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LA PEQUEÑA CRÓNICA DE ANA MAGDALENA BACH (79) - ESTHER MEYNEL


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UNIVERSALIDAD DE LA MÚSICA DE BACH: DE LAS CANTATAS PROFANAS A LAS PASIONES

Debo dejar un poco de espacio en mi pequeña crónica para tratar de la música de Sebastián, la cual he olvidado un tanto al hablar de él y de su vida, a pesar de que en mi corazón y en mi alma él y su música están indisolublemente unidos. No puedo concebir a Sebastián sin su música, como tampoco concebiría que otra persona la hubiera escrito, Comprendo que sería necesario redactar un tratado sobre su arte, pero no soy yo la designada para esa tarea. Solamente podría llevarla a cabo una personalidad capacitada, como el señor Marpurg o el señor Quantz; mas puedo decir algo sobre el efecto que su arte producía en quienes lo escuchaban.

Cuando intento enumerar las obras que Sebastián compuso durante su vida, me quedo asombrada de la cantidad. Música para órgano, música de cámara, centenares de cantatas de iglesia, la gran Misa latina, las cinco diferentes versiones musicales de la Pasión de Nuestro Señor según los Evangelios, los conciertos de violín, el Oratorio de Navidad, el Clave bien temperado, todas las suites y demás música para clave…

Cuando las evoco, algún aria encantadora, una fuga para órgano o un trío se pone de pronto a cantar en mi cabeza, por ejemplo: “Mi corazón siempre fiel”, “Prepárate, Sión”; una melodía de órgano, como la introducción del precioso “Pasacalle”, o la grave y encantadora “Canzona” en re menor, y sumergida en tanta belleza, no puedo seguir escribiendo. El que creó todo eso, nos ha dejado, a pesar de que los que le amamos podemos pronunciar las palabras divinas: “Muerto, sigue hablando”. Tengo la profunda convicción de que vivirá mientras viva su música. Ya sé que existen ahora nuevas corrientes musicales, y que los jóvenes las siguen, como siguen siempre todo lo nuevo; pero, cuando envejezcan, si son verdaderos músicos, volverán a Sebastián. Haciendo abstracción de que soy su mujer, o mejor dicho, ¡ay! su viuda, entiendo de música lo suficiente para saber que así sucederá, aunque ahora a los pocos años de su muerte, sus obras están casi olvidadas, y se prefieren a las suyas las composiciones de sus hijos Friedemann y Manuel. Ahora no es más que “el viejo Bach”, la “vieja peluca”. ¡Me parece que el respeto se ha ido de este mundo con él! ¡De qué manera tan distinta hablábamos en nuestra juventud de nuestros maestros!

Sebastián jamás siguió ninguna moda. En el curso de su vida y en la época de su desarrollo artístico y de su madurez, estudió todas las formas de su arte y, con una perseverancia invencible, siguió su impulso interior, que le impelía a descubrir la verdadera estructura y la importancia de la música. Pero, en todo lo que compuso, sólo siguió la inspiración de su genio, sin guardar ninguna consideración a las opiniones de sus contemporáneos. Eso explica por qué se abandona o no se comprende parte de su música.

-Yo creo que escribirías la misma música aunque todos los hombres fuesen sordos -le dije una vez.

-Es muy posible -me respondió sonriente-. Además, muchos de ellos lo son, pero tal vez algún día lleguen a oír. Como escribo para placer mío, no puedo enfadarme porque mi arte no guste a todos.

Nunca noté que le interesara mucho saber lo que la gente pensaba de él. Lo único que le importaba era el juicio de un círculo muy reducido

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