de toda la vida. Entonces dejé de cuestionarme tanto, y gozar, hacer lo que tengo ganas. De todos modos, creo que es un rock como me gusta a mí, un poco más pensado, con temas de más de dos minutos.

¿Qué tuvo que ver Fede Lima en el sonido general, y cómo llega a producir a La Tabaré un tipo más asociado a la música pop?

El trabajo de Fede Lima fue, más que nada, porque es un muy buen productor, y sabíamos que es un tipo muy amplio. Lo comprobé en las primeras conversaciones, cuando le dije que quería sonar como John Mayall, como Grateful Dead. Hablando de música le tiré un montón de nombres, y los conocía a todos. Sabía bien, no solo los conocía de nombre. Había escuchado. Y otro trabajo que tenía dentro de la banda era tranquilizarnos a todos. No soy líder, por lo menos no soy buen líder. Entonces me cuesta mucho a la hora de disciplinar un trabajo. Hacerle entender a los músicos cuándo termina la posibilidad de opinar de cada uno. Todos opinan y logran, en un momento de grabación, un gran caos. Todos quieren esto, aquello, y alguno, que tiene más poder de opinión que otros hace callar a los otros, que por ahí no están de acuerdo. Entonces le dije a Fede: "Mirá, loco. Vas a ser vos el que va a charlar con los músicos, y el que después va a hablar con el técnico de grabación".

En algún momento se tiene que terminar la canción...
Claro, totalmente. Y además el arreglo. Yo compongo la letra y la música, pero luego se las dejo libremente. Les doy directivas, más rápido acá, más lento, más suave, con más fuerza, pero las notas, los quiebres, los tiempos musicales los manejan los músicos. Y a veces no están de acuerdo entre ellos. Entonces es difícil. Es muy divertido, igual, pero es un trabajo que necesita que alguien, en algún momento, ponga un punto final. Además, el sonido que uno escucha en el ensayo termina siendo otro en el disco. Eso es algo que escapa a mi conocimiento, no sé cómo pasarle eso a un técnico de grabación, y Fede Lima lo sabe hacer muy bien.

Podés ser perfectamente Jerry García, pero no sabés grabarlo...

Exacto. Y, además, como nosotros ensayamos en distintas salas, la banda suena de una manera en una y distinto en otra. Y distinto en el Montevideo Rock y en Bluzz Live. La característica es la misma. Nuestro sonidista, el Dipa, es un capo, y nos maneja bárbaro, pero dentro de la sala de ensayo, nosotros mismos no sabemos cuál es el verdadero sonido de La Tabaré. Y para eso está el productor.

¿Qué buscaban? ¿Llevar el fiel sonido de La Tabaré en vivo al disco, o hacer algo distinto?
Sonar lo más similar a lo en vivo en un disco, pero siempre sabemos que distinto. En el escenario no pretendo emular lo mismo, porque cuando estamos en vivo está la energía del público, mucha gente que hace que uno hasta cante, se mueva, salte. El agite y la energía que uno despide están en las notas musicales, también. El ambiente influye. Y me parece, además, que si quisiéramos hacer exactamente lo mismo le estaría diciendo a la gente "No vengan a los conciertos, escuchen los discos, que siempre van a sonar mejor". Sabemos que la música en vivo tiene otra fuerza, y que la música en disco tiene más elaboración. Otros instrumentos, ese tipo de cosas.

¿Encontraste una buena versión de La Tabaré con esta formación? Me da la impresión de que no son tan "músicos", pero son más rockeros...
Esta Tabaré es más rockera. El de esta banda es un rock más fuerte. Los músicos son, por suerte, 30 años más jóvenes que yo, por lo que me ayudan a tener muchas ganas de rockear. No olvido decir, cuando me preguntás "por qué el rock", es que ese cambio viene de conversaciones que tengo con estos muchachos, que me dan la energía para hacer rock, todavía, con todas las ganas. Hernán [Rodríguez, ex guitarrista de La Tabaré] es un guitarrista muy rockero, y tenía mucha fuerza, pero yo muchas veces luché con él para que se dejara de rockear e hiciera una cosa más cancionera. En este disco traté de hacer algo que no fuera tan canción, sino que tuviera un formato más de música de rock, con largos pasajes instrumentales, por ejemplo. Acá importan las letras, pero también la música. Incluso propuse hacer canciones que duraran 15 minutos, con solos largos, pero tanto no me llevaron. Yo quería que improvisaran, y los músicos no, querían establecer los arreglos. Son formas distintas de trabajar. En los años 60, de donde es la música que a mí me gusta, que me comió la cabeza, en el buen sentido, había mucha improvisación. Te agarraban "Johnny B. Goode" y lo hacían durar 45 minutos. A mí me encantaba eso. Estos músicos están dispuestos a hacen temas más largos, con solos, pero pensados. Y me parece bien que sea así. No es que no sean capaces de improvisar. Lo son, pero les gusta hacerlo de otra manera. Dicen "ya fue". Discutimos un poco y les doy la razón a ellos, porque son tipos que merecen un divino respeto.

¿Fue largo el proceso de composición de las canciones? Porque parecen tener cierta coherencia entre sí, como hechas en un corto período.
La composición la hice yo solo, en mi casa. Terminé el disco anterior y empezaron a salir canciones nuevas. Dos años, ponele, porque esto lo empezamos a ensayar un año y medio antes de grabarlo. Para el productor fue un proceso largo. Ensayábamos dos, tres veces semanales, y él reconoce que se demoró mucho.

¿Negligencia de La Tabaré o imponderables?
No. Por negligencia nuestra, en el sentido de no encontrar, dentro de nosotros, qué era lo que queríamos. Con Fede sí, pero él estaba como a la expectativa al principio. ¿Qué quieren? Y si adentro del ensayo no nos poníamos de acuerdo... Luego empezó a entender qué queríamos, y empezó a poner los límites necesarios. Ahí empezó a marchar bien la cosa, pero demoramos mucho tiempo. Eso me preocupa, porque si cada vez que vamos a grabar un disco vamos a demorar dos años, es una locura. Yo quisiera sacar material más seguido. Me acuerdo de que, cuando empecé con la banda, hice el primer disco en el 87 y ya en el 88 quería sacar el segundo.

El tercero salió en el 92. En cinco años aparecieron tres discos...
Exacto. Y entre el 89 y el 92 yo decía "cómo pude permitir que pasara tanto tiempo". Ahora es lo más normal, es como que el tiempo pasa de otra manera, no hay apuro. Y por otro lado es mejor. Nos permite laburar más. Yo soy muy atropellado. Siempre digo que un disco que dura 45 minutos hay que grabarlo en 45 minutos. Y que se dejen de joder con la masterización, el botoncito este, el otro que te mejora el sonido. El rock ahora es puro buen sonido pero poco contenido. Me gustaría más que la gente se dejara de joder con el sonido. A mí también me pasa. De pronto escucho un disco que está mal grabado y no puedo salir de la segunda canción porque tengo el oído acostumbrado a todas las pavadas que me metieron ahora, de ecos, efectos y cosas, y masterizados, y no sé cuánta tontería. O no, no sé. Pero a mí me gustaba el rock con el sonido a púa de los vinilos.

Ahí nos metemos en el rock, ya que lo mencionaste, y en lo que tiene que ver con lo de la vuelta a las raíces. Las canciones de este disco parecen tener cierta unidad conceptual, como en los primeros trabajos de La Tabaré, aunque quizá con el enojo más concentrado. De repente antes estaba más diluido, más disimulado en el humor...

Sí...
Además, por ser vos el mayor de la generación del rock post dictadura, tuviste, sin querer, la responsabilidad de ser el tipo más reflexivo. Por ahí se te exigió la madurez que no se le pedía al resto de los artistas. Ahora la mayoría de los rockeros "famosos" son mayores que vos cuando fundaste La Tabaré, y no se les exige esa madurez.

Yo no sentí que tuviera el deber de hacerlo. Creo que lo hacía porque tuve diez años de mi vida, durante toda mi juventud, en los que no hubo rock. O lo hubo y yo no quise formar parte de ese rock por una cuestión política. Para mí, el rock de la época de la dictadura era un rock que me rechinaba. Yo vivía escuchando rock en mi casa, pero no me gustaba que acá, en Uruguay, donde había gente torturada y todo lo que ya sabemos, hubiera un guachito agitando el pelo al estilo de esas bandas de fines de los 70 y principios de los 80, al estilo glamuroso que estaba de moda en ese momento en el exterior. Me parecía muy chanta. Entonces tuve diez años para filosofar conmigo mismo e imaginar cómo quería yo que fuera el rock, y con una esperanza absurda, quizá, de que cuando el rock volviera al Uruguay iba a tener que ser de tal manera, que fuéramos todos comprometidos. Como dice mi canción, "Somos todos subversivos". Pensé que íbamos a ser todos subversivos. Y pensé siempre que el rock tiene ese único valor. Es una música transgresora y subversiva, y anticultural, si se quiere. Y cuando empecé a ver que el rock tenía otras características, seguí aferrado a mi idea, porque pienso que realmente es el único valor que tiene. Si el rock pierde eso, se parece a una banda de música tropical, solo que tocan un poquito más fuerte y distorsionado. ¿Cantás en una barra brava, componés canciones para que las coreen? Me parece una falta de respeto a vos mismo. Al músico, al compositor. No sé. Hay bandas que le hacen homenajes a Palito Ortega, y tocan sus canciones en formato punk. Bueno, ahora Charly García canta con Palito Ortega. Es como que todo está demasiado confuso. Esa onda de que hay que ser más tolerante... Yo creo que hay que ser tolerante con la gente con distintas capacidades, pero no hay que ser tolerante con la imbecilidad, con los que negocian con el arte o con el gusto de la gente. Con eso no hay que ser tolerante. No, loco, basta. Un Montevideo Rock al lado de un Tropical, con el intendente en una foto con una camiseta que decía Montevideo Rock, y supongo que al otro día habrá ido a sacarse una foto con la camiseta que decía Montevideo Tropical. Para juntar votos, qué sé yo. Estoy un poco asombrado del rock. Creo que estoy metido en un gusto musical que es casi tonto a veces, y entonces tengo que tener mucho cuidado en que se me diferencie. No quiero que la gente diga "Mirá, ahí va un rockerito". Va un tipo al que le gusta el arte, la música, y que cree que esto, al igual que la pintura, la danza, el teatro, puede servir para algo. Que el arte puede servir para algo no lo creen ni los políticos, pero está demostrado que sí, que sirve.

Sirve por su propia inutilidad. No tiene un valor material, no hacés una casa con canciones...

Exacto. No hacés una casa con canciones, pero enriquecés el alma. Cuando un político dice "cultura, educación", no es mandar a los chiquilines a la UTU. También es sensibilizarlos, darles algo que no sea solamente murga. No digo que la murga no, digo que no solamente murga. Algo que enriquezca el alma y haga sensibilizar al tipo, y ver que tiene otras características dentro de sí mismo, y pueda buscar, y pueda, a partir de la música que le gusta, de pronto un libro, otras cosas. Mi vida fue así. No fui un buen estudiante liceal, y llegué a leer muchísimo gracias a que músicos nombraban a Cortázar, a la Generación Beat. De ahí me fui pasando de una cosa a la otra y terminé leyendo bastante. No digo que yo sea mejor que otro, ni digo que los rockeros son mejores que los que escuchan cumbia. Para nada. Hay rockeros que son unos imbéciles, y gente que escucha cumbia que son buenos tipos, laburadores. Pero creo que hay una sensibilidad en la gente que escucha rock, que, probablemente, está con más posibilidades de abrirse a las distintas sensibilidades de la vida que el que escucha música tropical.

¿Qué pasa con el rock ahora? En los 50, 60, 70, 80, era una corriente, un género, una concepción del mundo que implicaba estar en desacuerdo con el status quo, y Hugo Gutiérrez, de La Sangre de Verónika, decía el otro día que estaba preocupado porque el rock, en los últimos 25 años, había perdido identidad. ¿Compartís esa visión?
 Lo que tienen estos tiempos de positivo es que el rock se ha expandido. Hay una amplísima gama de cosas para elegir, y hay que utilizar la cabeza. El rock es alma y es cuerpo. Entrañas, broncas, sentimiento, energía, pero también es cabeza...

¿Pero quién dice las cosas, quién confronta hoy?
En los 80 todas las bandas lo hacían. Bandas de guachitos en los liceos, que tenían 15 años, agarraban los instrumentos, tocaban dos acordes y puteaban a la directora. Pero han pasado muchas cosas en el mundo, y se ha utilizado la puteada con fines humorísticos. Yo, en los primeros conciertos de la banda, decía "La puta madre que te parió", y la gente quedaba atemorizada, o se reía con cierta risa nerviosa. Después de la tinellización, porque Tinelli ha sido un gran transgresor al pedo, todo lo que se podía hacer con un fin de conmover él las ha hecho para ganar dinero, la puteada, el insulto, la faltas de respeto, están al servicio de la estupidez, también.

La Tabaré puso una mina en bolas en la tapa de un disco, que era como una locura...
Claro. Hoy es pan comido. Igual acá, todavía, hay con respecto al sexo cierta cosa de temor. Pero hoy sería hasta comercial, poner una mina en tetas para vender un disco. Es muy difícil buscar ahora, yo no encuentro de qué manera seguir siendo un transgresor. Transgresor, hoy por hoy, es hacer las cosas bien. Ahora... ¿Qué es hacer las cosas bien? Tocar bien no alcanza. Cualquiera toca bien. Pero de pronto no tenés idea de dónde estás parado en el mundo. Creo que es una búsqueda constante, y un constante ir y venir. Me pongo un poco como ejemplo. En cada disco fui y vine, porque no estoy seguro de que lo que estoy haciendo está bueno. Y no estoy encontrando cuál es la verdadera razón para que sea un bombazo que te reviente, para transgredir de verdad, para conmover de verdad. Creo que hoy la conmoción pasa por una linda canción aceptable. El Peyote canta "Que te corro, que te agarro, que te chupo la concha"... ¡Qué sé yo! Eso no lo comparto. Comparto otras cosas de El Peyote, que están buenas. Pero hay cosas que decís no. No van. Hay cosas que no las comparto en absoluto. Son grandes músicos, pero es muy difícil encontrar, hoy por hoy, una línea, como bien decía Hugo de La Sangre, un sector de bandas que me represente de verdad.

Gabriel Peveroni decía la otra vez que esa capacidad de conmover, de sacudir, hoy pasaba por el teatro. ¿Coincidís, vos que tenés una pata en cada lado?
(Piensa) Puede tener algo de cierto, pero más o menos. En el teatro pasa algo terrible, y es que aburre. Y eso, generalmente, no pasa con la música. Podrás decir "este grupo toca mal, toca bien", pero vas a ver a una banda a un boliche y no te aburrís. Podrás decir que es una música que no escucharías nunca en tu vida, pero no te aburre: te molesta. El teatro aburre. Y a veces, en ese afán de transgredir, de conmover, que tiene el teatro, se convierte en aburrido...

¿Por qué aburrido? ¿Por responsabilidad de autores, actores, directores?
Hablo del Uruguay, sobre todo. En el Uruguay el teatro es aburrido porque hay mucha oferta, poco público, y, sacando a los grandes, hay actores que no pueden sostener una obra teatral. Y ahí sí que no es como la música. La música tiene un ritmo, y el teatro lo pierde si no está bien actuado. En el mundo puede ser que sea como dice Peveroni, pero también las corrientes teatrales son tan diferentes, y se puede transgredir de tantas maneras... Se puede transgredir la ópera. Han utilizado, ahora, lenguajes de transgresión que antes no los tenía. Desde desnudos hasta escenografías. Puestas en escena con asco, cuando la ópera era una cosa muy aburrida. Hoy por hoy tiene un modo de búsqueda, de transgresión. Creo que el mundo ha transgredido tanto, tanto, que ya nos transgredió a nosotros. Antes se ocultaba más, no se veía. Ahora apretás un botón y ves las cosas más terribles del mundo, y ya no encontramos cuál es la verdadera manera de transgredir. Lo único transgresor que encuentro, en este momento, es ser políticamente incorrecto. En vez de decir "homosexual" decir "puto", en vez de "afrocoso" decir "negro".

En ese marco, ¿Quiénes son los esclavos de ahora?
Somos todos. Empezando por los trabajos que la mayoría de la gente hace y no le gusta, pero tiene que laburar para poder comer, hasta los esclavos de satisfacciones como ir al Estadio a gritar para liberarse un poco, o depender de alguna droga, ya sea fuerte o liviana, o drogas como la televisión, internet o el celular. Todos somos esclavos de alguna manera, y está bueno tomar conciencia, buscar las libertades, pero las libertades en serio, ser libres del todo. Libertad no es solamente creerme que hago lo que quiero, cuando en realidad me están diciendo hasta qué música debo escuchar, hasta dónde puedo ser rebelde, y hasta qué punto ser rebelde tiene onda. La vida se ha vuelto una constante búsqueda, un encontrar respuestas, para mí, y al otro día decir "no, esa respuesta estaba errada" y salir a buscar otra, porque no es por ahí.

¿Estás más apocalíptico ahora que hace treinta años? ¿Creés que el mundo es un lugar peor?
Sí. A ver... Es un lugar peor, pero es mejor también. Yo siempre digo que el futuro es mejor. De hecho, soy más feliz ahora que cuando era joven. Eso me demuestra, por lo menos, que cuando era joven yo no podía salir a la calle porque me pedían documentos cada cinco minutos, y me prepoteaban por usar el pelo largo, o me insultaban. Ahora eso no ocurre, puedo hacer lo que se me canta...

Pero estás más controlado...
Exactamente. Saben dónde estoy, dónde duermo, a qué hora me levanto, qué como...

Y la mayoría de las veces porque vos querés, porque ponés tu ubicación en el celular, decís qué te gusta comer y qué marca de ropa te gusta...
Absolutamente. Me conocen toda la vida. Trato de dispararle bastante a eso. Mi red social es para jugar un poco con la banda, no tengo celular. Pero igual saben dónde estoy. Saben el sueldo que gano, saben absolutamente todo. Hay mucho más control, sin lugar a dudas, y seguimos siendo presos, seguimos siendo esclavos. Antes tenía como una utopía, una forma de decir "va por acá", pero ahora digo "¿por dónde va?". Estamos todos presos en esto.

¿Y para qué sirve el rock and roll, la música rebelde en ese escenario? ¿Está condenada a ser una pieza de museo? ¿En 50 años vamos a ir a ver a una banda que hace canciones de los New York Dolls como quien hoy va a ver Carmen?

Y sí. Probablemente sea así. No sé. el futuro del rock, verdaderamente, no lo conozco, y tampoco se me ocurre, en este momento, qué puede surgir que conmueva como conmovió Elvis, los Beatles, los Rolling... qué puede suceder... Las bandas de hoy, ¿Conmueven o gustan? Una cosa es que algo te conmueva, te haga vibrar hasta los huesos, y otra es que esté bien tocado, prolijo, que sea bonito. Creo que sí, que el rock puede llegar a ser música de museos. Todavía sirve porque hay, en lo artístico, tanta chabacanería, que todo aquello que pueda abrirte las puertas de la percepción, sirve. Puertas que no te va a abrir la cultura prestablecida, lo que te muestran en todos lados, y lo que te mandan a estudiar. Ojalá yo esté en esos caminos que sirvan para algo. No digo que lo esté: los estoy buscando.

(Montevideo Portal / 21-12-2017)

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